Se acerca el fin de año y quienes creen en los astrólogos y chamanes advierten de las calamidades que predijo hace unas cuantas décadas aquella anciana ciega, búlgara, llamada Baba Vanga. Hay quien ha interpretado que previó un número inusitado de epifanías en España hacia la mitad de la segunda década del nuevo milenio, en especial, entre las personas cercanas al Gobierno en pensamiento, cuenta corriente, obra u omisión.
Baba Vanga no suele fallar en sus vaticinios, pero a veces los episodios que anuncia se inician un poco antes de lo previsto. Es lo que tiene la videncia, que orienta, pero no ofrece lugar, fecha, hora y minuto exactos. Por eso se han detectado algunos comportamientos anómalos a lo largo de los dos años anteriores a 2026 que podríamos definir como 'el chispeo que antecede a la gran tormenta'.
Por citar un ejemplo al azar: hay quien se sentaba en primera fila de los actos que organizaba el Gobierno de Pedro Sánchez y le aplaudía con las manos y los pabellones auditivos mientras le dedicaba sesudas columnas dominicales, pero ahora, unos años después, abandera el periodismo de investigación contra la corrupción y pide a sus lectores que se aflojen el bolsillo y paguen una suscripción a su diario, dado que la trinchera de los irreductibles tiene menos apoyo que la de los lameruzos.
¿Qué ha podido suceder ahí para que una misma mente, una única conciencia, haya recorrido el trecho que separa el apoyo a Pedro de la crítica más mordaz? Sin duda, un misterio difícil de resolver. ¿Será fruto de la reflexión? ¿Del vil metal? ¿De los achaques? ¿O de todo en conjunto?
'El País'...
Se ha registrado otro caso recientemente que llama la atención. Es el de Soledad Gallego-Díaz, antigua directora de El País, quien, pedía este domingo en una columna de opinión la retirada de Pedro Sánchez y su sustitución por una mujer de cara a las próximas elecciones generales sin referirse a ninguna en concreto, como sí lo importante fuera el sexo y no la candidata. He aquí la talla de los intelectuales de esta época: primero fabricamos el muñeco y luego ya vemos a ver lo que tiene que decir. Quienes inventaron a Pedro parece que pretenden aplicar el mismo procedimiento con su sucesora, entre lo simbólico y lo publicitario. El resto ya lo prepara el asesor de turno.
La columnista lamentaba que el Gobierno haya caído en la misma dinámica que el PP, que fomenta la crispación y alimenta el populismo de Vox. Nótese que no atribuía al PSOE el germen del problema, sino que considera que el camino de la confrontación lo ha abierto la oposición y que Sánchez, en lugar de evitarlo, ha decidido recorrerlo, para beneficio personal y perjuicio de la sociedad española.
Dirán los más exigentes que Gallego-Díaz no ha tenido una epifanía, sino que simplemente intenta salvar los muebles y preparar el terreno para caer simpático al próximo líder del PSOE. Por eso ataca a Pedro sin renegar del socialismo de Ferraz, lo que implica situar siempre el origen del problema en el otro.
Pese a la sutil impostura que exhibe en su artículo, que en realidad es burda, se puede decir que el texto es muy ilustrativo sobre lo que comienza a suceder en ese entorno ideológico, revolucionario e institucional. Ya lo predijo Baba Vanga: habrá súbitas revelaciones que provocarán que muchos, miles, quizás millones, se lamenten por haber venerado a un espejismo; y por haber confiado en un programa de Gobierno que en realidad no existía, dado que detrás de las palabras de su jefe tan sólo existía un instinto de supervivencia que le impedía observar más allá de lo estrictamente personal.
Eureka
Quienes detecten esto a partir de ahora se pondrán a la cabeza de la crítica y se les considerará como referentes dentro de su espectro político, así como firmes defensores de la democracia frente a cualquier ademán tiránico.
Serán los mismos que no se dieron cuenta del peligro que implicaba que, en 2017, un candidato a la secretaría general del PSOE asegurara que existía una conspiración contra él de la que no ofreció ninguna prueba. Ese discurso lo ha mantenido desde entonces, con modificaciones oportunistas en la lista de sus enemigos, ergo de la democracia. Ahí situó al principio a Prisa y a Telefónica; y, en estos últimos tiempos, a los pseudo-periodistas, pseudo-jueces, pseudo-sindicatos y pseudo-demócratas.
Mientras tanto, tomaba el control de las instituciones, de los medios públicos y del resto de las empresas de la SEPI; y de alguna cotizada privada que de repente le interesó, como tantas otras cosas que no figuraban en su programa electoral, como los gobiernos en coalición o la ley de amnistía. Quienes denunciaban todo eso, eran señalados por personajes que próximamente, cuando el bicho se debilite todavía más, sufrirán extrañas convulsiones a las que seguirá un cambio total de opinión, como predijo Baba Vanga.
Pronto habrá quien comenzará a observar anomalías en los negocietes de Begoña, en Santos Cerdán, en la figura de Rodríguez Zapatero y en los vínculos de Acento; y quien se preguntará el porqué Antonio Hernando ostenta la secretaría de Estado de Telecomunicaciones o, qué se yo, el motivo por el que Sánchez hará de anfitrión de una cumbre por la democracia el año que viene, en Madrid, en la que participarán personajes como Petro, chavista en aprendizaje y en proyección.
Deberá darse prisa el Ejecutivo en adjudicar la licencia de TDT a sus amiguetes porque las epifanías de los contertulios más alineados les llevarán a posiciones muy lejanas a Sánchez e incluso a renegar de su figura; o incluso a desdecirse, como hicieron tantos susanistas que acudieron al besamanos de Moncloa tras el triunfo de la moción de censura de Sánchez.
Entiendo la postura de tantos y tantos compañeros periodistas y, al contrario que opinan muchos, no creo que haya que elaborar listas ni juzgarlos por cambiar de opinión tras la súbita epifanía que experimentarán. Estos fenómenos a veces sobrevienen y lo cambian todo. Sobre todo, cuando un presidente se debilita, pero quedan facturas por pagar y eso hace necesario seguir sentando cátedra en columnas y tertulias, aunque sea a costa de exhibir impostura u obscenas contradicciones.
Quién sabe, a lo mejor si se empiezan a mover los sillones del Cervantes hay quien termina por componer poemas al PP o proponer una letra para el himno. Incluso alguno quizás vuelva a adoptar una posición de "vanguardia española". Qué se yo.
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