Lo que han visto ustedes no ha sido una apisonadora. A Sánchez le han regalado una gran licuadora y, claro, como el cuñado al que se la regalas, enseguida se ha puesto a hacer zumo de todo. Zumo de apio y de pepino y de alpiste y hasta de las pistolas de los ochenta de ETA, que eran como pistolas de formica con peso de mosquetón, y que tenía todavía el Estado ahí por los cajones. Con el zumo de pistola, como con el zumo de acelgas, se hace Sánchez unos depurativos entre deportivos y conejiles que dejan el cuerpo y la conciencia limpísimos y el colon como si no lo hubieran tocado la fabada ni la historia ni los pactos electorales. Su fiesta de zumos estuvo muy animada, había esa curiosidad de las competiciones de salchichas, y hasta Bildu se asombraba de que por un lado entrara una pistola de hace cuarenta años y por el otro saliera una piña para que se la pusiera Sánchez en la cabeza este fin de semana tropical. Ya se está preguntando Sánchez cómo será meter en la licuadora una estelada, un adoquín, un Borbón.

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