El panorama se va despejando poco a poco y la realidad parece que se va imponiendo en las perspectivas de los partidos sobre sus posibilidades de cara a las elecciones del 14 de febrero. Y hay una cosa que está más que clara y que echa por tierra los planes del presidente del Gobierno —si es que son esos, cosa que yo no tengo nada clara— de que su candidato Salvador Illa, no sólo gane las elecciones sino que pueda gobernar libre de condicionamientos por parte de alguno de los partidos independentistas, ERC en concreto.

Pero lo que yo creo es que ése es precisamente el plan de Pedro Sánchez: colocar una pieza en el tablero catalán en un lugar favorable para que se haga inexpugnable junto a la pieza dominante, Pere Aragonés, que es el que le está guardando el sitio a Oriol Junqueras, al que, por cierto, el presidente está favoreciendo de manera escandalosa en la medida en que no hay noticia de que la Fiscalía haya recurrido todavía el tercer grado concedido por la Generalitat a los presos condenados por el Tribunal Supremo. Lo va a tener libre durante toda la campaña, ya lo veremos.

Ésa es la combinación, con algún socio añadido, que conviene extraordinariamente al presidente y por la que apuesta en silencio sabiendo, como sabe perfectamente, que la ley electoral catalana tiene sobre representadas a las provincias de mayoría social independentista: Lérida y Gerona, lo cual le complica mucho las cosas al candidato socialista.

No es ninguna casualidad que Cataluña siga rigiéndose, 40 años después de haber asumido su autogobierno, por la Ley Orgánica de Régimen Electoral General, de aplicación en todas las autonomías que no tengan ley electoral propia, que fue aprobada en 1985 y que sustituyó a la ley de 1977, elaborada para regular las primeras elecciones democráticas que se celebraran en el país.

El plan de Sánchez es colocar una pieza en el tablero catalán en un lugar favorable para que se haga inexpugnable junto a la pieza dominante, Aragonés"

A Jordi Pujol, tan activo en alcanzar cotas cada vez más altas de autogobierno, nunca le interesó lo más mínimo que Cataluña tuviera su propia ley electoral. Y eso por una razón bien simple y que explica que los gobiernos que le han sucedido mantengan la misma pasividad interesada: la ley electoral de régimen general favorece a las provincias menos pobladas, de manera que para obtener un escaño se necesitan muchos menos votos en Teruel —casi 25.ooo— que en Madrid —casi 100.000—.

Eso mismo pasa, por lo tanto, en las elecciones catalanas. Para obtener un escaño en Lérida se necesita un mínimo de 21.000 votos. Para obtener ese mismo escaño en Barcelona se necesitan casi 49.000 votos. Es en Barcelona donde las opciones de los partidos constitucionalistas son mayores pero es en Lérida y en Gerona donde los independentistas han estado históricamente más fuertes. Nunca elaborarán una ley electoral propia porque no la necesitan. Para sus intereses políticos les basta y les sobra con la que tienen.

Pero eso lo sabe todo el mundo y sobre esa realidad se han hecho los cálculos post electorales en La Moncloa. Aun aceptando que Salvador Illa tiene en el antiguamente llamado "cinturón rojo" de Barcelona, el conglomerado de municipios que rodean la capital catalana, una bolsa de votos que el PSC ha ido perdiendo con los años y que va a intentar ahora recuperar, el candidato socialista sabe perfectamente que para acceder a la presidencia de la Generalitat necesita de un socio principal y de otro minoritario.

 Y ese socio no puede ser sino Esquerra Republicana. En campaña es arriesgado admitir los hechos porque se pueden perder muchos apoyos y se le pueden dar también muchos argumentos al adversario. Por eso todas las declaraciones de Illa, como las de Pere Aragonés y las del propio Junqueras, están dirigidas al único objetivo de acumular cuantos más apoyos mejor, que luego ya iremos hablando.

Y a mí no me cabe la menor duda de que el escenario ideal para Pedro Sánchez es un gobierno catalán presidido por el socialista y formado por PSC, ERC y los Comunes si es que a este partido le llegan a cuadrar los números.

Porque lo que está claro es que la suma de escaños de los partidos no independentistas no alcanza de ninguna manera para soñar siquiera en formar un gobierno. Eso al margen de que no es la fórmula que Pedro Sánchez avalaría porque no es ésa su apuesta política.

Si lo que auguran las encuestas se cumplen, el pacto entre ERC y JxCat será inevitable para desgracia de los catalanes, que verán como el nuevo gobierno sigue ciego"

Pero para que los de ERC se atrevieran a dar la espalda a los de Puigdemont —¡hay que ver el programa económico o como se llame ese bodrio lleno de disparates que presentó ayer Laura Borrás!— tendrían que salir de la noche electoral con una diferencia muy considerable de votos respecto de JxCat.

Únicamente en ese caso, Junqueras se atrevería a dar el paso de dejar atrás a su enemigo y negarle la opción de un pacto independentista puro, un volver a empezar que ya está hartando a la hoy muy preocupada clase empresarial catalana que tanto hizo, sin embargo, en el reciente pasado por jalear a la clase política y a la población en este desvarío de la secesión que no ha hecho sino debilitar y empobrecer moral, social, cultural y políticamente a su amada —pues quién lo diría— Cataluña.

 Si no es así, si lo que auguran las encuestas se cumplen y ERC no se despega de los post convergentes, el pacto entre ERC y JxCat será inevitable para desgracia de los catalanes, que verán como el nuevo gobierno sigue ciego y empecinado en su apuesta independentista mientras Cataluña se va desangrando y resbalando por el sumidero camino de la inanidad. Y ya se puede despedir Salvador Illa de la Generalitat e ir haciéndose a la idea de que lo que le espera es un escaño en la bancada de la oposición.

Este es el panorama que se dibuja. Salvo sorpresas, claro, pero esas no suelen ser muy frecuentes en unas elecciones.

El panorama se va despejando poco a poco y la realidad parece que se va imponiendo en las perspectivas de los partidos sobre sus posibilidades de cara a las elecciones del 14 de febrero. Y hay una cosa que está más que clara y que echa por tierra los planes del presidente del Gobierno —si es que son esos, cosa que yo no tengo nada clara— de que su candidato Salvador Illa, no sólo gane las elecciones sino que pueda gobernar libre de condicionamientos por parte de alguno de los partidos independentistas, ERC en concreto.

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