Ahora Sánchez va a exhumar a José Antonio Primo de Rivera y a Queipo de Llano, o más bien los va a trasplantar, sacando al aire su raíz honda y húmeda de sangre e historia, como mandrágoras. El día que se acaben los muertos, como cuando se acabe el dinero de los ricos y el dinero de Europa, el día que se acaben las monedas enterradas de los muertos y las monedas de oro de muela de los demás, no sé qué hará Sánchez. Sánchez parece que gobierna con un detector de metales, que lo mismo se encuentra una momia de la guerra, con su hebilla de soldado o su cruz de monaguillo brillando entre el esqueleto como un escarabajo egipcio, que se encuentra un mechero de oro de los señores de los puros, como una pistola de oro de un criminal muy poco discreto. Con eso Sánchez hace política, hace economía o hace una colección de buscador de playa, heterogénea y grimosa, entre el tesoro, el fetiche, la basura, el exvoto y la acusación.

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