No se preocupen, que el Gobierno de coalición no peligrará hasta que le convenga a Sánchez, hasta que le vayan cuadrando las fechas en su calendario de bombero. Está ahora el personal muy pendiente de la salud de la coalición de gobierno, que nunca tuvo salud, ni se puede llamar coalición, ni creo que se propusiera en realidad gobernar, sino ir haciendo un paripé mezcla de pressing catch y radionovela estilo Víctor Hugo. Si se divorciaran, sería como si se divorciaran los Roper. Podemos pide que dimita Batet por obedecer al Supremo (ellos sólo obedecen a murales del pueblo pintados en naves de cosechadoras) y, sí, Calviño y Yolanda Díaz nunca van a llegar a un arreglo entre el mercado laboral y el koljós de rábanos. Pero no es nada nuevo. Iglesias hablaba de presos políticos y tampoco hubo más que risas enlatadas.

Lo mismo alguno se habrá caído de la silla al comprobar que Podemos no reconoce la jurisdicción de los tribunales, ni el imperio de la ley, sino sólo esa temperatura de pueblo que ellos se miden cada día en el sobaquillo tropical de su lucha, y que siempre les da la razón, por supuesto. Lo mismo alguno se ha sorprendido de que Sánchez no haya dicho nada ante estos justicieros de setillo, ni haya expulsado del Gobierno a la ministra Ione Belarra, guerrillera del tuit. Si alguien ha flipado con esto, no sé dónde ha estado estos últimos dos años.

Hay mucho tiempo aún para ir desplumando jueces, desmontando las instituciones y desmoralizando a la democracia

Yo creo que estamos asumiendo que Podemos quiere gobernar (o incluso que Sánchez quiere gobernar), pero no es así. Iglesias se marchó precisamente por eso, porque no entendía qué era eso de estar en el Gobierno, ahí reuniéndose semanalmente como en una vinoteca y saliendo a hablar de vez en cuando como el presentador de la gala de Miss Mallorca, pero viendo que seguían ahí fuera el capitalismo exuberante, los fachillas grasientos, los toreros joteros, los jueces con ajuar de puntilla y loza, y hasta Florentino con su acuario de futbolistas. Un Gobierno en el actual marco ya es algo facha, ya es algo monárquico, ya es algo burgués, ya es algo corrupto. Lo que haya que hacer no será gobernando ahí ni rezando a los Tàpies de la Moncloa que parecen hechos con jugo de billetes de todos los colores. Será dinamitándolo.

En Podemos no trabajan para gobernar, que ya gobiernan y no saben qué hacer, no saben ni redactar leyes, que les quedan entre decreto de emir y fiesta de la copa menstrual. Podemos trabaja para que un día sea posible su revolución, en la que no habrá fachillas ni toreros ni jueces ni Florentino con corbata de rodaballo, sólo ellos delante del mural del pueblo, un poco ario de espigas y mentones. Para hacer eso deben socavar las instituciones, los poderes del Estado y los valores de la democracia, y a eso se dedican. Iglesias lo hace fuera, en catacumbas de ironía y carcoma, que es lo que mejor se le da, pero hay ministras que han visto que también puede servir a la causa llamar corrupto al Supremo bajo un amanecer centrifugado de Tàpies, o preparar el siguiente asalto al cielo como tras el libro de recetas de la Moncloa.

Claro que van a atacar a los jueces, tan apetecibles siempre con su cosa de regaliz antiguo. El manual del autoritarismo siempre empieza por declararlo todo podrido, por prometer devolverle al pueblo su preponderancia arrebatada y por intentar desmontar cualquier mecanismo de control contra el abuso y la acumulación de poder. Los primeros objetivos suelen ser la prensa y los jueces, que salen como del mismo telar. Es lo que estamos viendo hacer, sin disimulo, sin pudor por las contradicciones. Ignacio Escolar se escandalizaba con lo de Alberto Rodríguez apuntando que el Supremo tiene mayoría conservadora a causa del bloqueo del CGPJ por parte del PP. ¿Es que la legitimidad del Supremo sería diferente si la mayoría fuera progresista? Si es perverso que las mayorías partidistas configuren el CGPJ y por tanto el Supremo, ¿por qué se defiende su renovación con ese mismo método? Sí, hasta los de Podemos hablan del “mandato constitucional” a la vez que no reconocen a los tribunales. La respuesta es que todos esperan su turno, y los más osados incluso que no haya más turnos.

En realidad los jueces no suelen ser esbirros, porque tienen el orgullo del funcionario empollón y además hasta a ellos se los pueden calzar por prevaricar. Todos los partidos han intentado influir en esa capilla de encajes y versículos, aunque la mayoría de las veces ni se nota porque el orgullo de opositor, que es un orgullo como artístico, no concibe mayor recompensa o vanidad que su propia y alta misión. Incluso ese sistema turnista de equilibrios e influencias termina diluyendo la posibilidad de las grandes conspiraciones, aunque más se diluirían si los jueces eligieran directamente sus órganos de gobierno. Todos intentan influir en los jueces, decía, pero Podemos los considera soldados que sólo pueden optar entre la obediencia y la traición. 

Podemos está en guerra revolucionaria, ésta que hemos explicado y que se hace desde fuera pero también desde dentro, y Sánchez está en campaña, como siempre. También Yolanda Díaz está en campaña, intentando reunir todo lo que hay a la izquierda del PSOE y montarlo en un poni para que no parezca Podemos. Sánchez aún necesita tiempo para el olvido, Podemos aún necesita tiempo para ver cómo se monta en ese poni, y Díaz necesita tiempo para que no la confundan con la Mary Poppins de Podemos. Claro que seguirá la coalición, que durará no hasta las siguientes elecciones, sino que durará lo que dure Sánchez. Hay mucho tiempo aún para ir desplumando jueces, desmontando las instituciones y desmoralizando a la democracia. No me extraña que insistan en su lucha de sobaquillo tropical: están pensando que pueden ganarla.

No se preocupen, que el Gobierno de coalición no peligrará hasta que le convenga a Sánchez, hasta que le vayan cuadrando las fechas en su calendario de bombero. Está ahora el personal muy pendiente de la salud de la coalición de gobierno, que nunca tuvo salud, ni se puede llamar coalición, ni creo que se propusiera en realidad gobernar, sino ir haciendo un paripé mezcla de pressing catch y radionovela estilo Víctor Hugo. Si se divorciaran, sería como si se divorciaran los Roper. Podemos pide que dimita Batet por obedecer al Supremo (ellos sólo obedecen a murales del pueblo pintados en naves de cosechadoras) y, sí, Calviño y Yolanda Díaz nunca van a llegar a un arreglo entre el mercado laboral y el koljós de rábanos. Pero no es nada nuevo. Iglesias hablaba de presos políticos y tampoco hubo más que risas enlatadas.

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