Existen algunos precedentes de la situación actual a los que no se concedió toda la atención que requerían. No me refiero sólo a la forma en la que el régimen chino invertía en la prensa española -la que tanto alardea de valores democráticos- para publicar su panfleto propagandístico China Daily. Hablo de operaciones de mayor calado, como la salvación de Mediapro por parte de Orient Hontai. Dentro de un país enfermo de presbicia, no llamó excesivamente la atención el hecho de que un fondo de inversión chino adquiriera una participación de control en una productora que arrastraba una deuda de casi 450 millones de euros, pendiente de refinanciar.

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Hay varias formas de ejercer influencia sobre un tercer país. Una de ellas es por la fuerza, pero suele ser muy cara y arriesgada. Otra es mediante la propaganda. También se puede corromper a sus dirigentes, algo que resulta generalmente más fácil cuanto más deprimido o polarizado esté el territorio en cuestión. En cualquier caso, lo más efectivo en los lugares donde impera el libre mercado es inyectar dinero en empresas estratégicas o en sectores en apuros.

Esto último permite a la 'potencia extranjera' participar en la toma de decisiones relevantes en un país sin necesidad de enviar una columna de tanques. Esa influencia puede ser positiva, pero también es posible que perjudique al territorio en cuestión... porque conviene acercarle al terreno de otro, que se rige por un sistema autoritario. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

Una inversión arriesgada

Mediapro no era en 2018 una inversión exenta de riesgo. La situación financiera de la compañía era compleja y sus principales negocios -deportes y producción de contenidos- tenían tantos competidores que cualquier traspiés podía generar un agujero en sus cuentas. Mediapro además siempre ha sido 'incómoda' o, mejor dicho, contestataria. Uno de sus fundadores se confiesta troskista. El otro defiende abiertamente la secesión de Cataluña. Un año antes de que China adquiriera más de la mitad de sus acciones, Tatxo Benet y Jaume Roures, se posicionaron a favor del referéndum del 1-O e incluso grabaron un documental sobre las cargas policiales.

Como suele ser costumbre en el régimen comunista chino, la operación se realizó a través de dos vehículos financieros con sede en Hong Kong -Kunshan Limited y Southwind Media-, un país en el que el poliburó comunista suele orquestar las inversiones en terceros países que pueden ser polémicas, como las relacionadas con las telecomunicaciones, las infraestructuras y los medios. Cosas del 'capitalismo híbrido' o del 'comunismo con piel de cordero'. Para este fin también suele recurrir a Singapur, donde Orient Hontai tiene una sociedad (Orient Hontai Singapore Ltd.) y donde algún empresario español -correveidile y maquiavélico- tiene trazado algún buen esquema societario.

Suele sostenerse que el mundo se ha transformado en un territorio 'multipolar' en las últimas dos décadas, pero, a la hora de la verdad, hay dos bloques que se distinguen de forma bastante clara. Ambos se significan en todo tipo de foros, pero en algunos se aprecia mejor que en otros. El pasado 9 de mayo, Xi Jinping acudió al desfile del Día de la Victoria, en Moscú y se fotografió junto con Vladimir Putin y con representantes de los BRICs, como Lula da Silva, o 'demócratas', como Nicolás Maduro. Hace unos días, el presidente chino no estaba en el acto conmemorativo del 80 aniversario del bombardeo de Hiroshima. No había representación diplomática ni del país de Confucio ni de Rusia. Es decir, del poder contra Occidente, el cual, con sus múltiples imperfecciones, manías y fallos estratégicos, es al que pertenece España.

¿Qué quiere China de España?

Una vez hecha esta contextualización, quizás larga, pero relevante, surge una pregunta que debería plantearse ante cualquier inversión estratégica del país asiático en este lugar del mundo. ¿Qué pretende el Gobierno comunista chino al incrementar su influencia en España? ¿Busca tan sólo acuerdos comerciales -cosa absolutamente legítima- o también quiere desgastar sus alianzas tradicionales para atraer a este país hacia su núcleo de influencia?

China es un país increíble cuya civilización cuenta más de 5.000 años. Su modelo económico le ha permitido situarse a la vanguardia de algunos sectores muy relevantes y eso le ha convertido en un proveedor importante, máxime en un momento en el que la política arancelaria de Donald Trump y la pérdida de competitividad de Europa han afectado a España.

Lo que sucede es que China está afectada por el virus comunista. Hace unas semanas, acudí a una cena en la que estaba una mujer joven, estudiante en Madrid, y natural de la provincia del noreste, territorio manchú. Por curiosidad, le pregunté por la persecución a los uigures y me confesó que nunca había oído hablar de ello. Puede que sea por desinterés personal... o porque el Gobierno chino ejerce un férreo control sobre la libertad de expresión y de prensa. Al sugerirle esta segunda opción, ella confesó que un amigo de sus padres, profesor, había estado encerrado 28 días en un 'agujero' porque a la Administración local le había llegado el rumor de que había hablado más de lo que debía. China es modernidad, pero China también es eso, que está muy alejado de los estándares del mundo libre, por mucha propaganda que inyecte a través de los medios, de la academia, de la diplomacia y de las redes.

