Sánchez parece que vuelve siempre de Europa como un guapo vuelve de los casinos, ganador, satisfecho, enérgico, con esa pajarita deshecha de los trasnochadores elegantes y un as de corazones de carmín mojándole la oreja. Pero la verdad es que en Europa a Sánchez lo suelen revolcar, esta vez también, así que, más que un guapo que rindió a la suerte y acertó con una aceituna de martini en un escote rococó, él sería un banderillero fondón que regresa con cojera, una banderilla tronchada y un siete en el culo rosa como en una silla tapizada de comedor. No, Sánchez no logró lo que quería, su propuesta de desligar el gas del precio de la electricidad, y que además ya sabía que no saldría (bastaba con saber contar). Lo que ha logrado es que le dejen hacer lo que, básicamente, ya permitía la UE desde el 8 de marzo. ¿Qué ha hecho Sánchez todo este tiempo? Pues por lo visto ensayar cómo desanudarse la pajarita con una mano, como una pastorcita de égloga que se desata los lazos para el poeta.

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