José Luis Ábalos es diputado del PSOE y, por tanto, dice siempre la verdad, incluso cuando miente. Así que, para evitar ser etiquetado como ‘pseudo-periodista’, conviene difundir su versión sobre el Delcygate, que es la cierta e incuestionable y que incide en que el 20 de enero de 2020 el exministro se encontraba en su domicilio -entiéndase, en actitud de reposo- cuando recibió una llamada furtiva que le advertía de la llegada al Aeropuerto de Barajas de Delcy Rodríguez, matriarca del régimen de Nicolás Maduro que tenía prohibido pisar suelo español.

Pudo Ábalos desplazarse al aeródromo en su coche oficial, pero aquello hubiera implicado la activación de un protocolo bastante incómodo, así que lo hizo en otro vehículo, en el que coincidió con Koldo García, que no era chófer, sino “asistente en desplazamientos”. Chico para todo con régimen de semi-esclavitud, por lo que ha dado a entender. Porque su servicio contemplaba una disponibilidad de 24/7/365 -aunque cobraba por 8 horas al día-, pero eso no quiere decir que mantuviera una relación estrecha con su jefe -Ábalos dixit-. Él simplemente estaba allí, encargándose de asuntos logísticos y a lo mejor de bajar la basura al contenedor, como el conserje de una finca.

Cuando llegaron a Barajas, el exsecretario de Organización del PSOE y Koldo no tenían constancia de que Víctor de Aldama estaba por allí, en el aparcamiento de la terminal. Coincidieron de forma fortuita. Porque, ya se sabe: lo que no se puede probar es pura conjetura o casualidad. Así que… aceptemos que Ábalos no sabían nada. 

¿Y qué podía hacía allí uno de los presuntos comisionistas de la trama de mascarillas? ¿Esperar a algún familiar, que iba a aterrizar? ¿Admirar la arquitectura de la terminal? ¿A lo mejor había tomado la salida equivocada de la autovía? Ábalos no tiene ni idea, pero apunta a que De Aldama mantenía unas buenas relaciones con Venezuela. Aunque, eso sí, con unos y con otros. Con “tirios y troyanos”. Por tanto, a lo mejor había ido a ver a Delcy.

¿Qué maletas?

El encuentro del exministro con la política venezolana formó parte de una “misión diplomática” que sólo tenía como objeto el comunicarle que no podía entrar en España. Que se diera la vuelta y se fuera de allí. Pudo resolverse con una llamada o a través de algún subalterno o diplomático, pero el Gobierno decidió que el encargado fuera este gran preboste del PSOE de aquel período. ¿Por qué? Que nadie desconfíe. Nada raro se puede llegar a pensar de esos sucesos. La ministra de Asuntos Exteriores estaba fuera de España… y alguien tenía que 'comerse el marrón'.

¿Y qué llevaba Delcy en las maletas? La respuesta de Ábalos es tajante: esas maletas no existieron. “Se habla estos días tanto de bulos…” y ése fue uno de ellos. Las publicaciones periodísticas son muy fáciles de desmontar. ¿Por qué? Porque el avión en el que viajaban era muy pequeño. Pruebe usted a introducir 40 bultos -”¿cargados de qué? ¿De oro, de cocaína, de dólares?”- en su interior a ver si caben. Después, intente despegar con todo ese peso “y cruzar el charco”. Nada, imposible. Descartada esa posibilidad.

Está tan claro que el Delcygate fue una falacia y que la trama de las mascarillas está salpicada por intereses políticos. Ábalos incluso sugiere la existencia de una cacería, al igual que la sufrieron otros tantos antiguos representantes públicos. De hecho, el socialista reconoce que recibió varias llamadas tras las detenciones de Koldo y compañía para aconsejarle con respecto a su futuro. Procedían del PSOE y del PP. “Me dijeron: José Luis, no te conozco de nada, yo he pasado por esto... no dimitas. Serás un cadáver civil. No sólo político -eso ya me da igual-, sino también civil”, ha expuesto.

Nada raro por aquí... ni por allá

Así que la gran conclusión que se puede extraer de su comparecencia es que aquí no hay nada raro y que, si existiera, no se enteró. A Koldo no le conocía bien en el ámbito personal, pese a que entre 2017 y 2021 fue prácticamente su guardaespaldas; ni por supuesto le aconsejó sobre su patrimonio. Ni siquiera piensa que fuera extraño que tuviera una moto y algún coche “de secundísima mano”.

Acostúmbrense los periodistas a aceptar la verosimilitud y veracidad de estas versiones porque son las que defienden desde el partido del Gobierno y las que son, por tanto, legítimas e incuestionables. Lo contrario implica cierto riesgo. A lo mejor le acusan a uno de ser parte de “la máquina del fango” e incluso le intentan limpiar de la profesión. Ya se sabe: Koldo era una sombra a la que nadie hacía preguntas; Delcy, una viajera confundida, De Aldama estaba en el aparcamiento de Barajas… pues bueno, por algo; y el PSOE nunca le tomará a usted por idiota integral cuando le trate como tal.

La actitud que debemos tener para evitar problemas es la de la esposa de un golfo: Vea, escuche, trague, pero no se le ocurra replicar. De lo contrario, ya sabe (a lo mejor Ábalos también)..., le podrían llamar loca o mentirosa. O acusar de no respetar lo que este artículo defiende: la presunción de inocencia. Pre-sun-ción.