La entrada de la empresa saudí STC en el capital de Telefónica ha confirmado uno de los temores latentes en la empresa española desde que se hizo cargo de la gestión de José María Álvarez Pallete. El precio del gigante de las telecomunicaciones español se ha ido encogiendo hasta poco más de 21.000 millones de euros. Una ganga teniendo en cuenta los activos de la empresa y su posición en países como Brasil, Alemania o Reino Unido.

En los últimos dos lustros, mientras las compañías tecnológicas crecían sin parar, el valor de las telecos se depreciaba en paralelo. El cambio de paradigma ha jugado en contra de las empresas que históricamente han sido las dueñas de las redes de comunicación. En Europa, tan sólo Deutsche Telecom (cuyo valor en bolsa roza los 100.000 millones de euros) y Telia (86.600 millones) han mantenido el tipo. Vodafone y Telecom Italia valen menos aún que Telefónica.

La gestión de Pallete se ha caracterizado por reducir la elevada deuda de la compañía, a la vez que se introducía en mercados de mayor valor añadido y futuro, como la inteligencia artificial, la ciberseguridad, etc. Pero los inversores buscan revalorización y altos dividendos, cosa que, de momento, Telefónica no podía ofrecer, al menos para situar la cotización en un valor apetecible.

Miedo a una OPA. Ese era el temor que recorría los despachos Las Tablas, sede central de Telefónica, desde hacía tiempo. Pero aún así, se confiaba en que los mecanismos de veto aprobados por el Gobierno (la necesaria autorización del Consejo de Ministros para la compras superiores al 10% en empresas estratégicas), reforzados por la modificación llevada a cabo hace unos meses, que restringe al 5% la compra sin autorización previa en empresas que operen en infraestructuras críticas (como Defensa), ahuyentarían los apetitos de inversores hostiles.

Estamos ante una operación de Estado, en la que las formas son muy importantes. Sobre todo, cuando se trata de la adquisición de una compañía estratégica como Telefónica

Esa es la pregunta clave en la compra del 9,9% de Telefónica por parte de STC. ¿Vienen los saudíes en son de paz? En el comunicado enviado a la CNMV a última hora de la tarde del martes, STC se cuida de esa sospecha y reitera el carácter "amistoso" de su entrada, al mismo tiempo que expresan su apoyo a la gestión de la compañía.

Pero hay algo que no cuadra con esa voluntad amigable. Tanto la dirección de Telefónica como el Gobierno (la Casa Real también fue informada) se enteraron de la operación poco antes de que esta se comunicara a la autoridad bursátil. No ha habido, por tanto, contactos previos. De hecho, STC ha hecho público que pedirá autorización al Ministerio de Defensa "en los próximos días".

Pallete y el consejero delegado de Telefónica, Ángel Vilá, viajaron ayer a Riad para entrevistarse con el presidente (Mohamed K.A. Al Faisal) y el consejero delegado (Olayan Alwetaid) de SCT. Se supone que en dicha reunión los altos ejecutivos de la empresa pública saudí le contarán a los españoles cuáles son sus verdaderas intenciones. Por su parte, Pallete lleva bajo el brazo la oferta de un puesto en el consejo para el nuevo mayor accionista de Telefónica.

STC está controlada por el Public Investment Fund, en el que manda el príncipe heredero Mohamed bil Salman. Estamos ante una operación de estado y ese relevante hecho hubiera exigido que las autoridades saudíes hubieran cuidado más las formas.

Es verdad que el Gobierno español tiene en su mano una legislación que le permitiría frenar, al menos, la conversión del 5% del capital de Telefónica que ahora sólo posee STC en forma de derivados. Hay tres meses para que la Junta de Inversiones Extranjeras (presidida por la secretaria de Estado de Comercio, Xiana Méndez) de su luz verde. Pero Arabia Saudí ha preferido que las autorizaciones se hagan a posteriori de la adquisición, ya con los hechos consumados, lo que hace más difícil una negativa gubernamental.

Telefónica no es sólo la empresa líder en su sector en España, sino que tiene bajo su manto las comunicaciones sensibles. En un estado moderno, lo dijo en una ocasión el ex director del CNI, Félix Sanz Roldán, más importante que las fronteras es vigilar la información, los datos. Pues bien, ahora tenemos a una empresa pública saudí como mayor accionista de la empresa que posee todos esos datos.

Por supuesto que Telefónica tiene un interés económico y tecnológico para STC, pero también geoestratégico. Por ello, la manera en la que se ha hecho la compra, una operación relámpago llevada a cabo con precisión de cirujano por JP Morgan, despierta dudas y sospechas. ¿Hubiera actuado de la misma forma Arabia Saudí si se hubiese tratado de Alemania o de Italia? Tengo mis dudas.