Siempre he pensado que socialismo e independentismo son dos palabras asombradas de encontrarse juntas. El discurso excluyente del nacionalismo secesionista no es compatible con posiciones progresistas. Sin embargo, la cercanía a los nacionalismos y a movimientos independentistas de distinta índole es lo que hoy imprime un ridículo sello de calidad que certifica lo que es ser progresista. Incluyendo a la derecha del PNV y a la derecha xenófoba de Puigdemont.

Hoy, defender a tu país, a España, está bajo sospecha. Es asombroso, pero si defiendes la integridad territorial y la Constitución eres cómplice de la derecha más extrema. Todo lo que no sea abrazar esta invención de la plurinacionalidad -una nación de naciones inexistentes- es arrojado sin remilgos a la fachosfera. En el colmo del absurdo, este invento fachosferiano es un galicismo que utiliza el secretario general de un partido que todavía se denomina español.

¿Cómo es posible que una fuerza política como el PSOE, que revindicaba ser un partido nacional con un proyecto de país, haya transitado a la construcción de este imaginario? ¿Qué cambio y qué debate ideológico se han producido en su seno? Ninguno. Solo la obstinación de gobernar con el peor resultado de su historia llevó a fraguar unos pactos Frankenstein que le han desnaturalizado. Esa obstinación implicaba gobernar con las fuerzas que apuestan por la ruptura de la nación, lo que nos ha llevado a que la llave de la gobernabilidad esté en manos de un personaje como Puigdemont.

Algunos dentro del PSOE querían creer que iban a ser los socios los que cambiarían al verse en el Gobierno. El resultado ha sido el contrario: es el PSOE el que se ha radicalizado y desnaturalizado. Los socios se han visto fortalecidos y reafirmados; cuando la necesidad aritmética para mantener el poder te hace aceptar a una fuerza política como Bildu, te estás colocando éticamente a su nivel. Bildu no ha recorrido el camino necesario para ser compatible con la democracia. Es el PSOE el que lo ha desandado al tratarlo como una fuerza política democrática, cuando éticamente no lo es.

Este Frankenstein evoluciona en su monstruosidad y a veces parece que no podrá aguantar durante mucho más tiempo el blanqueo del terrorismo y la impunidad de los delincuentes con la amnistía, la extorsión fiscal, los privilegios y el vaciamiento de las instituciones del Estado en el territorio español. Pero aguanta, aunque paga un precio: cada día necesita más la radicalización, la polarización de la sociedad para mantenerse.

Que todo este conglomerado se llame progresista y de izquierdas es una gran patraña. Y asegurar que estar contra estos pactos contra natura te convierte en un reaccionario es la única arma que les ha funcionado hasta ahora para sobrevivir. Eso implica que no hay espacio dentro del PSOE para los que se oponen a aceptar la connivencia del socialismo con el independentismo; y lleva al dislate de pensar que los que nos rebelamos lo hacemos porque somos traidores al socialismo, porque nos hemos convertido en reaccionarios de derechas.

Muchos ciudadanos han creído que no hay mas opción que el Frankenstein de izquierdas o el Frankenstein de derechas, esto último con la inestimable colaboración del PP, que ha dado forma a verdaderas criaturas monstruosas en la formación de los gobiernos autonómicos con VOX.

En este desolador panorama, tan proclive a la resignación, ha aparecido un grupo -mayoritariamente de jóvenes, constituidos primero en el think tank El Jacobino y hace poco en partido político- que ha tenido la osadía de no resignarse: quieren hacer frente a esta impostura. Su primera decisión ha sido denominarse Izquierda. Y en el colmo de la insolencia, el adjetivo de esta izquierda es Española. Un partido progresista y constitucionalista español.

Es un proyecto común para todos los españoles, desde la izquierda. Un partido que defiende que la unidad de España no es sino la igualdad entre los españoles; que rechaza el hecho de que aceptar privilegios y discriminar a los ciudadanos por motivos identitarios se pueda considerar de izquierdas; que afirma que, el que lo haga, viola el principio de igualdad y vulnera flagrantemente la Constitución, que establece que todos los españoles tenemos los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio.

España no es un estado plurinacional; el plurinacionalismo no es un concepto constitucional, no figura en las Constituciones, excepto en la de Bolivia, como nos recordó un lejano día Adriana Lastra, refiriéndose al modelo plurinacional bolivariano.

Este nuevo partido no está dispuesto a aceptar el chantaje de los Frankenstein: defender el marco constitucional, el Estado de derecho y la integridad territorial del Estado no es de izquierdas ni de derechas: es de demócratas. Calificar esta amnistía mercenaria que nos desgarra como inconstitucional, como un ataque frontal a la igualdad de los ciudadanos ante la ley, no es de izquierdas ni de derechas: es de demócratas.

Los huérfanos de una izquierda que ya no tiene un proyecto de país ahora podrán cometer la insolencia y casi la rebeldía de votar izquierda y española

Me parece muy valiente el paso que ha dado Izquierda Española. Una ventana abierta a la esperanza. Estoy convencida de que hay muchos votantes de izquierda, socialistas y de centro izquierda que nunca votarán al PP, porque no son de derechas, pero que cada día están mas seguros de que es imposible votar a un PSOE convertido en el socio mayoritario de esta coalición de descomposición del Estado. De ese Estado que es, precisamente, garantía de los que menos tienen en la sociedad del bienestar, de los derechos y de las libertades.

Por ello, creo que hay espacio político para este nuevo partido. Los huérfanos de una izquierda que ya no tiene un proyecto de país ahora podrán cometer la insolencia y casi la rebeldía de votar izquierda y española. Los que me conocen saben que mi proyecto personal tras finalizar esta legislatura en Europa estaba en otros derroteros de la política. Pero me comprometí con estos jóvenes jacobinos a ayudarles en lo que pudiera. Ellos han creído que puedo hacerlo acompañándolos en las listas a las elecciones europeas, la primera convocatoria electoral a la que se presentan. Y eso es lo que voy a hacer.

Ahí estaremos. Y exigiremos que nos expliquen con argumentos, y no con descalificaciones insultantes, la contradicción: por qué defender más Europa -más democracia, más derechos, más libertades, más igualdad para los ciudadanos europeos—es progresistas, y sin embargo, defender más España - más democracia, más derechos, más libertades, más igualdad para los ciudadanos españoles— es reaccionario.

La cohesión y la solidaridad interterritorial en la UE es tan progresista en Europa como en España. Porque dotar a españoles y europeos de mayor igualdad y justicia redistributiva es lo crea verdadera comunidad política. Es lo que crea verdadera identidad cívica, la de ciudadanos libres e iguales.

Será la primera parada electoral, pero no la última. El proyecto político de Izquierda Española ha llegado para quedarse

La Constitución nos dio la oportunidad de arrebatar la idea de España al pensamiento reaccionario que durante 40 años de dictadura se había apropiado del concepto y los símbolos que nos representan a todos. Si los demócratas progresistas y la izquierda no reivindican que España es de todos, dejaremos que continúe esa apropiación.


Soraya Rodríguez es eurodiputada en el Parlamento Europeo.