Pedro Sánchez se prepara para resistir, que es para lo que se ha estado preparando toda la vida, como esos americanos que se encierran en el búnker bajo el jardín, con mucha carne en lata, pilas gordas de muñeca a pilas, rifle con flecos y gorro con cola de mapache. El Gobierno ya no es un Gobierno, sino una balsa de náufragos de la que nadie se va a ir porque no hay donde ir. No se va Irene Montero, que prefiere los jingles a la justicia y las infusiones de menstruo a la seguridad de las mujeres; ni se va Ione Belarra, que piensa lo mismo y además es como un peluche con grandes ojos de botón que Pablo Iglesias ha colocado en el Gobierno como en una cesta de peluches. No se van, que todo lo que les queda es el Gobierno, como un último coco del náufrago, ni las va a destituir Sánchez, que intenta convencernos de que en esa balsa de moribundos, desahuciados y enemigos aún hay orden y aún queda trabajo.

Sánchez se prepara para resistir, y eso incluye aguantar a los ministerios de Podemos que son pisapapeles o rémoras; aguantar a sus ministros que parecen un cactus en la mesa del Consejo de Ministros (Garzón resiste sin hacer nada, resiste sin respirar incluso, como un cactus resiste sin agua), aguantar a sus ministras de revolución y conversación ginecológicas (sus últimas arengas parecen hechas como en congresos de terroristas del pubis), a sus secretarias de Estado en la edad del pavo y de los barrillos, y a todo lo que puedan ir haciendo y diciendo mientras buscan clientela por los miedos nocturnos y los orgasmos nocturnos. Hasta va a tener que aguantar a Yolanda Díaz, que era como una Virgen de capilla privada con paciencia infinita, silencio infinito y luz de gladiolo, pero se nos ha revelado tan radical como sus compañeras. Sí, al final la nueva esperanza de la requeteizquierda votó ‘no’ a la reforma de la ley de ‘sólo sí es sí’, por sororidad o porque también ella es de la religión de la rima de autobús escolar y del satisfyer que las libra de todo mal, que algunas yo creo que lo llevan colgado como una medallita de San Judas Tadeo.

A Sánchez ya se le han ido muchos ministros, indistinguibles, olvidables, fugaces, lucidos, plúmbeos o mefistofélicos, pero nos hemos dado cuenta de que el único que importa es Sánchez"

Sánchez y Podemos están atados uno a otro, como galeotes en ese Gobierno de progreso que se va a pique porque ni es Gobierno ni nos ha llevado a más progreso que al de los bonos para la leche en polvo y a la anticuada liberación femenina masturbatoria, que se diría que hemos vuelto a cuando se curaba la supuesta histeria de las esposas victorianas con vibradores industriales y aparatosos, con algo de máquinas amasadoras u ordeñadoras (la señora también quedaba con unos orgasmos mecánicos y veterinarios un poco sosos y súbitos pero muy de su tiempo, como de fonógrafo). Podemos no es nada sin Sánchez y el único futuro de Sánchez es volver a gobernar con Podemos, así que están ahí como esperando el milagro del marinero en esa balsa de la Medusa donde ya no caben ni los milagros. A mí me parece que Reyes Maroto y Carolina Darias tienen suerte de irse a que se las coman los tiburones electorales antes de que se las coma el sol a tiras.

Sánchez resistirá con su socio gamberro pero en el fondo decorativo, como una mascota con malas pulgas; resistirá con más leyes de relleno y ganga y con una crisis de Gobierno de éstas de pasar la escoba, en la que saldrán, por el castizo método de la patada hacia arriba, como una patada de dueña de pensión, Maroto y Darias, y a lo mejor algún otro ministro que parecía ya un fantasma de chimenea, de ésos de retrato con casaca, o sea Marlaska. En realidad a Sánchez ya se le han ido muchos ministros y de muchas clases, ministros indistinguibles, olvidables, fugaces, lucidos, plúmbeos o mefistofélicos, pero nos hemos dado cuenta de que dan igual. El único que importa es Sánchez y los demás están en el Gobierno como llevando una lanza, que se dice en el teatro, como un romano de Semana Santa en la política.

Todo el Gobierno es esencialmente ornamental, incluso las aciagas ministras de Podemos, a las que se puede dejar solas en la bancada azul, como loros"

El primer Gobierno de Sánchez fue un poco casting de isla de los famosos, pero luego, a medida que iban pasando los meses, los gabinetes y los apocalipsis, nos fuimos dando cuenta de que era más importante el fotógrafo de la Moncloa, una especie de fotógrafo de astronautas. O sea, que esta solución, la de que Sánchez saque otro ministro como una señora saca otro abanico del mueble de los abanicos, a uno le parece que ya no cuela. Todo el Gobierno, ya digo, es esencialmente ornamental o coreográfico, incluso las aciagas ministras de Podemos, a las que se puede dejar solas en la bancada azul, como loros de la señora del abanico, y cuyas leyes se pueden tumbar, que ellas, con su cosa de ficus feminista o periquito familiar, tampoco van a salir andando de su tiesto o de su jaula.

A Sánchez sólo le queda resistir, resistir con lo que tiene, que es lo que siempre ha tenido, o sea propaganda, desparpajo, desmemoria, aguinaldos y aliados a los que odia, ama, vacila y necesita. Esto incluye unos ministros que le llevan la cola del traje berenjena como pajarillos de princesa Disney y otros ministros, los de Podemos, que le regalan al presidente la ideología que no tiene, igual cuando él les da la razón que cuando se la quita, rectificándose a sí mismo. Si Sánchez fuera capaz de gobernar, ya lo habría hecho, o al menos intentado. Si se está hundiendo cada vez más en las encuestas y hasta en las alfombras del Congreso, que son como arenas movedizas espolvoreadas de flores y semillas, es porque el españolito ya no se traga más casting telecinquista ni más progreso de jingle y organillo. Pero Sánchez no produce otra cosa, no sabe producir otra cosa. A Sánchez sólo le queda el búnker, la lata de alubias y el mapache compañero o sombrero. Yo creo que es lo que había planeado desde el principio, como el americano con toda su esperanza puesta en el fin del mundo.