El 31 de diciembre está a poco más de una vuelta de reloj y, si todo ha ido como debía, hoy somos más sabios que hace 365 días. He de decirles que es una esperanza, casi un grito de socorro: nos ha tocado afrontar tanta racionalización a lo largo de este año que no puedo decir que tengamos más certidumbre, pero quiero creer que percibimos mejor la realidad.

Seguro que muchos de ustedes conocen a Daniel Kahneman, psicólogo y economista israelí. Ganó el Premio Nobel de Economía en 2002 por sus estudios sobre la supuesta racionalidad y los sesgos en las decisiones económicas. Quizá que les suene un libro que se llama Pensar rápido, pensar despacio, en el que analiza los procesos mentales, los tipos de pensamiento y la importancia de la experiencia y el recuerdo para la autopercepción.

“Lo que principalmente revelan las declaraciones hechas con gran seguridad", afirma el bueno de Daniel, "es que una persona ha construido una historia coherente en su cabeza, pero que no implica que esa historia sea verdad.”

La que presenta Kahneman en esa frase es una de esas realidades que hay que mirar de frente y admitir como cierta aunque no nos guste o, inicialmente, nos presente problemas porque nos hace dudar.

Ocurre igual en los juegos de cartas. No en los de azar: cuando juegas a la ruleta, tus gestos se limitan a reaccionar a la tensión, pero a nadie importa qué transmitan o revelen, dado que el resultado no depende de ti. Depende de la bolita. Pero en el mus, el póker o el black jack el tema es distinto. Uno tiene información –limitada, porque sólo conoce sus cartas y, si acaso, las del compañero– y debe enfrentarse a otros jugadores con información distinta y, en principio, tan limitada como la de uno. Así que lo que toca es rascar todo lo que se pueda: gestos, pautas, tics…

Uno dirá, los ojos no mienten. Pero estudiosos del lenguaje no verbal le dirán que expresan mucho menos de los que creemos. No así las manos, las pautas apostando, el tono de voz, las veces que se miran las cartas… Reacciones a las que nos cuesta mucho más escapar que a ser capaces de aguantar la mirada. Ahí radica el truco: en aguantarla (y si lo hacen, intenten recordar una poesía que se aprendieron de pequeños. Evade la tensión del cara a cara).

El caso es que creo que el Gobierno y, por extensión la órbita del PSOE, han tomado como costumbre mantener la mirada creyendo que con ello aguantan la jugada sin que se les descubran las cartas.

Claro que uno podrá decir que las jugadas estaban claras, pero no sé yo cómo de claro lo tenía su electorado cuando, en campaña, Pedro Sánchez negaba la amnistía; o cuando, si queríamos, nos repetía 20 veces que no iba a pactar con Bildu; o cuando, en el Congreso, le aguantó la mirada a Alberto Catalán, diputado de UPN, alardeando de que su partido retenía la alcaldía de Pamplona gracias a los votos de los socialistas.

Ahora, además, somos testigos de muchas racionalizaciones a posteriori que, de hecho, siguen una pauta muy concreta. Por ejemplo: he leído una publicación de la órbita socialista en la que se afirmaba que “probablemente” Pamplona sea el precio que Sánchez ha pagado por la investidura a Bildu.

Me gusta lo del adverbio porque es como dejar caer una suposición, reconociendo que no hay información de primera mano pero que, de apostar, lo haría a que sí, a que la alcaldía de Pamplona es contraprestación por los votos en Madrid.

Continúa esa publicación diciendo que la renuncia de Otegi a ser lehendakari era parte del trato (un rollo del tipo “ojo, que nosotros también les sacamos cosas”) y, como conclusión, que todo demuestra que Bildu quiere formar parte de las instituciones con normalidad porque se evidencia que cede. Y, de aquí, el infinitivo preferido por el PSOE en estas semanas: “normalizar”.

Pero la renuncia de Otegi puede venir por distintas razones. Es más, puede que sean complementarias, no excluyentes. El PSE presenta a Eneko Andueza y será su primera convocatoria. También el PP, que presenta a Javier de Andrés. Hasta el PNV ha ladeado a Urkullu y presenta a Imanol Pradales. ¿De verdad Otegi consideraba una buena idea ir a por el puesto ante tanta renovación? Pues no, así que presentan a Pello Otxandiano, de 40 años y vizcaíno.

Volviendo al póker, en esa jugada, en la del candidato, Bildu ya conocía las apuestas de todos y, lógicamente, decidió igualar.

Otro ejemplo es cómo la órbita del PSOE sigue queriendo hablar de que lo que se evitó fue un gobierno de Feijóo con Abascal cuando el propio Vox renunció a ello en la investidura del líder popular. Luego está el ligar cualquier acción de Vox al Partido Popular, por muy aleatorio que sea el comentario.

Ya les digo: no es tanto cómo aguantan la mirada al decirlo, sino qué pautas usan a la hora de decirlo.

Es un proceso y aún necesitaré más información y más hechos para que todo se asiente, pero ya hay ciertas cosas evidentes. Por tanto, es una gran parte de lo que me llevo al hipocampo después de 365 días. Casi cumplidos, les deseo feliz año a todos y que persigan otros 365 días de sabiduría. No esperen ser sabios al cabo de cada día, pero no dejen de monitorizarse de cuando en cuando.