Habló Bob Pop esta semana en el programa de 'la Barceló' y se confesó ante la audiencia: “De Pedro Sánchez no se opina. A Pedro Sánchez se le admira (…) Es un espectáculo fascinante. Es como mirar un accidente, una puesta de sol, una fogata, un bebé recién nacido...”. No habían pasado 48 horas desde ese momento salivoso cuando el presidente informó a los españoles de su deseo de enclaustrarse durante cinco días para reflexionar. Debió ser duro para Bob Pop leer la misiva.

También lo fue para Pedro Almodóvar, quien informó hace unas horas de que rompió en lágrimas aquel día. “Pedro, vete, los españoles no te merecemos”, vino a decir el cineasta, miembro destacado de ese nutrido grupo de creadores independientes que siempre critican al mismo, pero que, sin embargo son regados por gobiernos de todo color. Porque, como afirmó el artista, el dinero que reciben “lo devuelven al Estado con creces” y parece ser que todos piensan que es verdad.

Poca duda cabe de que Almodóvar bebe los vientos por Pedro. Admirar es un ejercicio sano e higiénico cuando el sentimiento lo despierta alguien brillante, pero resulta risible si la persona en cuestión tiene más sombras que luces. Sospecho que los dos hintelectuales citados en el primer párrafo se extasían por el presidente, en parte, porque es guapo, por lo que sus desvelos no pueden ser tomados mucho más en serio que los de Werter, sensiblón y presa del desamor. “En vano tiendo a ella mis brazos por las mañanas, cuando despierto de una pesadilla; inútilmente la busco en mi lecho por las noches”. La frase podría equivaler a la de Bob Pop. Ése es el nivel: adolescencia enquistada. Inmadurez eterna y, sobre todo, patetismo rentable.

Admiración por Pedro Sánchez

Si hay algo que se ha demostrado desde que Sánchez publicó aquella carta es que el PSOE es el cronista oficial de la democracia española. El discurso del régimen se redacta en Ferraz y la capacidad de los socialistas para generar estados de opinión es mucho mayor que la de la derecha, eterna desnortada. Las elecciones de julio las ganó porque azuzó el miedo a Vox y ahora pretende movilizar a su electorado infundiendo en la opinión pública un temor similar, que es el que avisa de los riesgos que entraña para la democracia la galaxia ultra, conformada por medios, por políticos... y por los jueces.

La propia María Jesús Montero lo confirmaba este jueves en su intervención en el programa de Antonio García Ferreras. “Están convirtiendo la política en una actividad sobre la que la mayor parte de la población siente desprecio (…) La derecha y ultraderecha pretende (crear) un desapego de la gran mayoría social para que permanezcan los intereses de los de siempre... De los poderosos”, afirmaba. ¿Y quiénes son los poderosos? Ah, y yo qué sé.

Unos minutos antes, comenzaba a difundirse en internet un manifiesto en el que algunos de los periodistas más populares de España -con Silvia Intxaurrondo a la cabeza- expresaban su apoyo a Pedro Sánchez y respaldaban sus argumentos contra 'los poderes del Estado' que intentan tumbarle. Es de suponer que este apoyo sólo está basado en razones intelectuales y que no podría relacionarse con los 150 millones de euros que reparte el Gobierno en publicidad institucional; o con los casi 270.000 euros al año que ha consignado RTVE este año para la productora de Intxaurrondo.

Indignar al personal

Sospecho que, se quede o se vaya el jefe de la manada, su objetivo de indignar a la opinión pública y movilizarla contra sus enemigos lo han cumplido. Como era prever, han recurrido a los de siempre para lograrlo. A los 'zapateros', a 'los almodóvares' y a 'las barcelós', cuya admiración siempre está bajo la sospecha, pues podría incluir ciertos matices eróticos.

Debería la derecha reflexionar al respecto: el PSOE le ganó el pasado julio gracias a lo bien que funciona esta maquinaria, que da la impresión de que podría conseguir cualquier cosa. Incluso derrotar a los independentistas en un referéndum. Bastaría con sacar a Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel para que rememorar ciertas esencias y encargar un reportaje sobre Barcelona 92 que termine con la de Amigos para siempre. Porque ya se sabe que la sociedades más ignorantes siempre se mueven por la nostalgia, el sentimentalismo y el victimismo.

¿Qué ocurre aquí entonces, si esa superioridad es tan evidente? Que un líder y un partido han decidido hacer de la necesidad, virtud; y han aprovechado la ocasión y a sus comisarios para intentar tener el monopolio de la verdad. De eso va esta jugada, en buena parte. El resto es relato. Un berrinche artificial, un encierro agustino y un serie de aspavientos premeditados de plañideras y gente que teme el hambre.

Lo más curioso es que entre el Manifiesto de los Persas, las cartas y los llantos norcoreanos han conseguido retratarse más que aquellos a los que señalaban. Porque el periodismo no puede confesar de una forma tan evidente que lame las botas de un líder político.