El ministerio de Igualdad es un colegio, un colegio de excursión exactamente, y uno no puede estar esperando que de allí vaya a salir una ministra ni una secretaria de Estado con terno, discurso y montura de gafas de Miguel Boyer. Lo que nos sale es Irene Montero, rebelde de chicle, lideresa contra el atroz e histórico pellizco de monja, y ya, como desde la última fila del autobús de la excursión, Ángela Rodríguez Pam, que viene como con la sabiduría, la noticia, la autoridad y el rubor de la primera pajilla escolar, que es de lo que nos habla más que nada esta secretaria de Estado, que es que está en la edad.

Resulta que la vieja política no había que feminizarla o desmasculinizarla, quitarle todo ese carey de los Herrero de Miñón y hasta la laca de Soledad Becerril, un poco masculina con su tupé. No, resulta que lo que había que hacer con la política era infantilizarla, hasta que una ministra considere el menstruo calvario y condecoración, y una secretaria de Estado tenga por tema de soliloquio el orgasmo con alcachofa de ducha o, más grave, tuitee desde su última fila cánticos de niñatas sobre políticos abortables.

Montero y Pam están en el Gobierno y en la realidad como escolares visitando El Escorial, entre la ignorancia, la mofa y la oportunidad de hacer gamberradas históricas

Ángela Rodríguez Pam, secretaria de Estado como con peto de Leticia Sabater y nombre artístico de payasa de cumpleaños, ya hacía monólogos de mucha risa con los violadores excarcelados y también bailes de la taza y la tetera con los genitales (los genitales todavía hay que explicarlos como si tuvieran ojitos, moraleja y moralina, que las mujeres aún no pueden asimilar el placer o la libertad sin verlo antes en marionetas de calcetín o en florecillas y abejitas). Pam, en fin, se ve que era ya la graciosa y la atrevida de la excursión, la primera que iba a pegar el chicle en el asiento, la primera que iba a inventar rimas y motes para los profesores, y la primera que iba a hablar de la pajilla iniciática como del cigarrito iniciático, ya no como placer sino como afirmación y magisterio. Yo creo que están en el Gobierno y en la realidad como escolares visitando El Escorial, entre la ignorancia, la mofa y la oportunidad de hacer gamberradas de dimensiones históricas. Pedirles otra cosa es como pedirle a Jaimito un ensayo antropológico sobre las venus paleolíticas.

El ministerio de Igualdad era una excursión de colegio desde el principio y a mí me parece que Abascal ha terminado siendo como el profe carca de absurda barba aquea y absurdo rey godo al que se le dedica la burla cruel o insultante con esa maldad infantil que se finge inocencia o broma. Pam se grabó muy sonriente, giratoria y colorada, como una Heidi de musical, mientras unas chiquillas con marejadilla de autobús e inspiración de liebres por el mar y sardinas por el monte (ay, aquellas canciones) fantaseaban con la condición de aborto frustrado de Abascal. A Abascal no se le pretendía abortar en diferido ni matar en presente, como no se pretende matar al triste profe de Viriatos, Hispanias y Trafalgares polvorientos. Sólo se le usaba para esa jerarquía colegial que se mide en gamberradas, pitillos, novillos y distancia al profe en el autobús.

Pam no pidió disculpas por el vídeo, sino que sólo salió a decir que las manifas feministas son así, como las excursiones son así, y a mí me parece normal que lo diga. También le pareció a ella normal, algo propio de la cercanía y del ambiente distendido, hacer gracias con los violadores excarcelados en sus charlas con mujeres (a mí me recordó a ese alegre atolondramiento de las fiestas de pijamas de chicas, que yo no sé si eso es feminista o machista pero así siguen comportándose, en ministerios y en carpas, hasta las más duras podemitas). Me parece normal la explicación de Pam, insisto, porque uno no puede esperar una valoración adulta por parte de una gente secuestrada por su infantilismo, o mejor dicho, por esa soberbia y esa fuerza descomunales del adolescente, con mente de niño y exuberancia física de adulto. Ese adolescente o potrillo es el Podemos infantiloide que ha llegado, siquiera brevemente, al poder, y es Pam en la pubescencia arrebolada que suele mostrar en todo.

El ministerio de Igualdad es un colegio de excursión, aunque yo creo que Irene Montero es más bien esa escolar envarada, más torpe que empollona, que le da vueltas a la maldad histórica del macho como a la de los quebrados, siempre con la angustia de la calculadora y del examen. Sin embargo, Pam es la gamberrilla, la matoncilla que va directamente a por el tirachinas, a por la chincheta, a por el pobre profe y a por el pobre gafitas. Por eso, al ver a unas niñatas más de colegio de pago que de vanguardia feminista deseándole a Abascal un aborto pospuesto o recurrente, la secretaria de Estado sólo pudo sonreír de satisfacción y magisterio y grabar el hecho como se graba el bullying, o sea como prueba y constatación de un estatus, en el patio o en el partido.

Hay una gente que usa el aborto como humillación o paredón y a los violadores excarcelados como broma, y que justifica que al adversario político se le asesine en rima, en efigie o en remoto (el facha es menos que un feto, es nada). Pero yo creo que juzgarlos como si fueran aquellos ministros antiguos con gafa de buzo es una pretensión ridícula y vana. No se le puede pedir seriedad y adultez a una gente que, simplemente, está todavía buscándole el chocho a la Barbie, dibujando o tachando pichas corintias en los libros o en los retretes, y metiendo a la mujer en un autobús no sabemos si de majorettes, de vampiresas, de sirenitas o de monjas. Lo que hay que recordarle a Sánchez es eso de que “quien con niños se acuesta mojado amanece”.