La sorpresa de las Campanadas de 2024 fue el atuendo de Cristina Pedroche, que consistía en un copete gigantesco y en un vestido vaporoso y de falda ancha, de los que utilizaban en las películas para colar en las fiestas a quienes no estaban invitados. Solían esconderlos debajo del traje y ahí guardaba Pedroche ayer una especie de estructura metálica de la que colgaban “lágrimas de leche materna”, en un homenaje a su reciente maternidad, parece ser que sentimental y glamuroso. La gran ocurrencia del día fue, por tanto, añadir fluidos corporales a un vestido de gala. Un concepto peligroso, sin duda, aunque no puede decirse que la idea no le saliera de dentro.

La Nochevieja tiene estas cosas. Hay mucho campo abierto para las ocurrencias. El día de año nuevo es más predecible y ordenado. Más constitucional. De concierto en televisión, paseo, vermú, comida y siesta imprudente. No hay nada que mostrar ni demostrar el 1 de enero, donde el in albis no es peyorativo. Las últimas horas del 31 son todo lo contrario. Supersticiones, lentejuelas, cutrez y turra. Sobre todo, turra, como la que afloró con el ejercicio sentimental de Pedroche, quien tras asegurar que 2024 había sido un año de “catarsis y aprendizaje”, apeló a aprender de la inocencia de su hija. De paso, deseó lo mejor para los niños del mundo. “Son el futuro”, aseguró, en otra nueva frase de corolario.

Estructura metálica

De todos los tonos que puede adoptar una conversación, el de la 'Nochevieja emotiva' es quizás el más indigesto. Es el último gran desafío anual que lanzan las personas intensas –esas grandes insoportables– a sus familiares y amigos, con el que, además, siempre intentan darse importancia. Es imposible en algunas casas beber, escuchar música o estar tranquilo porque a la prima le da por hablar de sus "catarsis" y retos personales. De sus sueños y de los motivos por los que lleva anudado un lazo rojo a la muñeca.

Pedroche interpretó ayer ese papel –templado y con lactosa– y fue aburrido. La antítesis del concepto de 'celebración'. No llegó al nivel de Anne Igartiburu en su último año –con su discurso reivindicativo– o de La 1 en 2023, cuando nos plantó a Jenni Hermoso en la Puerta del Sol, sin nada más que aportar que eso, que nadie supo lo que fue. Pese a todo, lo de anoche en Antena 3 fue un tanto empalagoso.

En la televisión pública todo fue más liviano, más de la Españita a pie de calle... y se agradeció. Hoy somos más Lalachus que otra cosa. Un país cada vez más dado al “madre mía, niño, qué fuerte”, al "me caigo muerta" y al “venga, esa peña”. Que nadie se lleve las manos a la cabeza: tampoco el nivel era antes mucho más alto. Lo que ocurre es que ahora se evidencia más 'lo que hay'. Es todo más descarnado. Por eso acertó RTVE con el tono de su programa especial previo a 2025. Fue mucho más divertido que el de su competidor.

Tío Pepe

David Broncano es el último gran reclamo del canal y sus directivos lo aprovecharon para conducir las campanadas junto a una de sus colaboradoras. Por momentos, pareció que no había guión; que aquello era la conversación de dos amigos que “flipaban” por la posibilidad de estar allí. Hay que reconocer que les salió bien.

Comenzaron con Broncano junto al luminoso de Tío Pepe, subido al tejado, como los protagonistas de El día de la bestia. Hasta que dieron las 12, saludaron a los presentadores de Antena 3 –megáfono en mano–, a la concurrencia de la plaza y a los vascos, gallegos y catalanes en sus lenguas. Se llevaron allí unos muñecos de Los Lunnis, un bombo... y sirvieron a los españoles un espectáculo aparentemente improvisado, pero que funcionó. Hubo quien criticó la escena en la que ella se sacó de la chistera una estampita con la vaquilla de Grand Prix, con pose similar a la del Sagrado Corazón de Jesús. No lo vi para tanto, en absoluto. Hay quien hiperventila con el sonido del viento.

Después, llegó Cachitos, que fue durante un tiempo un programa ocurrente y mordaz con aquello que genera nostalgia, pero que ahora es otra cosa. Se ha convertido en la cuenta de Twitter de un influencer de izquierdas, lo cual tendría cabida en Canal Red, pero chirría en RTVE. Hubo un tiempo en que la irreverencia se asociaba a desafiar al que manda desde tu posición. Parece ser que ahora equivale a remar a favor de obra. A conseguir que a Bolaños le guste tu rótulo sobre Nacho Cano y te deje un like. Menudo logro.

Por fortuna, tan sólo se celebra una Nochevieja al año. El resto es más predecible y rutinario. Menos hortera e intenso. Sabremos mañana quién ganó el duelo de audiencia entre La 1 y Antena 3. Por fortuna, la turra del final de 2024 fue menor a la del año anterior. Ahora, queda lo previsible, lo de siempre. Las imágenes de los borrachos con el chocolate con churros de San Ginés, las del primer niño del año y las de las subidas de la luz y el transporte.

Lo predecible y esperable. Lo de siempre. La Tierra terminó una vez más su ciclo anual y los telediarios abrirán a las 3 con malas noticias.