Parece que Pablo Iglesias al final no se va a salir con la suya y que no va a poder imponer al PSOE y al ministro de Justicia Juan Carlos Campo, el negociador por la parte socialista, su presencia en número y en nombres en el  Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cuya composición está a punto de ser acordada con el Partido Popular.

Ésa es una gran noticia para todos los que estamos dispuestos a no dar facilidades a aquellos que tienen entre sus objetivos el de derribar la Constitución y acabar con la separación de poderes para así intervenir, como se hace en todos los regímenes totalitarios, el Poder Judicial además de los medios de comunicación independientes.

Esto que digo no es una suposición ni una sospecha nacida de la mala voluntad, sino una constatación que parte de lo afirmado en numerosas ocasiones por el señor Pablo Iglesias respecto a estos dos actores esenciales en el sostenimiento de una democracia.

Una pequeña muestra: ante las acusaciones de que pretenden tomar al asalto el Poder Judicial si tienen ocasión para hacerlo, fuentes acreditadas del partido morado lo desmentían en estos términos: “Nosotros no queremos gente que siga nuestro dictado, simplemente queremos jueces que no sorprendan con sumarios como el del móvil de Dina Bousselham haciendo aparecer a Pablo Iglesias como culpable de algo de lo que es víctima”. Meridiana explicación que no deja lugar a interpretaciones de lo que harían si pudieran.

Es más: suya fue la idea de presentar para su aprobación por el Congreso una modificación de la Ley Orgánica del Poder Judicial para que se pudiera aprobar la composición del CGPJ por mayoría absoluta de la Cámara si no se lograba un acuerdo por los 3/5 que ahora manda la Ley. Con esa reforma y apoyándose en los votos de los que él llamó “el bloque de la investidura” tenía abiertas de par en par las puertas del Consejo. Ya está resuelto, pensaría el señor Iglesias.

Pero no. No se atrevió a tanto Pedro Sánchez, porque desde Bruselas le llegó una muy seria llamada de atención que les paró a ambos los pies en su temeraria cabalgada hacia la destrucción del principio de separación de poderes, pero el líder de Podemos no ha renunciado a tener presencia e influencia en ese órgano.   

Hay que recordar que los miembros de la dirección de Podemos han tenido siempre la intención de reservarse tres puestos en un CGPJ renovado y de hacerles sitio también a un representante de Bildu y a otro de ERC en un diseño ideal para él en el que estaría presente el susodicho “bloque de la investidura”.

El problema para los morados es que cada día que pasa se les ve más la patita y últimamente se les ha visto ya de cuerpo entero

Ni qué decir tiene que, si ese proyecto se hubiera hecho realidad, cosa del todo imposible porque el PP se hubiera negado siempre a semejante apaño escandaloso, ya hubiéramos tenido al enemigo de nuestra Constitución metido en el aparato circulatorio y en la red linfática de nuestro Estado de Derecho y en esas condiciones sería ya cuestión de tiempo, de muy poco tiempo, que la Constitución de 1978 cayera derribada como los edificios que se destruyen a base de ponerles cargas explosivas en los cimientos.

Pero estas son las intenciones de Podemos, de eso no debe caber ninguna duda. El problema para los morados es que cada día que pasa se les ve más la patita y últimamente se les ha visto ya de cuerpo entero.

Los episodios que estamos padeciendo con motivo de la entrada en prisión por reincidente de ese bárbaro violento que es Pablo Hasél -esa luminaria de occidente que dice que “hacer la revolución con las armas es la vía democrática de la clase obrera” y que “la lucha armada abarca muchos terrenos” que incluyen en su opinión “lanzar piedras a la policía y montar barricadas para defenderte”- han ilustrado a muchos españoles definitivamente sobre la auténtica posición política de Podemos, partido al que, por cierto, el rapero desprecia por demasiado blando. Por lo visto le gustan más las tesis de Ulrike Meinhof , fundadora de la banda terrorista alemana Baader-Meinhof, autora de múltiples asesinatos en la Alemania Federal de los años 60.

El tuit de Pablo Echenique celebrando y apoyando entusiásticamente a los “jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles” de Madrid y de Barcelona deja claro cuál es la posición de los morados. Lo inaudito es que esa gente esté formando parte del Gobierno de España y que pretenda además imponer su presencia en el CGPJ por el simple hecho de que está en el Ejecutivo.

Ahora, viendo lo que estamos viendo y lo que estamos leyendo, muchos españoles entenderán ya mucho mejor el por qué de la negativa de Pablo Casado a pactar la composición del gobierno de los jueces plegándose a la exigencias de Iglesias. Esa habría sido una cesión suicida para la España constitucional si se hubiera aceptado en los términos originales.

Muchos españoles entenderán el por qué de la negativa de Pablo Casado a pactar la composición del gobierno de los jueces plegándose a la exigencias de Iglesias

Eso no quiera decir que en la futura composición del CGPJ no se acepten por parte del PP nombres de juristas o magistrados de corte “progresista” que tengan también el visto bueno de Podemos, pero Pedro Sánchez y su ministro de Justicia están hoy en mejores condiciones relativas que hace tres días para hacer caso omiso de las pretensiones del partido morado.

Después del espectáculo al que estamos asistiendo, y dado que Podemos continúa su imparable marcha hacia abajo, como se ha demostrado el domingo pasado en Cataluña donde la marca En Comú-Podem ha perdido nada menos que 132.000 votos, casi la mitad de los que obtuvo en las elecciones de 2017, la posibilidad de que desde el Gobierno se pacte con el PP una fórmula sensata de composición del órgano de los jueces, incluyendo al PNV pero pasando por encima de las peligrosas pretensiones de Iglesias, se hace ahora mucho más factible.

Si se cumple lo que Cristina de la Hoz cuenta hoy en su crónica, los despechados de Podemos harán ruido, que es lo que mejor saben hacer, pero ya lo llevan haciendo mucho tiempo sobre asuntos diversos. Es preferible soportar una vez más su agitación propagandística que haberse plegado y haber cedido al partido morado y a sus socios una posición relevante en un órgano tan decisivo para garantizar la independencia del Poder Judicial. Si eso es finalmente así nos podemos alegrar y mucho. De buena nos habremos librado.

Parece que Pablo Iglesias al final no se va a salir con la suya y que no va a poder imponer al PSOE y al ministro de Justicia Juan Carlos Campo, el negociador por la parte socialista, su presencia en número y en nombres en el  Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), cuya composición está a punto de ser acordada con el Partido Popular.

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