Toda la izquierda contra Díaz Ayuso y toda ella con los dos mismos argumentos: uno, sostener que la Comunidad de Madrid es la que tiene peores datos de la pandemia en términos de contagios y responsabilizar a la presidenta de esos datos; dos, colgar de sus espaldas la versión de que la capital es la única meta soñada de todo europeo, fundamentalmente francés, que quiera pasar un par de noches de juerga y alcohol.

El primer argumento es falso porque hay otras comunidades que están por delante de la madrileña en las tasas de incidencia –Navarra–, otras están prácticamente a la par –País Vasco– y porque las cifras varían mucho en función de las circunstancias, muy inestables, en las que se encuentra el país.

De todos modos, y aún siendo importante el primer parámetro, lo es aún más el que apunta al número de fallecimientos que se produce en cada territorio por cada millón de habitantes en la última semana y en ese caso los datos de Madrid están por debajo de los de cinco comunidades y los de las dos ciudades autónomas.

Pero, insisto, los datos cambian cada día, el temor a que estemos ante el comienzo de una cuarta ola se extiende por España entera y si ese temor se confirma no habrá comunidad que se libre de ese azote.

El objetivo de la campaña contra Ayuso es forzarla a hacer algo que, salvo un cambio dramático de las cifras de contagio, no va a hacer: cerrar la hostería, los parques y las calles

Es por eso un argumento muy endeble el que parece querer adjudicar al gobierno de la señora Díaz Ayuso la responsabilidad del aumento de los contagios que se puedan producir en todo el país de aquí al día de las elecciones. Y el reproche que se le hace de que los visitantes estén llenando las calles de la capital y los pisos donde se celebran fiestas clandestinas tampoco se sostiene sobre una base seria.

Primero, porque los extranjeros vienen a España porque pueden hacerlo, porque hasta hace nada el aeropuerto de Barajas ha sido una zona prácticamente libre de controles como lo han sido las fronteras terrestres. Y esa es una responsabilidad exclusiva del Gobierno central sobre la que Ayuso no tiene competencia ninguna.

Segundo, porque los turistas que llegan a nuestro país no recalan en Madrid precisamente sino en Barcelona, Alicante, Valencia, Baleares o Canarias y hay datos que lo confirman. En todos esos lugares se producen concentraciones masivas en lugares públicos y también numerosas  fiestas clandestinas. Cosas todas ellas muy reprobables pero no exclusivas de Madrid como machaconamente repiten ahora los partidos de la izquierda.

Tenía su gracia un tuit del alcalde de la capital José Luis Martínez-Almeida que colgaba una foto de la playa de la Barceloneta atestada de gente bajo el siguiente comentario: "Estremece ver estas aglomeraciones por la calle de Alcalá". Y eso es porque previamente en TVE se habían emitido la imágenes de esa misma playa con el siguiente rótulo: "Desfase de turistas en Madrid", lo cual roza ya lo risible.

El objetivo obvio de esta campaña es forzar al gobierno madrileño a soportar la culpabilización de la sociedad hasta un extremo tal que le lleve finalmente a hacer algo que, salvo un cambio dramático de las cifras de contagio del Covid-19 que empeoraran decididamente el panorama inmediato, no va a hacer: cerrar los restaurantes, los bares, las casas rurales, los parques y las calles de la ciudad.

A los partidos de izquierda les irrita especialmente que el sector de la hostelería, y no sólo los empresarios sino los empleados de todos esos establecimientos, le estén profundamente agradecidos a la presidenta de Madrid porque les ha permitido por lo menos seguir respirando, evitando así la condena a muerte que se cierne sobre esos mismos negocios en otras comunidades españolas.

La apuesta es arriesgada porque se le puede acabar yendo de las manos al equipo de Ayuso pero hasta hoy las curvas que ofrece Madrid no son radicalmente peores que las que se dan en los demás territorios españoles.

La diferencia fundamental es que en esta comunidad, donde el PP lleva gobernando 26 años, se van a celebrar elecciones dentro de más o menos un mes. Y esa de la pandemia es el arma más poderosa que tanto el PSOE como Más Madrid como Podemos pueden esgrimir contra esa realidad política que parece que va a consolidarse el 4 de mayo.

Las apelaciones a contagios masivos y a la llegada de la cuarta ola –es decir, de más sufrimiento y más muertes– a esta comunidad por culpa de la gestión negligente de la señora Ayuso lo que están haciendo es llamar al miedo.

Lo que se busca no es solo un incremento de la abstención producido por ese miedo que se está empezando a aventar en todos los actos de precampaña que se están produciendo ya, sino la adjudicación a la señora Díaz Ayuso de la culpa todo incremento de los ingresos hospitalarios y de todos los fallecimientos que se vayan a producir en las próximas cuatro semanas.

