El PSOE tiene miedo de que Podemos le pase por delante y se coloque en primera posición delante de los electores a la hora de defender sus pensiones. Y tiene razón en temer eso porque durante el año pasado y el anterior se han multiplicado las manifestaciones de pensionistas reclamando unas pensiones dignas, movimientos de protesta que siempre fueron aplaudidas y alentadas por Podemos.

Este es un asunto de la clara preferencia de los del partido morado que no van a dejar pasar el debate sin sacarle un rendimiento político y electoral cuanto más alto mejor. De modo que ya lo ha advertido el diputado Mayoral: Ellos no van  a dejar de “defender a la clase trabajadora” dando por supuesto que se la defiende reclamando subidas –no bajadas- en relación con el IPC y desde luego ningún cálculo que suponga a la larga una reducción de la cuantía de las pensiones públicas que podrán recibir los jubilados en el futuro.

Ahí Pablo Iglesias se dispone a dar la batalla al ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones José Luis Escrivá, que no va a contar con el apoyo de la mayor parte de sus compañeros socialistas de gabinete, mucho más preocupados por no perder la baza política que les disputa Podemos que por comprometerse a apoyar unas reformas en el sistema público de pensiones que no lo lleve al hundimiento total de aquí a 18 o 20 años, que es lo que el ministro Escrivá intenta eludir o, al menos, amortiguar con las modificaciones que propone.

Ni a Podemos ni, por lo que se ve, a una parte relevante del Partido Socialista parece decirles nada el hecho de que el “agujero negro” de las pensiones vaya a alcanzar ya en 2020 los 18.000 o 20.000 millones de euros ni la constatación empírica de que entre 2028 y 2038 el número de pensionistas en España se va a duplicar al mismo tiempo en que se va a multiplicar el gasto y que, por lo tanto, ese déficit, si el sistema no se toca, llegará a la inasumible cantidad de 80.000 o 90.000 millones, lo que lo convierte en un sistema insostenible.

El PSOE tiene miedo de que Podemos le pase por delante y se coloque en primera posición delante de los electores a la hora de defender sus pensiones

Para eso es para lo que se proponen hoy medidas que modifiquen en algo la trampa que lleva prendida de las solapas el modo de cálculo de las pensiones en España: para que no implosione definitivamente dentro de dos décadas.

Se argumenta que la propuesta de Escrivá no está incluida en las recomendaciones del Pacto de Toledo. Pero resulta que ese Pacto entre los distintos grupos parlamentarios es un acuerdo puramente político que ha tenido por objeto encontrar un espacio común entre partidos de muy distintos planteamientos políticos, ideológicos y técnicos.

Es un pacto demasiado genérico que, en definitiva, no se atreve a entrar en demasiadas concreciones para evitar el riesgo de que acabe saltando por los aires, como ya ocurrió el 19 de febrero de 2019 cuando Podemos se levantó de la mesa y reivindicó, no sólo “que las pensiones vuelvan a ser vinculadas por ley al IPC” cosa que ya se ha aceptado, sino también “que la edad de jubilación vuelva a ser  de 65 años, que nos dejemos de planes de pensiones privados y que se establezca una suficiencia de las prestaciones que determine claramente a cuánto tiene que ascender las pensiones para garantizar una vida digna a los pensionistas”.

Pero resulta que con las pretensiones de Podemos, que se opone desde ahora mismo a la propuesta del ministro Escrivá de estudiar la posibilidad de ampliar de 25 a 35 años el tiempo de cotización para el cálculo de las  futuras pensiones, lo cual supone que la cuantía final se reducirá en una proporción aún no determinada, se va a poner un dogal al cuello, no de los actuales sino de los pensionistas del futuro.

Eso es lo que no le importa a Podemos, que apuesta a cortísimo plazo, y lo que aterroriza al PSOE y a los ministros más políticos del Gobierno, que ven cómo se les abre por ahí una grieta por la que los morados se van a meter a saco para confrontar con el PSOE en un  debate que saben que tienen ganado porque es de muy fácil venta ante la opinión pública.

Escrivá tiene otro inconveniente añadido y es que no es “de los nuestros”, lo cual significa que no tiene carnet del Partido Socialista. En consecuencia, ya puede ir despidiéndose de encontrar apoyos en el seno de esa formación política y en el del propio Gobierno si hacemos la salvedad de los que le pueda ofrecer otra “no adscrita”, la ministra de Economía, Nadia Calviño.

El problema de este Gobierno es que tiene que presentarse ante la Comisión Europea con los deberes hechos en materia de reformas y la de las pensiones es uno de los puntos, junto con el contenido preciso de la reforma laboral que el Ejecutivo de Pedro Sánchez vaya a proponer, que resulta capital para que Bruselas de vía libre a los fondos que España va a recibir de la UE.

Pero eso no parece importarle a Podemos y, por lo que se ve, ni siquiera al PSOE, más preocupado como está  por que los morados no les pongan contra la pared a la vista de la mirada de los pensionistas de hoy.

“El que venga detrás que arree” han debido de pensar estos tan concienzudos dirigentes que nos gobiernan. Escrivá lo tiene por eso muy difícil, yo diría que imposible.

El PSOE tiene miedo de que Podemos le pase por delante y se coloque en primera posición delante de los electores a la hora de defender sus pensiones. Y tiene razón en temer eso porque durante el año pasado y el anterior se han multiplicado las manifestaciones de pensionistas reclamando unas pensiones dignas, movimientos de protesta que siempre fueron aplaudidas y alentadas por Podemos.

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