Se acerca el 18-F y los sondeos apunta a un domingo de infarto en el que el PP podría revalidar la mayoría absoluta... por los pelos.

El terremoto causado por la admisión por parte de Feijóo de un posible indulto condicionado al prófugo Puigdemont ha dado al Gobierno un respiro en el acoso por la amnistía; ha proporcionado gasolina al BNG, que es el voto útil de la izquierda en Galicia (el PSdG está hundido, incluso para Tezanos); ha animado a un Vox desaparecido en campaña, y ha creado un clima interno de zozobra en el PP.

Como el PP no ha explicado con detalle hasta dónde llegaron las negociaciones con Junts del pasado verano, cualquier especulación sobre su contenido genera expectación, presunción de veracidad. Hubo dos reuniones y una cena en la que los enviados de Puigdemont y los mensajeros de Feijóo intercambiaron ideas y propuestas. En Génova se generó absurdamente la esperanza de que los siete votos independentistas le podrían dar la investidura al líder del PP. Vana ilusión. Ya advirtió Alejando Fernández (presidente del PP catalán) que con esa gente era mejor no tratar.

Hubo dos reuniones y una cena con los enviados de Junts, en las que intervinieron por parte del PP Sirera, González Pons y Bendodo

Los hombres de Puigdemont (el PP vetó la asistencia de Gonzalo Boye a las reuniones) iban crecidos. Cuenta hoy en estas páginas Cristina de la Hoz que, a cambio de sus votos en la investidura, pidieron, además de la amnistía, el referéndum de autodeterminación, permitir a su jefe una llegada a multitudinaria a Barcelona como la de Tarradellas en octubre de 1977 ("Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí"), y, esto es lo más desternillante, que el Rey le pidiera perdón.

Las fuentes consultadas aseguran que el PP mantuvo desde el principio que no habría amnistía, ni referéndum de autodeterminación si gobernaba Feijóo, pero que éste sí estaría dispuesto al indulto si Puigdemont se presentaba ante el Supremo para ser juzgado y se comprometía a no intentar una nueva declaración unilateral de independencia.

Entonces, ¿a que se debe el nerviosismo que ha causado en la dirección del PP la amenaza de Puigdemont: "Todo se sabrá"? ¿Acaso hay algún material que recoja lo que unos y otros se dijeron en los tres encuentros?

Las mismas fuentes aseguran que, por el PP, además del portavoz en el Ayuntamiento de Barcelona, Daniel Sirera (que se entrevistó con Josep Rius), intervinieron en los contactos con Junts Esteban González Pons (que se reunión con Turull), y Elías Bendodo. Es decir, que fueron reuniones al máximo nivel, en las que intervinieron dos hombres cercanos al presidente del PP.

Parece que a los que puso más nerviosos la amenaza velada de Puigdemont fue a González Pons y a Bendodo.

El desasosiego en el seno del PP contrasta con la tranquilidad que se respira en Junts. Fuentes del partido independentista niegan que haya grabaciones o papeles, aunque se relamen de gusto al ver como el mero contacto con ellos provoca temblores en Génova. "Fantasías de Madrid", dice un interlocutor catalán que no da crédito a lo que está pasando.

Lo peor de todo es el momento escogido para hacer este reconocimiento público de hasta donde se llegó en esos contactos. Por mucho que Génova haya llamado a rebato a sus dirigentes y barones para calmar las aguas, el asunto no es fácil de manejar. Cuando se convierte la amnistía en la herramienta fundamental para desgastar al Gobierno, es lógico que la aceptación del indulto a Puigdemont provoque consternación entre los votantes del PP.

Lo más importante para la credibilidad de un político es la solidez de sus principios. Justo de lo que adolece el presidente del Gobierno. Esa debería ser la diferencia fundamental con la persona que aspira a sucederle.

Por eso, para deshacer el entuerto, lo mejor sería una gran dosis de transparencia. Contar qué se dijo y cuáles fueron las concesiones que estuvo dispuesto a hacer el PP para lograr el respaldo de Junts. Si no, siempre existirá la sombra de la duda. Y con un personaje como Puigdemont eso es muy peligroso.