La revelación de la reunión en mayo de 2018 a la que asistió Pedro Sánchez para negociar con Arnaldo Otegi la moción de censura a Mariano Rajoy, con Santos Cerdán y Antxon Alonso como testigos de excepción, es una mala noticia para el presidente. Lo es porque demuestra hasta qué punto estuvo dispuesto a ceder en el terreno moral para lograr sus objetivos, y porque pondría de manifiesto, una vez más, que ha mentido. Mintió cuando dijo no conocer a Antxon (socio de Cerdán en Servinabar) en su comparecencia en el Congreso, y también cuando, tras publicada la noticia, dijo que "es mentira". Pero, sobre todo, es un muy mal augurio porque evidencia que tanto Koldo García como José Luis Ábalos -que, ejerciendo como testigo de referencia, ha dicho en X que a él le informó del encuentro un "testigo presencial"- están dispuestos a tirar de la manta. Los dos temen ingresar mañana en prisión provisional y, tras el escrito de conclusiones de la Fiscalía, creen que pueden ser condenados a duras penas de cárcel. Y ya han perdido toda esperanza de que el PSOE o Moncloa puedan influir en la Fiscalía Anticorrupción o en el Tribunal Supremo para evitarlo.
Hasta ahora nos constaba que Santos Cerdán, en esa época dirigente del Partido Socialista en Navarra, había urdido el apoyo del PNV y de Bildu a la moción de censura. Incluso, el ex secretario de Organización del PSOE llegó a argumentar ante el Supremo que el motivo por el que él había sido procesado era una venganza de la derecha política y judicial por haber sido el arquitecto de la moción de censura, negociando incluso con el fugado Puigdemont para que la suma de votos en el Congreso diera un resultado satisfactorio para Sánchez. Lo que no sabíamos era que el propio candidato había acudido a una cita secreta con el jefe de Bildu en un escondido caserío en el País Vasco.
El filtrador no puede ser otro que Koldo y el testigo presencial al que se refiere Ábalos tampoco puede ser otro que su ex asistente. Dudo que Koldo, que hizo de chófer para el conciliábulo, estuviera presente físicamente en la conversación. Pero es evidente que si él llevó a Sánchez y a Santos Cerdán a la cita puede atestiguar que se produjo, aunque no pueda aportar detalles de lo que allí se pactó.
Ábalos y Koldo han perdido toda esperanza de que el PSOE o el Gobierno puedan evitar su ingreso en prisión
Hay máxima preocupación en Ferraz y en Moncloa ante el giro repentino de los acontecimientos. Hasta ahora, el chota era sólo Víctor de Aldama. Aunque fueron las grabaciones que hizo Koldo durante tres años las que pusieron a Ábalos y Cerdán contra las cuerdas. Pero ahora, justo unas horas antes de que se produzca la vistilla en el Supremo en la que se podría acordar el ingreso en prisión del ex ministro y su ayuda de cámara, es cuando estos han decidido enseñar la patita, mostrar una parte, pequeña aunque muy molesta, de lo que saben, y que, según testimonio de la amiga del ex número del PSOE, Claudia Montes, podría hacer caer a Sánchez y a todo su gobierno con él.
Como hemos visto en otros casos de corrupción, los implicados sólo cantan cuando no tienen nada que perder, cuando las negociaciones con los que les exigen omertá no han dado ningún fruto. Estamos justo en ese momento. Koldo desplegó todas sus capacidades para que Aldama -que le retribuía mensualmente 10.000 euros en efectivo- lograra sus propósitos con las mascarillas y los hidrocarburos. Sí, algo sacó de ello, ahí tenemos como ejemplo su terrenito en Benidorm donde cultiva kiwis con esmero.
A Ábalos los negocietes del empresario le facilitaron el pago de un piso a una de sus novias (Jésica) en la Plaza de España de Madrid, e incluso tuvo un chalé a su disposición para disfrutar de unas vacaciones pagadas, pero no sabemos si tiene un tesoro escondido. Al menos por lo que él dice, su fortuna se reduce a 6.000 euros, magro botín para todo un ex ministro de Fomento.
Así que sin dinero o con dinero escondido pero de difícil recuperación y con los barrotes de la cárcel acechándoles, es muy probable que concreten su amenaza y decidan contar algunas de las cosas que hasta ahora han mantenido ocultas.
Coincide, además, la vistilla en el Supremo -donde si la Fiscalía Anticorrupción pide prisión, no habrá quien los salve- con la comparecencia de Aldama ante la Audiencia Nacional. El empresario, cuyos delitos él mismo ha reconocido, ha dicho hasta el momento muchas verdades. Las "inventadas", como las calificó el presidente, no han sido tales, sino todo lo contrario. Alejandro Luzón -fiscal jefe de Anticorrupción- reconoció su papel en la causa calificando su testimonio en el escrito de conclusiones del pasado 19 de noviembre de esta manera: "Se trata de manifestaciones relevantes, veraces, que se compadecen con el material probatorio que se ha incorporado al procedimiento, y, desde luego, no auto exculpatorias".
Es la hora de la verdad. Tan sólo una argucia de última hora del presidente o su entorno podría evitar lo que parece inminente.
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