Juan Carlos Ortega nos ha puesto frente al espejo y nos ha ayudado a tomar una mayor consciencia sobre nuestra decadencia, que no es novedosa, pero sí más acentuada que la última vez que nos observamos. Da igual que eso sucediera 1 año o 5 minutos atrás en el tiempo.

El tipo es un genio; uno de esos elementos peligrosos a los que el poder ha perseguido y purgado históricamente porque su humor posee una mayor capacidad de destrucción que una bomba atómica o un Real Decreto. Es además un valiente, como ha demostrado en varias de las últimas entregas de su podcast, Las noches de Ortega, que se publica en la Cadena SER y en el que últimamente se ha despachado a gusto contra Pedro Sánchez y sus mandarines. Tan plomizos, tan repetitivos y tan dispuestos a malear la realidad para demostrar que la Comisión de Venecia se deshace en elogios hacia el Gobierno; o incluso que hay menos aviones debajo del mar que submarinos en el cielo.

Podría decirse que hay un soldado de fortuna en la casa de la Barceló que podría ser acusado de pertenecer a la fachosfera. Es Juan Carlos Ortega.

Siempre que un periodista se posiciona contra el criterio de su editor, suenan trompetas de gloria en el cielo; y siempre que un editor se la envaina ante el levantisco, se prestigia, aunque le digan lo contrario las aves de carroña que siempre rodean a quienes toman decisiones. Así que en mitad de esta guerra de guerrillas, en la que los medios españoles han cavado su trinchera y se han rebozado en la mediocridad argumental del general para el que sirven -proceda del mundo político o del económico-, ha resultado sorprendente que este humorista haya optado por el despotrique. Además, de una forma tan divertida y talentosa. Su programa no está destinado a las masas, pero no convenía pasar por alto su ingenio.

Descriptor gracioso de un país decadente

El pasado febrero, con motivo de la entrega de los Goya, Ortega se sacó de la chistera los 30 minutos de radio más memorables de los últimos tiempos. Se inventó los Premios Velázquez y se los dedicó a un sector, como el cine español, “que siempre ha sido independiente y que no se casa con nadie”, afirmó, mientras, como acostumbra, desarrollaba su función radiofónica con una decena de voces diferentes que adopta con una sorprendente habilidad.

Para probar esta afirmación, dos de sus personajes ficticios afirmaban lo siguiente: "Esto va por el cine español, por las mujeres, por la amnistía, por Gaza, por Pedro Sánchez; y en contra del machismo, Israel, la energía nuclear y los que están en contra de Sánchez".

Durante el programa, expuso una lista de películas nominadas entre la que se destacaba el argumento de una obra de terror en la que una niña era poseída por el espíritu del mal y se hacía de derechas. En otro momento, citaba otro filme que planteaba una cuestión: “Dios, si es cierto que tu bondad es infinita, ¿por qué no todos los partidos son de izquierdas?”. El galardón a la mejor actriz se lo llevaba la intérprete de la esposa de Albert Einstein, a la que el "señoro" con el que se encamaba le había arrebatado todo su mérito profesional.

Todos los premiados en esta historieta radiofónica ficticia dedicaron su galardón a Pedro Sánchez mientras destacaron su total y absoluta independencia. Incluso citaron a Inés Hernand -heredera de Hegel, sin duda-, al repetir su ya famosa frase: "Eres un icono, presidente, te queremos”. En un momento dado, los protagonistas del podcast dedicaban un galardón a una actriz estadounidense y todos destacaban su “cercanía” y su comportamiento “como si fuera una persona normal”, retratando esa actitud tan habitual entre los cerebros de la Academia de Cine de invitar a una estrella de Hollywood para revalorizar la gala… y demostrar que tienen tan enroscada la boina que a veces les corta el riego.

Ortega suele pegarle a la izquierda, a la derecha y, en general, a todo lo que nos rodea y es mediocre o excesivo. Desmontó el discurso victimista de la España Vacía con un programa, titulado Viven por inercia en el que se inventó una función radiofónica en un pueblo en el que todos sus habitantes deseaban morirse cuanto antes. A los escritores charlatanes de literatura de autoayuda los vapuleó a través de un diálogo radiofónico con un literato argentino insoportable. Y a los golfetes también los tiene tomados la medida. De hecho, grabó en su día un podcast en el que denunciaba el sonambulismo del pobre José Luis Ábalos, el cual provoca que no se entere de lo que hace por las noches. Era la explicación más razonable para su amnesia con respecto al Delcygate.

Un gran mazazo a Pedro Sánchez

Hace una semana, firmó un programa llamado Un pequeño bache en el que quiso consolar a Pedro Sánchez y a su Gobierno ante las críticas que han recibido últimamente. “Hay que ser hijo de puta para oponerse a la amnistía”, pronunciaba, con la característica voz de viejo ‘cascado’ que interpreta en el programa. En otro momento, llegó a comparar a Félix Bolaños con Oskar Schindler, de modo que se escuchó la voz del ministro -el joven Eric Honecker español- mientras sonaba la popular sintonía que fue leitmotiv de la película dedicada al empresario. Ninguna pluma de este país ha ridiculizado tanto al Ejecutivo en las últimas semanas como este inmenso humorista.

No debe andar muy bien la cosa para que el brillo se perciba de una forma tan clara en mitad de la oscuridad, que es general. Tampoco conviene cargar las tintas de forma excesiva sobre los contemporáneos. La vanguardia cultural siempre ha estado moldeada por el poder y los intelectuales, en realidad, han sido elegidos y domesticados en su inmensa mayoría. Así que los sellos literarios, los cineastas o los tertulianos que estos días le cantan las alabanzas al presidente -y qué bien se define en el podcast- son herederos de otros tantos que en su día interpretaron el mismo papel.

Eso no quita para que el panorama actual sea desolador. Se ha visto esta semana. Koldo contra Ayuso; Ayuso contra Koldo; todos contra ella y ella contra todos. Por eso tiene mérito que desde Prisa le hayan consentido hacer las críticas más voraces y efectivas contra Pedro Sánchez. Y por eso Juan Carlos Ortega es la aguja en el pajar.