Si hay algo que no se puede hacer cuando se está en el último tramo de una negociación delicada y secreta es salir a dar tres cuartos al pregonero anunciando con toda la trompetería disponible no sólo el final feliz de a negociación sino el triunfo por goleada de las posiciones propias y la derrota en toda la línea de las de quien se ha sentado al otro lado de la mesa y con el que se pretende firmar el acuerdo.

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