Se cumplen 10 años de aquel elefante de Botsuana, abatido como una pieza del paleolítico, 10 años en los que el elefante se ha hecho rey de los republicanos y el rey emérito se ha hecho alfombra de piel de elefante. Creíamos que teníamos un rey de la Transición y entonces nos enteramos de que teníamos un rey de documental caníbal, un aventurero de mosquitera y un ligón de Mogambo. O teníamos todo eso a la vez, así que a los juancarlistas se les desmitificó el rey manuelino, siempre un poco como portugués, con su iberismo melancólico, y los republicanos empezaron a confundir la república con la caza mayor del elefante real, como una caza de bosquimanos, para alimentarse o para hacerse taburetes con las patas. Los republicanos se enfurecen aún más que los monárquicos cuando los reyes no son virtuosos y ejemplares, y eso es otra de las muchas cosas que hemos aprendido gracias al elefante, que ya se ha convertido en una nube en el cielo, como en los dibujitos, más que en un trono de huesos.

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