Igual que Sánchez no necesita al PSOE, Page no necesita a Sánchez, y de esto va esta guerra de culturas o papados entre la Moncloa y el líder como episcopal de Castilla-La Mancha (la tierra da socialistas episcopales y enlevitados, como Bono). Page ha vuelto a rajar de la amnistía desde el fondo de su cuello duro o sombrero duro de hereje, de calvinista socialista o quizá de bachiller cervantino, esta vez en una entrevista en El Mundo, y eso de ver a Page con orla y gorguera en la fachosfera ha cabreado a Ferraz, que ahora sólo es el cuarto de las fregonas de la Moncloa. Goméz de Celis, el hombre de Sánchez en Andalucía desde el principio, desde que el enemigo era más el poschavismo susanista que la derechona, ha salido a darle a Page recaditos y tiritos, lo que pasa es que en política eso es una confesión de impotencia. Si hay un enemigo de Sánchez que sigue vivo, es que Sánchez no puede hacer nada contra él, salvo mandar al mozo con insinuaciones y codazos.

Celis, que tiene en los atriles socialistas y en la mesa del Congreso algo de santo acompañante y con palma de las capillas andaluzas del sanchismo, ha salido contra Page como con guiños y pellizcos, y un político o un santo que tiene que ir con guiños y pellizcos contra sus enemigos es que tiene poca munición terrena o poca mano en el Cielo. Si, como dice Celis, Page está rendido a la derecha o enamoriscado de la derecha y sólo busca su aplauso o su cobijo, no debería seguir en el PSOE. Ese desplazamiento hacia la derecha o la ultraderecha, que ya saben que es lo mismo, esa entrada de Page en la fachosfera como un hobbit molinero y consumido en Mordor, no es una diferencia de opinión o de doctrina, sino una deserción, una traición, una declaración de guerra. Sin embargo, parece ser una guerra en la que Sánchez no quiere entrar, así que prefiere mandarle a Page un san Cristóbal arriero o un ángel de zurrón.

Esa entrada de Page en la fachosfera como un hobbit molinero y consumido en Mordor, no es una diferencia de opinión o de doctrina, sino una deserción, una traición, una declaración de guerra

En esta guerra, aunque parece que la cosa está entre el cisma en el PSOE y el duelo a pistolón, luego no pasa nada demasiado grave. Ni por parte de Sánchez, que como mucho le manda a Page un columnista todavía con la servilleta puesta o a Celis con cierta cosa de botones Sacarino, ni por parte de Page. Decía Celis que en los Comités Federales Page “habla en la puerta y se calla dentro”, pero es que ese comité es una misa sanchista a la que sólo se puede ir de beato o de mirón. Las luchas de partido no se hacen ahí a viva voz, sino en los pasillos y en el teléfono, y con el censo de afiliados delante si puede ser, como hacía Susana. Lo mismo Page está haciendo ya eso, o lo está pensando. Quién sabe si llegaría a rebelar a sus diputados en Madrid, que a ver si un día nos encontramos con que se han pasado al carretón cíngaro del Grupo Mixto. 

Page no necesita a Sánchez y Sánchez no puede nada contra Page, y esto me parece un escenario peligroso y desequilibrado no para Page, sino para Sánchez. Ha tenido que salir Celis con su cosa de maestro o clarinetista suplente para que uno lo vea claro. Eso que dice Celis, que la postura de Page ahora es “la minoría absoluta” en el PSOE, no tiene ningún sentido político porque todas las disidencias luchan, en principio, contra la mayoría asentada, sentada y asentidora. Y Celis lo sabe bien porque una vez fue de esa minoría, aunque ahora se le haya olvidado, ahí bajo la palma o palmatoria de santo decorativo, auxiliar y abanicador. Page no hace nada quizá porque eso de ser inalcanzable para Sánchez, igual que Sánchez parece a veces inalcanzable para la oposición o para la política, ya es una advertencia y un augurio poderosos y suficientes.

Sánchez no necesita al PSOE, lo que ha sido siempre el PSOE o cualquier partido, o sea aparato, cuotas, clanes, territorios, barones, equilibrio, reparto. Sánchez gobierna sin PSOE y sin socialismo, y tras las últimas derrotas diría que el partido empieza a darse cuenta de que así quizá se pueda gobernar pero es imposible que un partido sobreviva. Un partido incluso puede sobrevivir un tiempo sin poder, pero no sin doctrina. Antes que aparato o líderes, el PSOE necesita socialismo, coherencia y suelo firme, no esa pista de baile desmontable que Sánchez tiene ahora. A lo mejor Page calla en los comités porque sabe dónde hay que hacer el trabajo, que evidentemente no es en mitad de una misa napoleónica de Sánchez. Pero ya verán que, al final, no hay mayoría más abrumadora que la que quiere que el partido sobreviva. 

Page raja, parece que no hace otra cosa, rajar en los domingos, ensotanado y con el cuello hinchado, cuello de presbítero, con brocal de almidón o de mármol. Pero Page gana él solo, gana a pesar de Sánchez, gana sin tener que parecerse a Sánchez ni deberle el puchero a Sánchez, o gana única y precisamente por enfrentarse a Sánchez, y esto es lo que le da poder, altivez y, además, pedagogía de futuro. De tanto no necesitar Sánchez al PSOE, el partido va a terminar dándose cuenta de que, en realidad, es el PSOE el que no necesita a Sánchez. Cambien mentalmente a Sánchez no por Page, sino, qué sé yo, por Eduardo Madina, que me parece uno de los socialistas más auténticos y coherentes que nos quedan, y piensen cómo le iría al PSOE en las urnas y a España en general. Page no está en la fachosfera, sino haciendo pedagogía lenta y mañosa de esta gran verdad: el PSOE no necesita a Sánchez y, aún más, Sánchez estorba al PSOE. Así que vayan esperando que las mayorías y los sillones se muevan, como siempre, repentina y escandalosamente.