Hace poco más de diez días, el Consejo Europeo adoptaba definitivamente la reforma del Pacto sobre Migración y Asilo tras cinco años de negociaciones. Cinco años en los que el objetivo inicial de armonizar y reforzar el sistema de asilo europeo se ha convertido en la legitimación de la violencia y la vulneración de los derechos humanos que sufren las personas migrantes y refugiadas, mientras se ha establecido un modelo de solidaridad a la carta para los Estados miembros, que ha puesto precio a la vida de las personas: 20.000€ por cada refugiado que no se acoja para financiar la externalización de nuestras fronteras.
El Pacto es una victoria de la extrema derecha, pero no es su primera victoria. Europa lleva años aceptando que sea la Internacional del odio la que marque el rumbo de su política migratoria: convirtiendo el Mediterráneo en una fosa común, convirtiendo nuestras fronteras en lugares donde se vulneran los derechos humanos con total impunidad, construyendo más vallas, externalizando el control migratorio que queda en manos de terceros países que no respetan los derechos humanos. A la vez estamos en una escalada de los discursos xenófobos, agitando el odio del penúltimo contra el último y atacando los propios valores bajo los que fue fundada la Unión Europea.
Una política migratoria que, además, distingue por el color de la piel. Cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania y centenares de miles de ciudadanos huyeron del país, Europa demostró que era capaz de acoger. En tan solo cuatro meses, más de cinco millones de ucranianos y ucranianas fueron acogidos e incluidos en países de toda Europa. Debemos preguntarnos qué hubiera ocurrido si una guerra que nos resulta tan cercana se hubiera producido en un país de mayoría no blanca. ¿Habríamos implementado los mecanismos de acogida a la velocidad a la que lo hicimos o, por el contrario, los gobiernos europeos habrían mirado hacia otro lado? La respuesta parece clara.
La semana pasada conocíamos una investigación de varios medios de comunicación que confirmaba lo que ya era un secreto a voces: fondos de la UE están siendo utilizados para financiar el abandono de decenas de miles de personas subsaharianas en los desiertos del norte de África. La Unión Europea subvenciona económicamente a Marruecos, Mauritania o Túnez para que eviten que las personas migrantes y refugiadas lleguen a nuestro continente. Estos países que volverán sistemáticamente los derechos humanos, les detienen, les maltratan y proceden a desterrarlos a distintas zonas del Sahara sin dinero, móviles, agua e incluso ropa. El dinero de los europeos y las europeas puesto al servicio de la discriminación, la tortura y la violación sistemática de los derechos humanos. Es, simplemente, desolador.
Los discursos del odio pretenden anestesiar el horror que nos produce ver el trato inhumano que se les da a las personas migrantes y refugiadas , pero no vamos a permitir que lo logren. Sabemos que hay una Europa mejor, la de la solidaridad y la acogida, y estamos plenamente comprometidas en avanzar para hacerla posible. En Sumar tenemos muy claro cuál es el camino a seguir: vamos a plantar cara a los reaccionarios supremacistas que quieren continuar construyendo la Europa fortaleza y vamos a marcar el rumbo hacia una nueva política migratoria comprometida con los derechos humanos.
Queremos una política migratoria plenamente alineada con la legalidad internacional, que exija el cumplimiento estricto de los acuerdos internacionales en materia de migraciones, asilo y refugio, que respete los derechos humanos y el derecho de asilo. Una política migratoria antirracista que proteja a las personas sin distinciones de nacionalidad o de origen. Una política migratoria que deje a un lado el proceso de securitización que tantas muertes y sufrimiento ha traído. Una política migratoria democrática, que garantice los derechos y la plena inclusión de las personas migrantes y refugiadas como ciudadanos de pleno derecho.
Por eso, vamos a asegurar que las personas migrantes y refugiadas sean rescatadas tanto en el desierto como en el mar. Vamos a garantizar que los niños y niñas migrantes sean protegidos por la legalidad europea. Vamos a garantizar el acceso a la protección internacional a través de embajadas y consulados en terceros países para que las personas no tengan que jugarse la vida para pedir asilo. Vamos a perseguir las violaciones de derechos fundamentales. Porque los derechos humanos no son negociables y no se pueden relativizar, vamos a construir una Europa más justa, solidaria y diversa.
Estrella Galán es la candidata de Sumar para las Elecciones Europeas
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hace 4 meses
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hace 4 meses
Por supuesto que no se trata de odiar y hay que ayudar al que se encuentra en riesgo inminente de muerte, pero también hay que entender que la solución no pasa por ignorar el problema: atender a esta gente requiere recursos (muchos) y, como en cualquier grupo humano, viene gente buena y gente que no lo es. España dista mucho de ser un país rico y, contésteme señora Estrella. Una vez que están aquí, ¿Cuál es su propuesta de lo que vamos a hacer con ellos? Nunca, pero nunca, veo que en su grupo y afines terminen de definirla ¿formarles y darles trabajo y vivienda gratis? ¿Cuál es el coste de eso? Es completamente inviable, reconózcalo. ¿a cuantos atendemos? ¿hay algún limite? ¿acogemos a miles, a decenas de miles, a millones, a todo el que quiera venir? ¿Y de los que hayan delinquido, también nos hacemos cargo? Y entiéndame, creo que ser inmigrante no te convierte en delincuente profesional ni lejanamente, faltaría más. Estoy convencido que la mayoría son gente de bien, pero tampoco hay que ocultar que no todos lo son. La inmigración es un fenómeno imparable, y no se puede resolver con soluciones simplonas, ni en un sentido ni en otro. Pero es que usted ni siquiera da una solución simplona, simplemente deja sin contestar todas las preguntas y problemas que se plantean atribuyéndose una superioridad moral a la que es muy fácil aspirar cuando se ignoran los aspectos problemáticos. Quiere usted jugar el papel de «poli bueno» y dejarle el de «poli malo» a otros. Yo tampoco tengo la solución, no me creo tan sabio, pero una cosa tengo clara: tiene que ser un proceso regulado, no algo controlado por mafias.