Esta táctica ya se vio hace unos años, en este caso contra el gobierno de Mariano Rajoy, cuando se produjo la crisis del ébola, incomparablemente más leve y menos letal que ésta que padecemos hoy. Pero el sistema es el mismo: agrandar hasta el extremo la responsabilidad directa del gobernante del PP en toda pérdida que se contabilice.

No es previsible que los esfuerzos de la izquierda por colgarle todas las culpas de la pandemia a Ayuso vayan a frenar su ascenso de cara al 4-M

No son para olvidar las manifestaciones de individuos llenos de ira que llamaban asesino al presidente de aquel gobierno porque se había decidido sacrificar al perro de la enfermera contagiada, que afortunadamente salió sana y salva de aquel contagio.

Esto es, por supuesto, otra cosa infinitamente más grave y más mortífera que aquello. Pero la táctica es la misma: focalizar en el gobierno popular todo lo malo que suceda y culpabilizarle en exclusiva de ello.

Los partidos de izquierda que concurren a las elecciones municipales en la comunidad de Madrid no lanzarán de aquí  al 4 de mayo un solo reproche al Gobierno de Pedro Sánchez en lo que tenga que ver con su responsabilidad en la llegada de cierto número, nada masivo por otra parte, de visitantes extranjeros a varias de nuestras ciudades mientras los españoles no podemos movernos de nuestra comunidad bajo pena de cuantiosas multas.

No, todos los ataques irán dirigidos a la presidenta de Madrid y a ella se la hará en exclusiva responsable de todos los problemas que padezca la Comunidad.

Pero con esos argumentos no parece que vayan a ir muy lejos. Los sondeos siguen dando a Isabel Díaz Ayuso un resultado creciente en votos y en escaños y ese incremento no está relacionado con el mayor o menor éxito que el equipo de la presidenta pueda presentar en su lucha contra los efectos de la pandemia.

Este apoyo, que parece que va hacia arriba, tiene que ver con una manera de gobernar con la que los madrileños parecen estar mayoritariamente de acuerdo. El acoso al que ha sido sometido el gobierno de Madrid por parte incluso del presidente Sánchez y de otros líderes de comunidades gobernadas por el PSOE está dando, a lo que parece, el resultado contrario al pretendido.

Las acusaciones de paraíso fiscal y la pretensión de los dirigentes de ERC –tan partidarios ellos de la independencia de Cataluña y de la no intromisión del Estado en ningún aspecto de la vida pública de esa comunidad– de que se imponga a la Comunidad de Madrid una llamada "armonización fiscal", es decir, que se le obligue a subir los impuestos, ha irritado profundamente a gran parte de la clase media madrileña que, por primera vez en su historia, ha segregado un sentimiento próximo al cierre de filas en defensa de su modo de vida.

Eso no se había visto nunca, ni en el Madrid capital de España ni en el Madrid comunidad uniprovincial. Y ahora se vislumbra algo muy parecido a una conciencia colectiva que se ha sentido acosada y está dispuesta a defenderse.

Esta es la explicación que puede ser más aproximada para interpretar los sondeos en alza, y creciendo, que dan la victoria por goleada a la actual presidenta. Y no es previsible que los esfuerzos de la izquierda por colgarle todas las culpas de la pandemia vayan a frenar de un modo relevante esa línea en ascenso.

Díaz Ayuso va a intentar conseguir el suficiente número de escaños que le permitan gobernar en solitario. De no ser así, y de alcanzar Ciudadanos el umbral del 5% de los votos exigibles para tener representación en la Asamblea de Vallecas, se apoyaría en los diputados de Cs que, después de la experiencia padecida en Murcia y en Castilla y León, no van a prestar sus votos a una hipotética coalición de la izquierda con PSOE, Podemos y lo que quede de Más Madrid.

Y aún en el caso de que Edmundo Bal y los suyos no logren entrar en el parlamento madrileño, lo que es seguro es que Vox, con Rocío Monasterio a la cabeza, nunca facilitaría esa clase de gobierno de la izquierda. Antes se queda fuera de un pacto de coalición con el PP pero apoyando a Ayuso desde las filas de la oposición.

Por eso el viento sopla en todos los casos a favor del rumbo que ha elegido tomar la líder del PP.

Toda la izquierda contra Díaz Ayuso y toda ella con los dos mismos argumentos: uno, sostener que la Comunidad de Madrid es la que tiene peores datos de la pandemia en términos de contagios y responsabilizar a la presidenta de esos datos; dos, colgar de sus espaldas la versión de que la capital es la única meta soñada de todo europeo, fundamentalmente francés, que quiera pasar un par de noches de juerga y alcohol.

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