Sánchez quiere hacer con esto del 2050 otra Transición, que va a durar más de lo que le va a durar a él la presidencia y hasta el flequillo, que va a durar casi lo que otro franquismo. Sánchez y Redondo recurren a calambrazos futuristas a la vez que a viejos latines (la Transición nos parece ahora que se hizo en un latín de Tarancón), y la cosa queda en una especie de santería espacial, como de Raticulín. La verdad es que uno concibe pocas cosas más urgentes y raudas que la Transición, que fue como la mudanza de toda aquella España de estilo Remordimiento y escritorio de médico particular. La Transición no planeaba hacer nada mirando al año 2000, sino para ya, y rapidísimo, antes de que se levantara otra vez Franco de su tumba, que era como una gran peseta en el suelo. Se pasó de una dictadura de monjas sargento a la constitución más avanzada de Europa en menos de lo que tarda Sánchez en cambiar de colchón, así que pocas comparaciones con el 2050, que es una fecha como de Star Trek.

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