Al Gobierno de Pedro Sánchez y a sus 'interesados' en Madrid, Bruselas, Pekín y Singapur, parecen no preocuparles en exceso estas cuestiones, como tampoco los temores que despiertan entre sus aliados China y sus empresas. Publicó este periódico el pasado 22 de octubre un artículo en el que se señalaban algunos movimientos escandalosos por parte de Moncloa en este sentido. En aquel entonces, no había estallado el caso de presunta corrupción de eurodiputados por parte de Huawei, pero sí se sabía que Acento, la consultora de Pepe Blanco, exministro de Fomento y exsecretario de Organización del PSOE, representaba a esta compañía en la UE con un contrato anual de entre 200.000 y 299.999 euros.

Antonio Hernando

También se conocía que en esta empresa se había empleado Antonio Hernando, quien acababa de ser nombrado como secretario de Estado un mes antes. Moncloa no le asignó una cartera cualquiera, sino que le situó al frente de su política de telecomunicaciones, dentro del ministerio dirigido por Óscar López. El 9 de septiembre de ese año, Pedro Sánchez viajó a Pekín para verse con Xi Jinping y aprovechó para trasladarle “el deseo de continuar profundizando en las relaciones bilaterales sobre la base del respeto y el reconocimiento mutuo”.

De los viajes de Rodríguez Zapatero a China se ha escrito casi tanto como de sus nexos con Caracas, los cuales tanto parecen incomodarle cuando se abordan más allá del ámbito político. Esperemos que el expresidente del Gobierno no se ofenda por señalar que es el presidente del Consejo Asesor de Gate Center, que está comandado por su amigo personal Daniel Romero Abreu -Thinking Heads- y por Feng Yi Zhang, presidente del fondo T-Capital Group y del holding inmobiliario Grand Pacific Property, según señalaba hace unos meses El Confidencial. Este lobby promueve el acercamiento entre China y España; y en la misma información de ese medio se incide en que se fundó “con el dinero y los contactos” de un empresario chino que está bajo la lupa del CNI, Fangyong Du, alias Miguel Duch.

Son cosas que pasan. Operaciones, sin duda, bienintencionadas que no pueden llevar a sospechar, como tampoco que las hijas de Zapatero tuvieran a Huawei como cliente en su consultora, la cual cuenta en su cartera con algunas de las empresas mediáticas más cercanas a su padre y cuya facturación no ha parado de crecer. La filial de la empresa de telecomunicaciones china en España -por abundar- contó hasta 2023 con Therese Jamaa -pareja del ministro Albares- como vicepresidenta, algo que parece que también le molesta que se señale. A lo mejor, al igual que el hecho de que el Gobierno la propusiera en 2023 como consejera de Hispasat, empresa de satélites de interés estratégico y militar.

Fuentes oficiales de Exteriores, quieren expresar: "Ni el ministerio de Asuntos Exteriores, ni el ministro Albares, tienen ninguna relación con Huawei, ni la han tenido nunca. El ministro aclara que su pareja no tiene tampoco ninguna relación actual con Huawei, ni ha trabajado nunca para ninguna consultora o lobby".

En ningún momento de este artículo se dice lo contrario. Tan sólo se señala que tras ser vicepresidenta de Huawei España fue designada como consejera de Hispasat. Es decir, la existencia de un vínculo y un posterior movimiento hacia la empresa de satélites.

El contrato de España con Huawei

Se habla estos días del contrato de 12 millones de euros que recientemente ha rubricado el Gobierno con Huawei -por cierto, a la que también asesoró Víctor de Aldama- para que le proporcione el hardware que necesita para el almacenamiento de las escuchas telefónicas. Financial Times se hacía eco el pasado 25 de julio de la preocupación de la UE con respecto a este nexo -”Huawei representa riesgos materialmente más altos”, dijo la Comisión Europea-, que se produjo unos días después de que Washington pidiera información sobre este acuerdo, en cuanto a que podría comprometer la confidencialidad de los datos de un aliado de la OTAN.

El Gobierno quitó hierro a este asunto, pero lo cierto es que mientras otros países europeos han extremado sus precauciones con China, actuales y pasados dirigentes del PSOE parecen encantados por su labor desinteresada en favor del acercamiento entre los dos pueblos, en contra de la postura de todos sus aliados y con los ojos cerrados ante lo de siempre. Es decir, ausencia de democracia, torturas a disidentes, desapariciones y persecuciones. Peccata minuta.

Esto último no lo expongo porque los aliados estén libres de culpa, sino porque hay quien está acostumbrado a aleccionar con excesiva dureza sobre lo que no se debería hacer en las democracias, pero es especialmente tolerante hacia determinadas manías de las dictaduras. Estos perseguidores de los extremismos actuales son especialmente miopes con las cuestiones que no les interesan de éstas y otras dictaduras. ¿No serán acaso soldados, negociantes o gente turbia que está a sueldo?

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