Yo sí creo a los mossos que acompañaron a Puigdemont. Yo sí los veo en Waterloo montándole los muebles como elfos, la cama como la de Ricitos de Oro, con el cabecero de madera tallado como una casita de pájaros; las mesas de Richelieu como galeones de secano de un conspirador de secano, los zapateros para zuecos de la patria y zapatitos de cristal, los sofás de marajá decorados como globos de los Montgolfier, las comoditas como clavecines, la mecedora con balanceo y armazón de diligencia desde donde mirar el horizonte y tocar el banjo, y hasta un perchero para pelucas como para sombreros de hongo. Yo veo a los mossos soplando viruta y desplumando gansos y pintando un templete y hasta dándole a los setos forma de cupidos. Yo veo escuderos cargando con el baúl y con el orinal cartujano, y peinadores consagrados como las vírgenes vestales, y al policía encargándose igual de guardar la vida que la librea del señor. A quien le extraña lo que pasa en Cataluña es porque no entiende esto.

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