En Madrid, siempre de manifestódromo y cencerrada, como el Rastro de todos los desvanes, rapacerías y penurias de España, la gente espera a ver qué hace el PP ahora, en la protesta del sábado o en la presentación del libro de Cayetana. El partido da el morbo de las herencias familiares con velo, pañuelito, viñedo y sangre, y eso que todavía no hay nada que heredar, sólo una sede maldita, con cofres y fantasmas como confederados, y unas encuestas que Casado parece rebatir preparándose únicamente para la derrota, dos derrotas en realidad, ante Sánchez y ante Ayuso. Temen encontrarse y no encontrarse, ser criticados y ser ninguneados, ir a sonreír y que se les quede mueca de payaso con costura en la boca. El ambiente es enfermizo, pueril, vergonzoso. En Madrid ya esperan a ver qué hacen como si fueran princesas de Telecinco, ligues de Ronaldo, famosos de Bertín. Parece que en el PP no se preparan para gobernar, sino para contar sus agravios con patrocinio de yogures para cagar.
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