“Me he casado con un tieso”, reconoció Susana Díaz, con cierta cosa de moza casada con un zapatero, aquella vez que le preguntaron por su marido. Y es que el marido, el tieso, estaba colocado como auxiliar administrativo, o colocado sin más, igual que un almanaque de alcayata, entre el personal o los bultos de los cursos de formación que daba un sindicato y subvencionaba la Junta de Andalucía. Aquel marido tieso o arrecogío, mileurista de carpetilla de goma floja, consorte que manejaba la fotocopiadora como otros los Maseratis, no era un simple trabajador modesto, sino lo que en aquel socialismo de levantiscas molineras y pobres bienaventurados llamarían una “criaturita”. Con la suma de todas sus criaturitas de carpetilla o carretilla se levantó el exitoso y corrupto clientelismo andaluz. Fue la suma de todas esas tiesuras fundantes, ejemplares y subvencionadas lo que otorgó tamaño, gravedad y escándalo a aquel PSOE de los ERE y lo demás. O sea, que yo creo que todavía sería peor que el novio de Ayuso fuera un tieso a la cola en vez de un hortera vestido de tenista.

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