Teresa Rodríguez ha reconvertido su izquierdismo ortodoxo, ferroso e inflexible en andalucismo confuso, coral y ojival, o en eso está. No es muy complicado hacer regionalismo amable con lo andaluz, que siempre parece un regionalismo como de Chanquete, con barquito utópico, budismo de caña de pescar y tomates calientes cogidos a pares de la mata, como por un Jesús siempre con la parábola de hambre para su público de hambre. Andalucía es pobre y sólo quiere dejar de ser pobre, no es igual que esos otros que quieren apartarse del África de España como en una barcaza de Cleopatra, maciza de algún oro anacrónico de un Colón catalán. La Arbonaida, la estelada de Andalucía, sólo parece, como mucho, una bandera con lágrima tatuada. El andalucismo, regionalismo renegrido que viene de pobres renegridos y zumos renegridos, claro que parece amable. Otra cosa es que entre anticapitalistas asamblearios y plateros de chorritos morunos salga algo coherente o útil.
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