Lo que vimos ayer en Madrid fue un grito de angustia y de cólera, ambas cosas sumadas. Cientos de miles de agricultores, ganaderos, cazadores, apicultores, criadores de toros bravos... El campo clama contra su abandono por parte del Gobierno por múltiples razones, una de las más importantes es porque no ha puesto límite alguno a la subida estratosférica del precio de los piensos y últimamente de los carburantes.

"Y esto no es de ahora, por la guerra, esto viene de mucho antes" decía un ganadero que se manifestaba ayer junto a más de 100.00o hombres y mujeres del mundo rural. Y lo explicaba con datos: " A finales de 2020, el maíz estaba a 180 euros la tonelada; ahora está a 420 euros. La soja, la proteína más usada, estaba en 360 euros; hoy ha pasado a 620. La cebada ha crecido de 180 euros a 420 y la colza ha pasado de 200 a 500 euros".

«En los últimos 15 días, los piensos han subido un 30%, pero antes ya habían crecido otro 40 o 50%». Lo que ha incrementado de manera brutal, y eso sí es debido a la guerra en Ucrania, es el coste de los carburantes: "El gasóleo, de 45 céntimos a un euro y medio", se queja otro. Por eso gritan a voz en cuello: "Nos estamos ahogando".

Esta protesta masiva se ha organizado con el apoyo de numerosas organizaciones rurales pero también por el procedimiento de contacto a través de las redes sociales, con lo que queda claro que las movilizaciones se van a hacer en el futuro en multitud de ocasiones al margen de la postura de las organizaciones clásicas de CCOO o de UGT, dos centrales sindicales que han estado completamente al margen del movimiento de airada protesta del campo español traída ayer a Madrid. Han aparecido otros influencers que no tienen nada que ver con los y las jovencitos/as de moda. Estos son los influencers del campo que, según se publicaba ayer, suman entre todos más de 2,5 millones de seguidores. Una fuerza poderosa.

Los sindicatos tradicionales han quedado así sobrepasados por la realidad que se vive en el mundo rural, realmente en el límite de de sus fuerzas, agravado todo ello en los últimos días por otra huelga, la de los transportistas autónomos -con el apoyo de muchos conductores asalariados- que están provocando, por ejemplo que "las alcachofas se me pudran en las cajas"; que "se caigan las naranjas de los árboles porque es más barato que venderlas"; que un número considerable de ganaderos productores de leche se vean obligados, por si fuera poco su estado de angustia, a tirar la leche porque no hay quien vaya a recogérsela y que la industria láctea se haya visto obligada a parar su producción porque no le llegan los materiales.

Y lo mismo -la representación tradicional sobrepasada por la realidad de los movimientos que se convocan a través de las redes- sucede en el sector del transporte en el que las organizaciones patronales han comprobado como ya no son capaces de desactivar las movilizaciones.

Hace muy mal el Gobierno atrincherándose, como ha hecho la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, al negarse a recibir y a escuchar las reclamaciones de los transportistas que no pertenecen a las patronales con las que ella sí está dispuesta a negociar. Primero, porque es indiferente que los huelguistas voten a uno u otro partido y, segundo, porque con sus declaraciones permite pensar que no está dispuesta a escuchar más que a quienes estén encuadrados en organizaciones que a ella le parezcan bien.

No señora ministra, usted está ahí para afrontar los problemas que se planteen en el sector, y con mucho mayor motivo, si esos problemas redundan en claros perjuicios para las industrias y para los productores de sectores muy diferentes.

Esperemos que esa cantinela de "la ultraderecha" a la que se ha abonado una parte considerable del Gobierno acabe por ser abandonada porque, además de irritar a quienes no pertenecen a esa posición ideológica y empujarles así con mayor ímpetu contra el propio Gobierno, están perdiendo la batalla. De tanto sobar el nombre, éste cada vez pierde más fuerza y se está convirtiendo al final en un mero latiguillo gubernamental desprovisto de toda fuerza.

No deberían los miembros del Gobierno intentar condenar por razones ideológicas a un sector que solo busca poder vivir de su trabajo y que se siente ignorado y despreciado por sus gobernantes. Entre otras razones porque en ese caso perderán su apoyo si es que alguna vez lo tuvieron.

No creo que el ministro de Agricultura, Luis Planas, caiga en semejante error porque no es tan simple -simple de simpleza, no de simplicidad- y, al contrario, es una de las cabezas más brillante, si no la más, de este Gobierno acosado por las protestas de tantos hombres y mujeres que vinieron ayer a Madrid a que se escuchara su grito.

Pero es que el presidente del Gobierno sigue sin mover ficha, empeñado como está en que las medidas contra el brutal incremento de los precios energéticos y agroalimentarios sea una decisión conjunta de todos los miembros de la UE.

Y mientras el Ejecutivo español no hace nada, mientras espera el santo advenimiento, vemos como Francia toma medidas. Su primer ministro anunció la semana pasada la rebaja de impuestos y la aprobación de ayudas directas para paliar los efectos de la crisis. Por ejemplo 400 millones de euros para paliar la subida de carburante que afecta los transportistas.

El gobierno francés pretende luchar a corto plazo contra sus consecuencias económicas directas pero también preparar al país para reducir su dependencia energética, mucho menor, por cierto, que la española porque tiene casi 50 centrales nucleares activas y se dispone a construir ocho más en los próximos años.

El gobierno italiano también se ha movido ya. Por lo pronto ha decidido una rebaja fiscal en los impuestos especiales de hidrocarburos. Y además se dispone a reducir gravámenes que abaraten los carburantes.

Portugal ha movido ficha igualmente y va a bonificar con hasta 30 céntimos por litro el gasóleo durante los tres próximos meses además de aplazar el pago de sus impuestos. Y Polonia, que ha rebajado el IVA de los combustible al 8% desde el 23% que tenía hasta ahora y reducir a cero el que gravaba el gas natural y los fertilizantes.

Todo esto lo ven nuestros agricultores, nuestros ganaderos, nuestros transportistas mientras asisten a la pasividad más absoluta del Gobierno de España, a la espera de que regrese Pedro Sánchez de su gira con las tablas de la ley en la mano para empezar a actuar. Pero es evidente para cualquiera que tenga ojos, que ya llegan muy tarde.

Ayer lo dijo el representante de una organización agraria, "Si no nos hacen caso, volveremos".