Cada 12 de mayo celebramos el Día Mundial de la Enfermería, una fecha que invita a reconocer la labor imprescindible de quienes cuidan de nuestra salud. Pero este año, más que una celebración, deberíamos tomarlo como una señal de alarma: el mundo se enfrenta a la mayor crisis de personal sanitario jamás registrada. Faltan más de 10 millones de enfermeras en todo el mundo para el año 2030. Y si no actuamos con urgencia, la pregunta ya no será retórica: ¿Quién nos cuidará mañana?

La Organización Mundial de la Salud estima que necesitamos formar y contratar al menos 4,7 millones de nuevas enfermeras solo para mantener el personal actual, sin contar el crecimiento de la demanda. Si sumamos la escasez ya existente, el déficit alcanzará los 10,6 millones. Esta cifra es más que una estadística: es un reflejo de un sistema que no ha sabido cuidar a quienes cuidan.

El envejecimiento de la plantilla sanitaria es una bomba de relojería

Como enfermera con más de cuatro décadas de experiencia, puedo afirmar que esta crisis no es nueva, pero sí es ahora más profunda y más peligrosa. El envejecimiento de la plantilla sanitaria es una bomba de relojería. En la próxima década se jubilará el 17% de las enfermeras en activo en el mundo. En España, esto se suma a una realidad ya alarmante: necesitamos 123.000 profesionales de enfermería solo para alcanzar la media europea. Y si no hacemos nada, este déficit no solo pondrá en riesgo vidas: pondrá en jaque el sistema de salud mundial.

Envejecimiento, abandono y precariedad: tres frentes abiertos

Uno de los factores que más agrava esta situación es el envejecimiento de la plantilla. En la próxima década, se jubilará el 17% de las enfermeras activas en el mundo. En España más del 30% de las profesionales supera los 50 años.

A esta jubilación masiva hay que añadir un fenómeno tan silencioso como devastador: el abandono prematuro de la profesión. La pandemia fue una prueba de fuego que dejó al descubierto las grietas del sistema: jornadas interminables, estrés crónico, falta de recursos y una escasa protección emocional para quienes estuvieron en primera línea. Muchas enfermeras abandonaron entonces y muchas otras lo siguen considerando hoy. No por falta de vocación, sino por agotamiento.

¿Y qué mensaje reciben los jóvenes que se plantean estudiar enfermería? Uno nada esperanzador: escasas oportunidades de desarrollo, precariedad y falta de reconocimiento. El resultado: menos vocaciones, más fuga de talento y más dependencia de personal extranjero en condiciones muchas veces desfavorables.

Impacto directo en la salud pública

La consecuencia directa la sufre toda la población. La escasez de personal de enfermería agrava la sostenibilidad de los sistemas sanitarios y la salud pública, que repercute directamente en toda la población. Menos enfermeras significa menos acceso a cuidados esenciales, más listas de espera y mayor mortalidad.

En España necesitamos 123.000 profesionales de enfermería solo para alcanzar la media europea

La OMS advierte que los países con menor densidad de personal de enfermería registran peores indicadores de salud, como mayor mortalidad materna e infantil, y menor esperanza de vida. En zonas rurales o vulnerables, donde las enfermeras son a menudo la única figura sanitaria disponible, su ausencia deja comunidades enteras sin atención primaria y elevan el índice de mortalidad. En los países ricos, el déficit de enfermería provoca estrés crónico del sistema sanitario: turnos interminables, sobrecarga de trabajo, largas listas de espera, desigualdad en el acceso y agrava la calidad de los cuidados.

España: entre avances históricos y retos urgentes

En los últimos años, España ha dado algunos pasos importantes, como la ampliación de competencias o la mejora del marco legal. Pero siguen sin desarrollarse plenamente las especialidades, sin reconocerse la categoría A1 para el personal de enfermería, sin acceso real a puestos de alta gestión, y con una desigualdad territorial que castiga a ciertas regiones más que a otras. Seguimos sin resolver lo fundamental: dotar de medios y dignidad a una profesión esencial.

La respuesta no puede ser solo técnica. Es también política, social y ética. Cuidar a quienes nos cuidan debe convertirse en una prioridad colectiva. Los gobiernos deben invertir en formación, contratación y, sobre todo, en la retención del talento. Los hospitales e instituciones deben garantizar condiciones dignas, seguras y emocionalmente sostenibles. Y la ciudadanía, todos nosotros, tenemos el deber de exigir y defender un sistema sanitario que trate con justicia a sus profesionales.

Desde medicusmundi sabemos bien que la salud no es un lujo ni una mercancía. Es un derecho, y este derecho solo se garantiza si hay personas preparadas, motivadas y respetadas para ejercerlo. Invertir en enfermería no es un gasto: es una inversión en la salud de todos.

No podemos permitirnos perder más tiempo. La crisis de la enfermería es ya una crisis de salud global. Este 12 de mayo no basta con agradecimientos simbólicos. Necesitamos compromisos reales, políticas valientes y una ciudadanía consciente. Porque mañana, cuando enfermemos o cuando cuidemos de nuestros seres queridos, todos querremos una enfermera al lado. Y si no actuamos ahora, puede que ya no esté.


Cruz Cuevas Canal es presidenta de medicusmundi, enfermera jubilada y ex supervisora del Área Funcional del Hospital Universitario Central de Asturias.