Cayó la directora del CNI, Paz Esteban, como preveíamos, y lo mismo aún se le puede unir Margarita Robles, que quedarían sus dos cabezas como dos dedalitos de porcelana en la estantería de Pedro Sánchez. Sánchez ya no tiene explicaciones, ni excusas, sólo le queda aguantar la vergüenza, que siempre se aguanta mejor embistiendo. A Edmundo Bal le contestó que ya no lo vota nadie, ésa fue su contraargumentación, como si se metiera con sus gafas, algo que sólo se merece Félix Bolaños, el ministro que tiene el cargo de ministro como unas gafas con nariz, encima de las otras gafas con nariz que ya gasta, me refiero. A los del PP, Sánchez les llamó mangantes, digamos en diferido o en retrospectiva, porque ya lo que le queda a nuestro presidente es retrospectiva, chistes de Alfonso Guerra y recortes del Bigotes como del gato Pumby (ya nadie se acuerda del gato Pumby).

Sánchez hace mucho que no baila en su escaño azul imperial, color baile de Cenicienta, sino que se tambalea grogui o tumefacto, como atropellado por sus propios carros de faraón. Ya está más nervioso que salsero, más faltón que autoerótico y más a la defensiva que a la moda. Nadie, ni siquiera él, especie de Superman butanero, puede aguantar tanta mentira, tanto descaro, tanta mitología ni tanta braga obrera. Él, eso sí, no deja de intentarlo, con un esfuerzo exagerado y como radiofónico de galán pasado de moda y de años. También lo intentan los que están con él, que más que cargos o ministros parecen amigotes de su eterna despedida de soltero, con la misión sagrada de alargar la noche, las copas, el cachondeo, la convidada y la fantasía.

Ahora mismo no sabemos si en el Gobierno, en el CNI y en España manda Sánchez, mandan los indepes o manda Marruecos

Bolaños, ministro de la Presidencia, o sea de la propia presidencialidad de Sánchez, como de su santidad, y que es como tener un ministro para su orinal, orinal de reina, con escenas de caza como una sopera; Bolaños, decía, usaba otro gran contraargumento y acusaba al PP de ser “un partido que sistemáticamente trata de perjudicar a la ciudadanía”. Sánchez ha entregado a la jefa del CNI como si entregara a su abuela con una manzana en la boca, pero eso, por lo visto, es algo que se explica con la maldad intrínseca, mefistofélica y supertacañona de los cicutas del PP. Bolaños creo que servía mejor como lento esbirro del sotanillo de la Moncloa que como arma retórica en vivo, que sólo parece el pelota de la clase recitando batallas o afluentes o lo que toque recitar, así con soniquete de niño de la lotería o de tabla del nueve.

En la tele pública, o lo que sea, vi también a la portavoz del PSOE en el Senado, Eva María Granados, asegurando que la destitución, o sustitución, o transposición de la jefa del CNI no tenía nada que ver con el asunto de los espionajes. Sí, nada que ver, sólo era un cambio casual y normal, cosas de modernizaciones, impulsos y tal, como cambiar las bombillas de un bar o los secadores de una peluquería. Y lo decía con dulzura y sonrisa de florista o de monja de pionono, con lo que uno se daba cuenta de que tomarnos por idiotas le parece ya a esta gente un oficio tan bonito como el de hada madrina. Y sí, también Margarita Robles se ha plegado. Robles no era otro PSOE resistiendo dentro del sanchismo con la nariz tapada y una recia misión, como un buzo desminador, sino otro disimulo del propio sanchismo. Cambio, sustitución, relevo, se liaba Robles, que dicen que ha tragado a cambio de que al frente del CNI esté alguien de su confianza, y no uno con el bigote pintado puesto por Bolaños para hacer juego con él. En todo caso, Robles hace malabares de banderas con la verdad, tampoco tan diferentes a los malabares de sombrillitas que hace Sánchez con la mentira.

Cayó la cabeza de la directora del CNI, rodando casi sin ruido, como una madeja, como estaba planeado, y a lo mejor la sigue la de Margarita Robles, que los indepes siguen mirando como una bola de caramelo o de anís, entre la golosina de recuerdo y la cerámica talaverana. Nada de lo que ha pasado con este sainete de espías de mirilla tiene otra explicación que la que deja el sentido común, no hace falta reformar la peluquería con peluche ni el sotanillo de la bodeguiya para esconder un muerto tan evidente. Si el CNI espía legalmente bajo tu mandato no puedes cesar a quien sólo te obedece. Y si espían al Gobierno y el CNI no se cosca, eso no se cuenta en rueda de prensa, ni se desmonta luego tu cúpula de inteligencia en directo, exponiendo tus debilidades y quedando como primos. La explicación es la que parece, simplemente.

Han cambiado a una funcionaria por otra como un pomo por otro, pero el caso es que ahora mismo no sabemos si en el Gobierno, en el CNI y en España manda Sánchez, mandan los indepes o manda Marruecos. Quizá es un precio aceptable por la estabilidad y la transparencia, esa estabilidad y esa transparencia de Sánchez que siempre dejan en la tumba o en pelota a los otros, nunca a él, claro. Además, todo esto no es nada al lado de la gominilla de Bárcenas y de la soledad de Edmundo Bal sin votantes y comiendo con el gato, o comiendo con un solo votante que parece el gato. Esto es lo que seguirá defendiendo y aguantando Sánchez, cada vez más nervioso y enfadado, mientras es tragado por su escaño azul imperial como por la alfombra de Cleopatra, con flecos de oro y de serpientes.

Cayó la directora del CNI, Paz Esteban, como preveíamos, y lo mismo aún se le puede unir Margarita Robles, que quedarían sus dos cabezas como dos dedalitos de porcelana en la estantería de Pedro Sánchez. Sánchez ya no tiene explicaciones, ni excusas, sólo le queda aguantar la vergüenza, que siempre se aguanta mejor embistiendo. A Edmundo Bal le contestó que ya no lo vota nadie, ésa fue su contraargumentación, como si se metiera con sus gafas, algo que sólo se merece Félix Bolaños, el ministro que tiene el cargo de ministro como unas gafas con nariz, encima de las otras gafas con nariz que ya gasta, me refiero. A los del PP, Sánchez les llamó mangantes, digamos en diferido o en retrospectiva, porque ya lo que le queda a nuestro presidente es retrospectiva, chistes de Alfonso Guerra y recortes del Bigotes como del gato Pumby (ya nadie se acuerda del gato Pumby).

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