Pedía mi admirado Arcadi Espada el otro día un Manifiesto por la Extinción de Ciudadanos, con un exceso de biología quizá, demasiada biología para un muerto, aunque uno aún puede recrearse en los hongos y coleópteros que nidifican el cadáver. La verdad es que Cs está teniendo un final caníbal y mal hervido, hay quien se lleva al Senado un pie cercenado, como un pie de elefante de rey africano; hay quien se lleva un brazo fláccido para el PP, hay quien conserva el tronco del muerto como un lomo a la orza, y hay quien se lleva el cráneo para hacerlo cáliz o cenicero. Algo así está haciendo la intelectualidad de Ciudadanos, que son como santos patrones que nunca entraron en realidad en política, sino que sólo inspiraban en domingos y fiestas de guardar, mandando palomas por las vidrieras y las columnas de prensa. A lo mejor por eso sólo quedaron en el partido mercenarios, realquilados y guapitos de cara.

Uno mira esa fundación suya sobre letras virginianas, su retórica un poco de puritanos de la libertad, de peregrinos con sombrero de hebilla como un zapato de minué, y su extinción da pena. Aquí todavía no entendemos la libertad si no es en carretadas de gente o de tierra, como carretadas de uva, pero menos aún en Cataluña, donde la libertad ha devenido en un concepto de soberanía feudal o merovingia. Por eso aquel manifiesto de Ciudadanos era como un manifiesto dadá en medio de una cultura de romería de la Virgen y de embutido patriótico, y aquéllos eran intelectuales de verdad, que pensaban con la mollera, no con masa de pan de pueblo ni con obleas de curitas de la nación. Pero los partidos de intelectuales no suelen funcionar bien porque quedan como partidos de fútbol entre filósofos, como aquello de los Monty Python.

Creo que sigue haciendo falta un partido con esos principios, aunque sean tan singulares y pesados que su propia inercia le haga ir desfasado, que no es lo mismo que estar equivocado

En Cs claro que se han cometido errores, pero si sus intelectuales se van a su casa a hacer anillos de humo con su pensamiento y cenizas con su atizador de Wittgenstein, tampoco se puede acusar de mediocres y zopencos a los que quedan haciendo un partido real, que no es la Academia ni es Monsalvat. Lo curioso de Ciudadanos es que ha sido castigado, criticado y deshuesado igual por no acercarse a Sánchez que por acercarse a Sánchez, igual por la foto de muñeca legionaria de Colón que por la murcianada prosanchista, igual por ser la resistencia contra el nacionalismo que por no ser suficientemente comprensivos o dialogantes con él (comprensivo y dialogante como al parecer lo es el exitoso efecto Illa). Quizá no es que Ciudadanos se haya hecho incomprensible ahora, sino que siempre lo fue, así que sus éxitos y descalabros vienen, más que de sus actos, del azar, del humor y de las bamboleantes filias y fobias del españolito de Virgen baturra y venganzas linderas.

Quizá el error de Cs es haberse mantenido más constante, o con más inercia política digamos, esa inercia de sus pesados principios, casi campanudos, de libertad y ciudadanía por encima de mitos e idealismos, mientras el resto de la política seguía al día las digestiones del votante, oliendo sus regüeldos. Cs iba y venía, subía y bajaba en votos, pero venían a decir más o menos lo mismo, aparte de acercarse o alejarse del folclore político o del culto a Sánchez como a un gurú de ruló. Cs iba y venía y creaba iconos apolíneos como Rivera o como Arrimadas que después sucumbían como una Acrópolis, más por el tiempo o la gravedad que por ataques persas. Quizá el único intento verdaderamente chocante de vencer su pesada inercia ha sido la murcianada, ese querer compensar en un solo movimiento, como de ajedrecista malo, ese carácter pulcramente constante, casi dogmático, esa perseverancia de plomada en sus principios. Y todo, por intentar sobrevivir.

Cs quería sobrevivir al caos, a la política del minuto, y yo creo que era para que sobrevivieran sus principios, no sus cargos murcianos ni la bañera egipcia de Arrimadas. Creo que es un hecho que, a pesar de los paracaidistas, del casting vergonzoso que se hizo por los ayuntamientos y los partidos, de la absorción de concejalillos y aventureros (que pregunten en mi pueblo, Sanlúcar), no ha habido un partido con unos principios tan sólidamente reformistas, cívicos y regeneradores como Cs. Desafortunadamente, no hay santos para tanta política, incluso bajando ese nivel de santidad a la simple legalidad. A lo mejor deberían gobernar los filósofos, como en la dictadura de Platón. Pero ahora los intelectuales no hacen esas cosas, sólo las exigen arrugando papeles.

Se pide la extinción de Cs, pero desde muchas decepciones, hartazgos o autoridades. Se pide por una moralidad de estilita o de boy scout, o por no haber aceptado a Sánchez como Mesías cuando pudo, o por el volantazo de Arrimadas hacia Sánchez en la peor curva. Incluso por no tener a un Iván Redondo capaz de colocar una cáscara como Illa de candidato triunfador, como si ganara un huevo Kinder. En realidad yo creo que Cs no debería extinguirse. Creo que sigue haciendo falta un partido con esos principios, aunque sean tan singulares y pesados que su propia inercia le haga ir desfasado, que no es lo mismo que estar equivocado: Rivera se fue y tenía razón.

He dicho principios, no me refiero al logo o al escaparate. Por eso Cs debería aclararnos si, en este último vaivén o nutación, cabe colaborar con la antipolítica total que es el sanchismo. Si un partido sostenido campanudamente, como decía, sobre la ciudadanía y la realidad antimitológica puede pactar con el sanchismo, que no actúa sobre la realidad sino sobre el lenguaje. Si Cs pretende hacer política útil (para el ciudadano) con quien ha desertado de la política por el macizo poder y la bella apariencia, con quien ha troleado a todos sus socios, con quien sólo ejecuta malabares performativos. Si es así, quizá debería extinguirse, no por inmoralidad o mediocridad sino por pura aporía. En cuanto a los padres fundadores, es normal que se quejen por lo mal que les han cuidado el castillo, las chimeneas y los galgos durante el largo viaje intelectual a vapor alrededor de sus cabezas, llenas de lógica y hasta de mareas.

Pedía mi admirado Arcadi Espada el otro día un Manifiesto por la Extinción de Ciudadanos, con un exceso de biología quizá, demasiada biología para un muerto, aunque uno aún puede recrearse en los hongos y coleópteros que nidifican el cadáver. La verdad es que Cs está teniendo un final caníbal y mal hervido, hay quien se lleva al Senado un pie cercenado, como un pie de elefante de rey africano; hay quien se lleva un brazo fláccido para el PP, hay quien conserva el tronco del muerto como un lomo a la orza, y hay quien se lleva el cráneo para hacerlo cáliz o cenicero. Algo así está haciendo la intelectualidad de Ciudadanos, que son como santos patrones que nunca entraron en realidad en política, sino que sólo inspiraban en domingos y fiestas de guardar, mandando palomas por las vidrieras y las columnas de prensa. A lo mejor por eso sólo quedaron en el partido mercenarios, realquilados y guapitos de cara.

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