Margarita Robles ha reconocido que aún tiene un móvil ladrillo, de 2009 o por ahí, que es como llevar en el bolso una plancha de carbón, y quizá por eso mismo ha defendido al CNI como se defendería al gremio de carteros del zar. Parece que hay otra guerra fría más, que no es con Putin, con Marruecos, con Podemos ni con Rufián y su secta con gorro de hebilla, sino entre la Moncloa y lo que queda de otro PSOE que quizá ya sólo es Margarita Robles con su plancha de carbón institucional y su despacho de coronela. Robles aún defiende al CNI como defiende su móvil 3G, por una cuestión de sentimentalidad, lealtad y hábito. El CNI no puede defenderse, su secreto es también penitencia, sólo tiene a Robles con su juramento de marino y su librito de códigos, viejo como un misal, para interponerse. La Moncloa, pagoda sanchista entre la santidad y la postalita, no puede ser la responsable (nunca lo es). O sea, que entre los que culpan al CNI y los que culpan a la Moncloa ya sabemos quién va a ganar.

Margarita Robles ha dicho sentirse “particularmente orgullosa” de nuestro Servicio Secreto, pero ese orgullo a uno le parece que tiene algo de orgullo de entierro de soldado, cuando se pliega la bandera como un embozo de hijo. Yo diría que la directora del CNI está condenada por lógica política, más todavía la lógica sanchista, con su resiliencia que más bien es apisonadora. Paz Esteban, que lleva 40 años en la Casa, como un viejo mayordomo curado de espanto y de vanidades, es el chivo expiatorio perfecto. En la Moncloa no van a permitir que rueden sus cabezas de dios de mármol, ni siquiera las gafas de Bolaños, como las gafas de un Clark Kent torpe y falso. Para eso están estos funcionarios resignados ya por el propio oficio, todavía más una espía que no chistará, sino que se irá con su pipa o con su barca de pesca hacia el olvido o hacia una lámina japonesa.

Margarita Robles defiende al CNI cuando nadie lo defiende, cuando defenderlo significa culpar a la Moncloa y a su papa de Palmar de Troya. Félix Bolaños, con la eficacia, la obediencia y la pinta de un dependiente de la camisería de Sánchez, se limitó a decir sobre Esteban que “sigue en el cargo”, obviedad que es como activar la cuenta atrás de su bomba de espía. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, le dio a la jefa del CNI otro picotazo, picotazo del hada de la Moncloa que es ella, argumentando que no podía hablar de “futuribles” cuando se le preguntó sobre su marcha o permanencia. Un Gobierno que no puede hablar de futuribles equivale a un Gobierno que no sabe qué hará, o sea un Gobierno inútil, pero, por supuesto, no se trata de eso. Lo que pasa es que Paz Esteban está condenada desde el principio, como esos secundarios de película de espías, y Sánchez sólo está esperando el momento adecuado en su drama.

Robles y Paz Esteban están hermanadas en esa lealtad del funcionario, que es como una hermandad de espadachines, y quizá incluso estén hermanadas en el destino

Margarita Robles y Paz Esteban están hermanadas en esa lealtad del funcionario, que es como una hermandad de espadachines, y quizá incluso estén hermanadas en el destino. Quiero decir que tras la directora del CNI, que sólo parece una directora de colegio o de museo y a lo mejor eso no satisface el hambre de los indepes de poste y marmita, la siguiente sería Margarita Robles en su ministerio galeón. Ya digo que Robles defendió al CNI no como la que hace una oda al pendón del regimiento, sino sabiendo que esa defensa significa acusar directamente a Moncloa. Moncloa, por su parte, responde a través de silencios de Bolaños, inquietantes como silencios de confesor o de barbero, con pellizcos de Isabel Rodríguez y con filtraciones a los afines, adeptos, adictos y demás sobre la ineptitud del CNI, desde el 1-O o desde Viriato. Sí, suena a guerra fría aunque sea guerra fría breve.

Uno ve a Paz Esteban condenada o póstuma, como la dueña de sombrerería que parece, y no muy lejos diría que está Margarita Robles, que se ha atrevido a poner la dignidad de las instituciones por encima del palacete de nata de la Moncloa. Quizá estaban condenadas desde el principio, en meditada secuencia dramática. Si el Gobierno no hubiera revelado que les habían espiado, que es como revelar unos cuernos de dimensiones intercontinentales, apenas quedarían acusaciones periodísticas y paranoias de Puigdemont buscándose micrófonos en el pelo como en el pajar. Robles podría seguir diciendo que todo es legal y en todo caso secreto, y los indepes seguirían cabreados. Lo que ha hecho el Gobierno ha sido provocar una situación en la que acusa al CNI directamente, levantando su penumbra de ala de sombrero, y proporciona así la cabeza de porcelana de su directora o, incluso, de su ministra. El ridículo o el sacrificio de todo el país es un precio barato para esta ofrenda.

Margarita Robles defendía al CNI, un CNI noble o un CNI de tebeo o quizá las dos cosas, igual que defendía su móvil, antiguo, pesado y todavía útil, como un almirez. Está uno por decir que Robles es el único miembro del Gobierno que no parece un pastorcito de Lladró en la Moncloa hortera y santera de Sánchez, que es como la catedral de Mejorada del Campo de su persona. En realidad da igual si en esto de Margarita Robles hay guerra fría o sólo hay un último desplante de dignidad, como la de un comandante de fortín. Ya sabemos quién va a ganar, que es el que gana siempre.

Margarita Robles ha reconocido que aún tiene un móvil ladrillo, de 2009 o por ahí, que es como llevar en el bolso una plancha de carbón, y quizá por eso mismo ha defendido al CNI como se defendería al gremio de carteros del zar. Parece que hay otra guerra fría más, que no es con Putin, con Marruecos, con Podemos ni con Rufián y su secta con gorro de hebilla, sino entre la Moncloa y lo que queda de otro PSOE que quizá ya sólo es Margarita Robles con su plancha de carbón institucional y su despacho de coronela. Robles aún defiende al CNI como defiende su móvil 3G, por una cuestión de sentimentalidad, lealtad y hábito. El CNI no puede defenderse, su secreto es también penitencia, sólo tiene a Robles con su juramento de marino y su librito de códigos, viejo como un misal, para interponerse. La Moncloa, pagoda sanchista entre la santidad y la postalita, no puede ser la responsable (nunca lo es). O sea, que entre los que culpan al CNI y los que culpan a la Moncloa ya sabemos quién va a ganar.

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