La Conferencia de Sevilla sobre financiación para el desarrollo ha sido un paso relevante en un momento de creciente fragmentación internacional. En un contexto geopolítico marcado por tensiones comerciales, conflictos armados y retrocesos en la ayuda internacional a los países menos favorecidos, Sevilla ha recordado que, sin una financiación adecuada y justa para el desarrollo, no puede haber seguridad ni estabilidad global posible. Oponer una contra la otra es una falsa dicotomía. La lucha contra la pobreza y la desigualdad es por supuesto una causa moral, pero es también una necesidad geoestratégica. Pensemos por ejemplo en las consecuencias que puede tener sobre Europa el actual crecimiento demográfico de África si no apoyamos su crecimiento económico.

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Esta cumbre –que reunió a más de medio centenar de jefes de Estado y directores de organismos internacionales– pretendía renovar el compromiso global con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y cerrar la brecha de cuatro billones de dólares anuales que la ONU estima necesaria para erradicar la pobreza y combatir las desigualdades. Aunque los avances alcanzados no siempre hayan estado a la altura de las expectativas, el Compromiso de Sevilla supone un paso adelante en cuestiones cruciales como la fiscalidad internacional, la reestructuración de la deuda y el papel de la inversión pública y privada. Este texto será una herramienta sobre la que seguir trabajando en el futuro, y refleja la voluntad política de buscar soluciones para esos retos.

Uno de los temas centrales fue la crisis de deuda que afecta a numerosos países del Sur Global. La falta de un mecanismo multilateral eficaz para reestructurar la deuda sigue siendo un obstáculo importante. Propuestas para establecer nuevos marcos bajo el paraguas de Naciones Unidas, como una Convención de Cooperación Fiscal Internacional, no prosperaron por la falta de consenso entre los principales acreedores. La gobernanza global sigue secuestrada por lógicas unilaterales. Mientras tanto, más de 3.000 millones de personas viven en países donde el gasto en intereses de la deuda exterior supera el destinado a servicios básicos como salud o educación.

Sevilla reafirmó la importancia estratégica de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), para los países en desarrollo. A pesar de los recortes aplicados por varios países donantes en los últimos años, la AOD fue reconocida como un instrumento esencial para apoyar a los más vulnerables y movilizar recursos adicionales. La retirada de fondos por parte de actores clave ha tenido efectos concretos y negativos sobre millones de personas. Durante estos días se ha dejado más claro que nunca que cada recorte en ayuda tiene consecuencias graves: vidas humanas perdidas -pueden ser hasta cuatro millones en África a causa del SIDA- y retrocesos en derechos, salud y educación.

Esta Conferencia subrayó, al mismo tiempo, la necesidad de orientar en mucha mayor medida los mercados financieros y la inversión privada hacia los países en desarrollo. Hasta ahora los avances obtenidos han sido escasos. Como advirtió el presidente del BID, Ilan Goldfajn, los 4 billones de dólares necesarios existen en grandes fondos, pero esos capitales buscan “estabilidad” y tratan de evitar riesgos. Para atraerlos a desarrollo se necesitan proyectos viables y estructuras de garantía. Es por ello que se señaló la necesidad de reformar las condiciones de los préstamos, y mejorar la arquitectura financiera internacional. Es una tarea en la que existe margen para que los bancos internacionales de desarrollo se impliquen de una forma mucho más activa en el futuro.

Todo esto se debatió entre las extremas temperaturas de Sevilla durante esta semana, por encima de los 40 grados. Quizás esto haya sido un acicate más para que las delegaciones de los países recordaran que, frente a los retos globales como el cambio climático, solo funcionarán soluciones multilaterales. Este Compromiso de Sevilla, aunque imperfecto, supone un avance para el multilateralismo, que hace posible avanzar juntos hacia un mundo más justo y equitativo.  De ahí también nace la Plataforma de Acción de Sevilla, promovida por España, que se perfila como un mecanismo de implementación concreta. Esta plataforma recoge más de 130 iniciativas de gobiernos, organismos internacionales, instituciones financieras y sociedad civil, que incluyen desde canjes de deuda por inversiones sociales hasta propuestas fiscales innovadoras.

Desde Ayuda en Acción, consideramos que la financiación para el desarrollo no puede seguir siendo una cuestión secundaria. Es una responsabilidad colectiva y una condición para la estabilidad futura. Sevilla ha abierto un espacio de trabajo que no debe perderse. Ahora corresponde a los gobiernos, las instituciones financieras internacionales y la sociedad civil mantener el impulso y convertir las declaraciones en acciones concretas. La cooperación internacional necesita reformas, pero también voluntad política. En un momento muy difícil para la cooperación al desarrollo el Compromiso de Sevilla supone un paso adelante, en el que España y Europa han jugado un papel importante, defendiendo los valores de solidaridad y cooperación internacional enraizados en sus sociedades.

Rafael Dezcallar es presidente del Patronato de Ayuda en Acción

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