Feijóo no va a vender finalmente Génova 13, con arboladura mítica y anublada de barco pirata. Casado y Egea, supersticiosos como marineros, creían que allí había fantasmas o gafes, que les habían echado una maldición en los cimientos, como en una pirámide, pero resulta que los fantasmas, los gafes o la maldición eran ellos. No había yuyu con aquella sede, especie de cajonera acastillada, entre oficina, catedral y caja fuerte, donde hubo pillos, despistados, mangantes, santurrones, sosos y, sobre todo, jefazos que eran un poco todo eso a la vez. El edificio sigue ahí, altivo como una cañonera, con su balconcillo de verbena mariana y su gaviota estrellada, mientras el PP gana en las encuestas y tiene a Sánchez rebuscando en el fondo de armario y haciéndoles vudú con alfileres y sonajeros. Casado y Egea creían en fantasmas de torreón, o en que la gente cree en ellos, y querían arreglar el partido con agua bendita y exorcismos. Feijóo no cree en fantasmas ni en hogueras, sino en el pragmatismo y la ambigüedad, y no quiere elevar o derribar altares, sino ganar a Sánchez.

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