Pedro Sánchez se ha ido a la Expo de Dubái buscando dinero, inversiones, oportunidades, grifería de hipogrifos de oro quizá. El presidente ya es algo así como el Pocero. Hasta tiene allí esa mirada de estar visualizando grandiosos mazacotes erigidos sobre pedregales y desiertos, seguramente por esos obreros de Florentino que son como los Minions. Parece que estamos condenados a que el dinero siempre esté por ahí fuera, en Bruselas, adonde va Sánchez perdido y necesitado como un ratoncito de laberinto, o en Arabia, adonde va Sánchez como un explorador con sombrilla. En la Expo de Sevilla uno sólo buscaba agua o esa forma enlingotada del agua que es la cerveza (aquel pabellón de Cruzcampo como una fábrica de Willy Wonka derritiéndose ante los ojos). A la Expo de Dubái, sin embargo, va la gente a buscar dinero, que es la cerveza o el sol de allí. Se diría que en España sólo producimos las carencias, las exigencias y los abanicos para aliviarlas o apremiarlas.

Sánchez se ha ido a Emiratos Árabes, que es un país entero flotando sobre dinero líquido igual que Sánchez flota en su colchón. Aquello es exactamente Las mil y una noches, o sea un medievo exuberante y acebollado, hecho de pirulís, puntas rizadas, joyerío, fantasía y barbarie. Aquello es una lámpara mágica, está lleno de lámparas mágicas y manos gordezuelas frotándolas y pidiendo rascacielos absurdos y veleros de mármol. Para nosotros el dinero es algo que hay que buscar o minar, pero allí el dinero es algo que sale al soplar, como las burbujas salen del jabón o la caspa sale de los bigotes de los jeques. Nosotros hicimos una Expo con nuestra sed, que es lo que teníamos, y ellos hacen una Expo con su dinero, que todo allí está hecho de dinero como esas cosas que están hechas de Lego, lo mismo un edificio que una palmera, lo mismo una ola que una peluca. Y a ver qué va a hacer Sánchez, sí es ahí donde está el dinero, y el dinero hace falta para la recuperación y para que los indepes le voten las ocurrencias.

Por Arabia, las monarquías hacen que nuestras borbonadas parezcan lerrouxistas y las teocracias hacen que nuestro nacionalcatolicismo parezca afrancesado. Pero ahí está el dinero y ahí hay que ir"

Yo creo que todo aquello de los Emiratos Árabes es montable y desmontable, que los edificios y las islas se mueven como se mueven los lingotes o los libros, aunque allí hay pocos libros y sólo parecen ladrillos o cenefas. Los ríos son desmontables, la luna es desmontable, los bigotes son desmontables, las molleras son desmontables como mesas de mármol de café. Aquello, en fin, no es un país, sino un diorama o un belén. Hasta son desmontables los derechos humanos, la ley, la prensa y la mujer, apenas un recortable al que igual se le pone el ombligo esmeraldado que la batamanta hasta los ojos. Yo creo que el Emérito se fue allí porque podían montarle sin problema una monarquía para él solo, más algún amigo de España que venía con un cortador de jamón como el que viene con una alfombra persa.

En Dubái y por allí no son precisamente ecológicos ni feministas ni republicanos, pero ahí va Sánchez, al dinero, como en la Expo de Sevilla se iba uno a la fuente, que a eso lo llamaban “microclima”, como si llamaran microclima al botijo. El dinero no tiene que ser bonito ni moral, sólo tiene que ser dinero. Hasta para Sánchez, me refiero. Sánchez se ha ido a Dubái para admirar las mil Giraldas de oro macizo que tienen allí, y para visitar nuestro pabellón en el que nos hemos esmerado por hacer un arabismo de vendedor de babuchas. Pero más que nada se ha ido para buscar dinero, que aún parece más dinero con esa ambientación de geografías y puestas de sol todas de jaspe.

Sánchez no es ningún asceta de la izquierda, o quizá es que el ascetismo de la izquierda se queda sólo en enterrar las pesetas de Franco y comer sólo cerdos hermosos y libérrimos como mozas de égloga. Por Arabia, las monarquías hacen que nuestras borbonadas parezcan lerrouxistas y las teocracias hacen que nuestro nacionalcatolicismo parezca afrancesado. Pero ahí está el dinero y ahí hay que ir, que lo mismo se les antoja una refinería de estilo churrigueresco, o la estatua de una flamenca alta como la Estatua de la Libertad, o tener un Real Madrid allí como un ajedrez de marfil. O lo que haga falta, que allí el dinero es el aire, o el aire es dinero, mientras aquí el dinero sólo es asfixia, agonía, necesidad, la búsqueda del pobre como la búsqueda del sediento, en el desierto árabe o en nuestra Expo sevillana, donde hasta Curro llegó a ser náufrago.

Sánchez se ha ido a la Expo de Dubái, pero aquello siempre es una exposición, que todo parece una maqueta y hasta el Emérito se diría que está en su pinacoteca o en su trono del museo de cera. Lo que exponen en realidad todo el tiempo es dinero, y eso es lo que quiere Sánchez, ese dinero que nunca está aquí, que siempre hay que buscar en expediciones al norte, o en pozos de arena, o en la historia que nos robó todo como si nos robaran Bagdad. No sé si en Dubái a Sánchez le quedaba algo de izquierda o algo de Sánchez, o era allí precisamente donde se demostraba toda la izquierda y todo lo Sánchez que puede llegar a ser. Por entre un dinero hecho cuarzo, bajo rascacielos como columnas por las que va trepando el medievo hasta su cielo, Sánchez buscaba inversiones o repuestos. Como para probar que seguía siendo él, también allí habló de eso de “arrimar el hombro”. Había ido muy lejos a por grifería, pero sigue queriendo mano de obra barata o gratis.

Pedro Sánchez se ha ido a la Expo de Dubái buscando dinero, inversiones, oportunidades, grifería de hipogrifos de oro quizá. El presidente ya es algo así como el Pocero. Hasta tiene allí esa mirada de estar visualizando grandiosos mazacotes erigidos sobre pedregales y desiertos, seguramente por esos obreros de Florentino que son como los Minions. Parece que estamos condenados a que el dinero siempre esté por ahí fuera, en Bruselas, adonde va Sánchez perdido y necesitado como un ratoncito de laberinto, o en Arabia, adonde va Sánchez como un explorador con sombrilla. En la Expo de Sevilla uno sólo buscaba agua o esa forma enlingotada del agua que es la cerveza (aquel pabellón de Cruzcampo como una fábrica de Willy Wonka derritiéndose ante los ojos). A la Expo de Dubái, sin embargo, va la gente a buscar dinero, que es la cerveza o el sol de allí. Se diría que en España sólo producimos las carencias, las exigencias y los abanicos para aliviarlas o apremiarlas.

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