El Ministerio de Igualdad ya era una casita de chocolate, una fiesta de almohadas, un té de muñecas, una siesta de señoritas en pololos como las de Escarlata O’Hara. En el Ministerio de Igualdad, lo recordarán, a Irene Montero le montan cumpleaños como los de Winnie the Pooh, los subordinados le traen tartas con arcoíris, le cantan alrededor de una trona tan oficial como el coche oficial o el sueldo oficial, y le cepillan el pelo que le cae por los torreones. O sea, que el ministerio ya le hace de niñera a Montero, con lo que eso de que pueda tener a una alta asesora ministerial para cuidarle a los churumbeles a uno le parecería poca novedad. El ministerio es apenas eso, apenas tiene eso, apenas suena, al agitarlo, a tupper baby, a regalo de amigo invisible, a costurerito de boda, a suspiro de tarde de hacerse trenzas. O sea, que qué va a hacer un alto asesor sino cogerle un alto moño a la ministra o a su bebé. Es eso o recortar unicornios.

Somos unos exagerados y no entendemos que cuando se lleva la política al pueblo y los ministerios tienen ruedines, un cargo ministerial puede ser amiga de la lideresa y canguro de los principitos y secretaria de sobrecartas perfumadas y redactora de informes sobre la opresión heteropatriarcal de las pililas en los anuncios de pañales. Y todo esto lo puede manejar con la misma mochila de bebé, donde caben sueldos públicos, favores íntimos, caquitas como granadas revolucionarias y leyes con forma de magdalena o de podadera. Si lo que denuncia la exauditora de Podemos es cierto, se puede pensar que tenemos a la niñera mejor pagada del mundo o al asesor ministerial más desaprovechado de la historia, pero es todo parte de su revolución, que es política y es doméstica y es moral, que remueve todos los prejuicios e invierte el flujo de la lógica liberal y del mérito capitalista y de los escalafones burgueses.

Los Iglesias son tan campechanos que sus altos asesores sacan mocos. Los Iglesias son tan dadivosos que sus niñeras cobran más de 50.000 pavos. Los Iglesias son tan benéficos que ascienden a una niñera a asesora de nivel 30, que suena a nivel de mago de juego de rol; o son tan pedagógicos que hacen que una asesora de nivel 30 tenga que limpiar meados, así como lección de vida. Los Iglesias están tan concienciados con la igualdad que respetan la decisión de una mujer incluso para parecer una criadita victoriana, que lo mismo hasta tiene novio cadete y lo besa en el parque tras un cochecito de capota alto como una calesa. Los Iglesias son tan pueblo que dónde mejor va a ir el dinero público que a ellos. O son tan mirados con lo público que se dan cuenta de que una alta asesora está ahí en el ministerio haciendo lazos de Navidad y deciden aprovecharla para el bien del pueblo, o sea haciendo que los líderes del pueblo se puedan dedicar a salvar al pueblo y no a transportar potitos en hidroaviones de cucharón.

La asesora niñera, la niñera asesora, el ministerio en casa, la casa en el ministerio, una mucamita de partido, una sirvienta residente que lo mismo es diputada rasa que miembro de un comité ciudadano que jefa de gabinete adjunta que alguien que mece a los niños del querido líder como a niños del faraón y les moja el chupete en miel del Himalaya. Nos preguntamos qué fue antes, el cargo o la amiga, la sierva o la partisana, la élite política de los últimos pisos de los ministerios o la élite de las niñeras como una Mary Poppins que flota levantando el puñito. Igual, nos preguntamos qué está antes, el ministerio o los sarpullidos, las leyes o el polvo de talco, el feminismo o la jerarquía, el servicio público o la vocación de besar culitos.

Nos preguntamos qué fue antes, el cargo o la amiga, la sierva o la partisana, la élite política de los últimos pisos de los ministerios o la élite de las niñeras

María Teresa Arévalo se llama esa criatura simpar, tecnócrata de la tetina, tata de los gobiernos, feminista con cofia de pionono, escribano con canastilla, vanguardia de los flatitos, cantajuego de la politología. La niñera ministerial, un ministerio de niñeras... No es que esto desentone demasiado entre los guardaespaldas botones o los chóferes porteadores de la familia Iglesias, pero el caso es que, sobre todo, no desentona con ese ministerio doméstico que al final, con tanto feminismo, está más bien entre grupo de cupcakes, piscina de bolas y probador de tienda de novias. Tampoco desentona con ese concepto también doméstico de lo público, como el del coronel que tenía al recluta de criadito y de mozo para todo.

Una niñera oficial como un secretario oficial y un alto cargo de los arrumacos como si las titas fueran altos cargos. La verdad es que yo creo que, si todo esto es cierto, es una exageración. Lo que pasa es que no entendemos el concepto de partido del pueblo, de ministerio del pueblo, de gobierno del pueblo y hasta de siervo del pueblo, que los Iglesias, con lógica de hormiguita, han empezado por el partido familiar, el ministerio familiar, el gobierno familiar y el siervo familiar. No nos damos cuenta tampoco del acoso que sufren estos líderes ya desde sus cocinillas y orinalitos de pato. No nos damos cuenta de la tragedia que supone que no puedan encontrar una niñera normal y tengan que conformarse con una niñera sobrecualificada o sobrehumana, a la vez Hulka y Séneca de Galapagar. Alguien que, además, seguramente es sólo una voluntaria y tiene a los Iglesias como la élite concienciada tiene a su oenegé. No, no queremos enterarnos de la tragedia política y personal de tener una supernanny a tiempo parcial que tenga que ir y venir volando del ministerio a la caquita.

El Ministerio de Igualdad ya era una casita de chocolate, una fiesta de almohadas, un té de muñecas, una siesta de señoritas en pololos como las de Escarlata O’Hara. En el Ministerio de Igualdad, lo recordarán, a Irene Montero le montan cumpleaños como los de Winnie the Pooh, los subordinados le traen tartas con arcoíris, le cantan alrededor de una trona tan oficial como el coche oficial o el sueldo oficial, y le cepillan el pelo que le cae por los torreones. O sea, que el ministerio ya le hace de niñera a Montero, con lo que eso de que pueda tener a una alta asesora ministerial para cuidarle a los churumbeles a uno le parecería poca novedad. El ministerio es apenas eso, apenas tiene eso, apenas suena, al agitarlo, a tupper baby, a regalo de amigo invisible, a costurerito de boda, a suspiro de tarde de hacerse trenzas. O sea, que qué va a hacer un alto asesor sino cogerle un alto moño a la ministra o a su bebé. Es eso o recortar unicornios.

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