La historia de la humanidad que comienza con la invención del lenguaje que posibilitó la comunicación entre los seres humanos y, según Darwin, creó la conciencia humana por oposición a la animal, dio su mayor salto adelante cuando el hombre sale de su tribu - todos familiares y conocidos- para comerciar con desconocidos. Conforme el comercio se fue extendiendo se produjo un orden social extenso, que para seguir prosperando necesitó establecer  reglas morales de comportamiento.

Para  el gran ilustrado  escocés, David Hume, las tres  leyes fundamentales -antes de que existiera Gobierno- de la vida en sociedad  -civilizada, se entiende- son:

l. La estabilidad de la propiedad. El derecho de propiedad es el eje de nuestra civilización y la base del progreso económico y social.

2. El intercambio por consenso. Las transacciones económicas en ausencia de coacción o fraude conforman los mercados libres que producen riqueza.

3. El cumplimiento de las promesas. Los contratos libremente acordados deben cumplirse siempre, voluntariamente o por ley.

El progreso económico y social de las naciones ha estado y seguirá estando sustentado en dichos principios fundacionales de la sociedad civil, mientras que su desuso o abandono explican el fracaso de muchos países.

La más devastadora consecuencia del comunismo de la URSS y el Este de Europa fue la destrucción de la sociedad civil

El premio Nóbel de economía de 1986 James M. Buchanan en su ensayo Ética y progreso económico (1996), además de defender la ética del trabajo y del ahorro, pone de manifiesto que las sociedades más virtuosas tienen económicamente más éxito que aquellas en las que las virtudes brillan por su ausencia o están menos ampliamente compartidas.

Francis Fukuyama, en su ensayo Trust (2007), sostiene la tesis: "La confianza es la virtud social que mejor explica el éxito de las sociedades más prósperas. La prosperidad de las naciones depende de la confianza intrínseca -sustentada en jerarquías intelectuales y morales- de las sociedades; mientras que su ausencia conlleva la pobreza".

Confiar en gente que no sea de la familia genera "capital  social" que resulta crucial, no sólo para la convivencia y el orden moral, sino para generar competitividad y por tanto prosperidad.

La confianza es el cemento invisible que amalgama la sociedad civil frente al ordeno y mando impuesto desde fuera  de  ella. La  prosperidad  de  la sociedad civil depende  en  última  instancia de  hábitos  y comportamientos de naturaleza moral.

La más devastadora consecuencia del comunismo de la URSS y el Este de Europa fue la destrucción de la sociedad civil. Y en Europa Occidental, la creciente confianza de la gente en el Estado y el consecuente abandono de la responsabilidad personal y por tanto la confianza personal en uno mismo tienden a debilitar la sociedad civil frente al poder político.

Existe un creciente peligro en la sociedad  civil: los grupos  que se asocian para defender intereses minoritarios y reivindicativos en contra de la libertad individual de los demás y a favor de privilegios corporativos -el capitalismo  de amiguetes- o particulares -feminismo  radical, ideologías de género, fundamentalismo ecologista...- que benefician a muy pocos en perjuicio de la inmensa mayoría.

Sirvan estas reflexiones previas para analizar la acelerada degradación del comportamiento moral que está viviendo la España de hoy:

  • El sagrado principio moral de cumplir las promesas nunca se ha visto más en entredicho.
  • La integridad moral -pensar, decir  y hacer lo mismo-  carece de sentido  para quienes nos gobiernan; la consideran una excentricidad reaccionaria.
  • La Rebelión en la granja orwelliana es mas visible en España que nunca: de la denuncia de los privilegios del poder se ha pasado, sin más, a su uso abusivo.
  • La camboyana  persecución de la lengua utilizada contra  los niños en los colegios catalanes, incluso en los recreos, se asume indignamente sin rechistar.
  • Las evidencias empíricas en las que se ha basado la ciencia y el progreso de la humanidad, son combatidas por eslóganes ideológicos periclitados.
  • Cuanto más se afirma, verbalmente, un valor moral –no tratar con delincuentes ni extremistas, por ejemplo-­ más se niega en la práctica.
  • El trabajo esforzado, la disciplina, la autoridad, el mérito y la satisfacción del deber cumplido que han sustentado el progreso económico y social de Occidente se consideran reliquias del pasado.
  • Ante las más flagrantes transgresiones  morales se oponen excusas como: también las  cometen otros, todo un perverso ejemplo.
  • La patria potestad de los padres que no pueden pagar un colegio privado está siendo secuestrada por un Gobierno que dice que "los hijos no son de sus padres".
  • Los niños han sido puestos en la diana para practicar con ellos la ingeniería social tan del gusto de los políticos totalitarios.
  • La falta de respeto a las leyes por quienes las promulgan y más obligados están a cumplirlas se repite sin cesar.
  • El incumplimiento de las sentencias judiciales por los gobernantes, incluso las del Tribunal  Constitucional, está a la orden del día.
  • La mentira se ha normalizado y la sociedad la tolera como algo natural.
  • La educación pública tiene por finalidad crear individuos sin atributos morales para ejercer la libertad y la responsabilidad personal.
  • La  virtud  social de la  confianza se  resquebraja y con ella la prosperidad  económica que engendra.

Como ya se ha descrito, las degeneraciones morales traen consigo necesariamente decadencia económica, como demuestra el mapa mundial de la riqueza de las naciones: las más ricas del mundo son más rectas moralmente, mientras que las más pobres están también empobrecidas moralmente.

El Gobierno está cosechando a toda prisa unos pésimos resultados en la gestión sanitaria del Covid, el crecimiento económico, el desempleo, la deuda pública y la caída de la inversión

Las naciones ricas disfrutan de economías inclusivas, porque son muchos más los que trabajan que los que viven de estos. En los países pobres la economía es excluyente, pues sucede lo contrario que en aquellos, el desempleo está a la orden del día.

En la España democrática se puede observar empíricamente - lo que tan poco gusta a los progresistas– la estrecha correlación que ha venido existiendo entre el orden moral y el comportamiento de la economía. Desde la Transición para acá, la peor época -con mucha diferencia- para la convergencia en renta per cápita con la UE y de nivel de empleo le correspondió a Zapatero. Durante sus años de gobierno España perdió, en términos de convergencia con la UE, más de todo lo ganado en los veinticuatro años anteriores de González y Aznar juntos, amén de batir todos los records históricos en desempleo y deuda pública. Estos pésimos resultados económicos fueron contemporáneos del desorden moral de aquel  tiempo: invenciones identitarias feministas, ecologistas, animalistas, memoria  histórica, el problema catalán, acusaciones sin pruebas, la mala educación...

El actual Gobierno, siguiendo las prácticas de aquel aderezadas ahora con condimentos comunistas, está cosechando a toda prisa unos pésimos resultados en la gestión sanitaria del Covid, el crecimiento económico, el desempleo, la deuda pública y la caída de la inversión; porque  la degradación moral no sale gratis, paga un precio muy alto en libertad y prosperidad económica y social.

La historia de la humanidad que comienza con la invención del lenguaje que posibilitó la comunicación entre los seres humanos y, según Darwin, creó la conciencia humana por oposición a la animal, dio su mayor salto adelante cuando el hombre sale de su tribu - todos familiares y conocidos- para comerciar con desconocidos. Conforme el comercio se fue extendiendo se produjo un orden social extenso, que para seguir prosperando necesitó establecer  reglas morales de comportamiento.

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