Muchos meses de negociaciones, de tiras y aflojas entre el Gobierno y los agentes sociales, siempre con la espada de Damocles de Bruselas sobre la testa, el Ejecutivo de Sánchez ha cerrado, por fin, el círculo de la reforma aboral. Tras su aprobación por decreto en el último Consejo de Ministros del pasado año tocaba ahora su convalidación parlamentaria. Un trámite que se ha producido, sí, aunque de una forma completamente chusca, inesperada y rocambolesca.

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