Madrid lo ha cambiado todo y hasta a Susana Díaz la vemos crecida, ella que ya era la muerte política misma, folclorizada en vivos colores trianeros o mexicanos. Cuando Sánchez le ganó a Susana las primarias, él era el mártir, venía apaleado y manteado por el aparato como por doñas y maeses crueles y cervantinos, igual que un cristobita. Sobre todo fuera de Andalucía, no gustó esa imagen de un PSOE como el rodillo de amasar particular de Susana, y Sánchez se convirtió en el candidato del militante frente a ese feo aparataje de poder y tirones de pelo. Pero ahora el rodillo es el sanchismo, que se ha revelado como una máquina de marketing y estribillos de radio de topolino que atropella a la tradicional y sentimental jerarquía territorial del partido. Hasta a los viejitos se lleva por delante (Nicolás Redondo, Leguina o el pobre Gabilondo). Es como si Sánchez estuviera pegando al padre e incendiando la casa. Y eso tampoco gusta.

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