Feijóo, ya santo sevillano de Santa Cena con farol y mesa camilla, ya padre de cuando seas padre comerás huevos, ya líder de este nuevo PP de la liga gallegoandaluza, que suena a entente naval o a futbito; Feijóo, decía, quiere dejar las cosas claras desde el principio, matizando qué clase de moderado es, o, mejor, qué clase de moderado no es. Cuca Gamarra, que estrenaba cargo, doctrina y diarquía delante de pertinentes azules bizantinos, se encargaba de acotar que “no hay que confundir la moderación con la sumisión ni la vocación de entendimiento con el entreguismo al Gobierno”. Parece una obviedad, excepto para Sánchez, que ya sabemos que cualquier negativa a sus deseos engorda al virus dentro de la célula, engorda a Abascal dentro de sus enguatados de maruja y engorda a Putin dentro de su bañera de sangre. Pero esa obviedad no nos aclara qué moderación es la de Feijóo, que lo mismo él la confunde con el bienquedismo, el bonachonismo, la borrosidad o el festival de la dulzaina.
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