Sánchez, con traje de campaña campero, como de leñador de Caperucita, disfrazado de pueblo igual que de político, ha dicho en Cáceres que nos “renta” que él siga. Y creo que no se refería a los que andan con chistorras ni mordidas, ni a los que amañan contratos públicos, ni a los que están en lo de las mascarillas, los hidrocarburos, los rescates, lo de Venezuela o lo de China. Ni a los afiliados que se convierten en vacada, ni a los funcionarios que se convierten en lacayos, ni a los carguitos que se convierten en sicarios, ni a los periodistas evangélicos, ni a los intelectuales con dorsal y cojerita, como marchistas olímpicos. Ni a su señora, catedrática horroris causa y empresaria súbita, ni a su hermano, desnudo con la batuta, abandonado de arte y de abrigo; ni a las putas que se acostaban con Ábalos entre lujos y papel de estraza, entre perlas y empapadores. Ni se refería Sánchez a él mismo, claro, que imaginen lo que le rentará la cosa que no se va aunque el poder le está consumiendo, literalmente, ante nuestra vista, como aquellos nazis de Indiana Jones. No, Sánchez se refería al españolito en general. Sánchez nos renta, sin él no podríamos tener la casa, el sueldo, los servicios o la democracia que tenemos. Es decir, que no tenemos, o que son una mierda.
El presidente daba un mitin en Cáceres y el lugar parecía helado. Era como si se hubiera volado el techo del cobertizo en el que estaban y Sánchez, que es como un predicador de cobertizo, hubiera seguido a lo suyo, encendido por la venganza e insensible ante el mundo. Los demás creo que no lo veían igual, ya no lo ven igual, o eso me pareció, que hasta los fieles aplaudían ya como con manopla, sorda y blandamente, un solo aplauso enguatado, como si mataran a una torpe mosca invernal. Todos allí, hasta esa juventud que le hacía de fondo, seleccionada como para una visita obispal, parecían muñecos de nieve con ropa de desván o de beneficencia. Claro que Sánchez va a resistir. Pueden llevar a la cárcel o a la picota a sus dos manos derechas y las que vengan, a los colegas del Peugeot con fiesta de chistorras, a los colegas de la Moncloa con fiesta de bragueta y a los mentores con fiesta de cocos caribeños; le pueden ir registrando o rodeando los ministerios, las empresas públicas y hasta sus propia casa como si fueran empalizadas piratas, y seguirá resistiendo. Otra cosa es que resista el sanchismo, empezando por el propio partido con el corazón helado.
Yo creo que Sánchez sólo quiere estar ahí de magnolio, como su señora de begonia. Pero ahora, además, la presidencia es el búnker de Sánchez
A Sánchez le renta Sánchez, eso está claro desde el comienzo pero está más claro ahora, cuando todo se viene abajo y su resistencia sólo es agonía, una agonía además desagradable de ver, como la del vampiro empalado en la niebla o cocido al sol (en el acto en UGT la semana pasada, pensé que Sánchez iba a empezar a arder como un espantapájaros diabólico, todo paja, trapos y bichos con nido dentro de él). Está claro que a Sánchez le renta mentir, renunciar a todos los principios, a la ideología, al interés nacional, a la racionalidad, a la lógica, a la historia, al pudor y hasta al mismo hecho de poder gobernar. Un gobernante que ya no puede mantener una legislatura, ni una promesa, ni una afirmación, ni siquiera puede mantener un cara a cara consigo mismo, en el que se partiría la cara; alguien que no tiene apoyos ni presupuestos ni más proyecto que sostenerse a sí mismo grotescamente, como con cuerdas y estacas, y no se va... Está claro que la cosa le renta.
Uno sigue sin entenderlo, pero a Sánchez lo suyo le renta. Sánchez yo creo que siempre quiso lo mismo, llegar a la Moncloa, plantarse allí como un magnolio sin hacer nada especial salvo mecerse en su condición presidencial o grandifloral. Estar, figurar, adornarse de él mismo como el magnolio. Un estar que es, en realidad, ser, ser presidente, no para hacer nada sino para ser él algo. Yo no lo veo en esto para hacerse rico de chistorras, de petróleos, de Lambos o de mesones. Quizá se ha dejado corromper o ha consentido la corrupción, pero sigo creyendo que su fin era, simplemente, la presidencia floral. Cueste lo que cueste, caiga quien caiga y haciendo lo que sea, pero ser presidente florero y quizá algo más, rey republicano bananero y tropical. Es un sueño de hortera o de adolescente, quizá con un ramalazo psicopático, como ser miss descalabrando a otras misses. A lo mejor estoy equivocado, pero si Sánchez fuera simplemente el jefe de los chorizos, entonces sí que me habría engañado. Lo que haya podido caer por ahí, o lo que haya consentido alrededor, Sánchez lo entendería como un tributo necesario o incluso un justo premio a su grandeza, como don Juan Carlos aceptando pelucos, barcos de mármol o millones en oro en polvo.
Yo creo que Sánchez sólo quiere estar ahí de magnolio, como su señora de begonia. Pero ahora, además, la presidencia es el búnker de Sánchez. Siempre quiso estar ahí, pero ahora tiene que seguir ahí. Aún tiene todo el poder del Estado, que es un poder muy grande porque nuestra democracia, hecha no por monjas sargentos sino por profesores y pianistas, hemos visto que no tiene mecanismos de defensa efectivos ante alguien que se propone saltarse todos los límites. Sánchez tiene que seguir ahí o se lo podrían llevar cualquier día a unos calabozos con botijo y ratón, como los de Ibáñez. Claro que le renta, aunque al españolito no tanto. Si borramos la corrupción, el autoritarismo, la mentira y el hecho de que su gobernanza sólo respondía al chantaje de unos y otros, la gestión aún nos deja sin casa, sin trenes, sin luz, sin pan y sin mucha esperanza, salvo para los suyos. Sólo a Sánchez le renta Sánchez.
No va a ir la cosa a mejor porque, como hemos dicho, todos los negocios eran el mismo negocio y ese negocio, como sus personajes, vienen directamente de la carrera y el ascenso de Pedro Sánchez. Ya veremos si el presidente era el capo o sólo el hortera que soñaba con emperifollarse de dignidades presidenciales, como la niña que quiere ser princesa con bucles. De momento, claro que va a resistir, aunque ya no se mece igual. Ya cuando se bambolea parece sólo un tronco muerto a medio talar, y ya no le aplauden tanto en el partido que era su secta y donde ahora lo miran entre protector de babosos y Nerón con guitarrita de guapo. Ha tenido gracia que, en su TikTok semanal, en el que parece Petete, Sánchez haya recomendado la canción La vereda de la puerta de atrás de Extremoduro, en la que Robe decía eso de “que me entierren con la picha por fuera pa’ que se la coma un ratón”. Muchas veces hemos hablado del chorrafuerismo de Sańchez, pero ya no es el caso. Sánchez ya no va con la picha fuera, que están a punto de cortársela. Sonará, sin duda, como a nariz de Pinocho tronchada.
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