Nadie se atrevió a cuestionarla. Menos aún a borrarla. Ahí permaneció durante años en la pared del frontón de aquel centro educativo vizcaíno, “Gora ETA!”. Y así un recreo tras otro, como parte del decorado social de la Euskadi de comienzos de los 80. Sólo perdía color pero mantenía inalterado el miedo a abrir la boca. No fue la única. Después llegaron los señalamientos en forma de diana, las proclamas en favor de los presos, las huelgas, los avisos de bomba…

La memoria escolar de generaciones completas de estudiantes vascos y navarros se escribe con capítulos de este tipo, con imágenes de retratos de terroristas, de listados de ‘alias’ etarras, con lemas coreados al unísono en contra de la represión del Estado y en favor de ETA o mensajes aprendidos en contra de España. Con un “ellos” y un “nosotros”. Con muchas amenazas y con muchos silencios. En aquellos años 80 la escuela vasca, y el conjunto de la sociedad, convivía no sólo con las pintadas y los altercados, sino con la altanería de quienes amenazaban en las aulas sin pudor sabedores de contar con el silencio y la inacción de quienes preferían mirar hacia otro lado.

El miedo atenaza. Un entramado perfectamente organizado que la izquierda abertzale perfeccionó durante décadas hasta configurar una red de infiltración en el tejido educativo vasco que aún hoy, debilitado, persiste. No descuidar este ámbito juvenil siempre fue su prioridad. Su fuerza y su futuro se debía sembrar entre la juventud.

Pero eso sucedió hace mucho tiempo. Hoy los lemas han virado, en contenido y en intensidad. ETA ya no mata. Toca dar la bienvenida a los etarras que abandonan la cárcel, pedir el fin de la dispersión de quienes aún permanecen en ellas y proclamar y honrar la 'lucha' que libraron. Quienes hoy en las aulas lideran las protestas apenas han conocido lo que exigen juntando viejos lemas. A lo sumo lo han escuchado en casa, lo han visto por la televisión o lo han leído en los libros. Pero las brasas educativas del entorno radical siguen encendidas, menos avivadas, pero igual de necesarias.

Esta semana, medio centenar de menores portaron imágenes de una veintena de etarras en un instituto de Hernani

El último ejemplo sucedió el pasado martes. La izquierda abertzale celebraba como todos los 27 de septiembre el ‘Gudari Eguna’, día del soldado vasco, en recuerdo a los militantes de ETA Político-Militar Jon Paredes “Txiki” y Angel Otaegi, fusilados por el franquismo en 1975 –junto a tres integrantes del FRAP-. Además del habitual comunicado de ETA, las pancartas y movilizaciones volvieron a aflorar en Euskadi. También en algunos centros educativos.

En Hernani (Guipúzcoa), el Instituto Agustín Iturriaga volvió a recordar que el eslabón educativo de la izquierda abertzale, al igual que ETA, no se ha disuelto. Medio centenar de menores de edad posaron en el patio del centro portando imágenes de una veintena de etarras, algunos con delitos de sangre y otros asesinados por los GAL. Lo hicieron frente a una pancarta con el lema “Agur eta ohore. Gora atzo, gaur eta biharko borroka” (Honor y honra. Viva la lucha de ayer, hoy y mañana). En Hernani la izquierda abertzale continúa siendo muy mayoritaria. En las elecciones del pasado domingo obtuvo el 43% de los votos y casi el doble de votos que el segundo partido, el PNV. El colectivo de Víctimas del Terrorismo (COVITE) interpondrá una denuncia contra el Instituto por un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas.

“No éramos libres”

En realidad son los posos de lo que fue. El frente educativo ha reducido sus militantes. Aún no ha desaparecido pero poco o nada se asemeja al vivido durante décadas en los centros vascos. María Suárez lo recuerda bien. Aquel frente estudiantil estaba muy concurrido. Su adolescencia la vivió, a comienzos de los 90, en un instituto de un municipio del Gohierri guipuzcoano, feudo de la izquierda abertzale.

En clase sólo se les escuchaba a ellos, a los que arengaban a la izquierda abertzale"

“En clase sólo se les escuchaba a ellos, a los que arengaban a la izquierda abertzale. El resto permanecíamos callados, por miedo o por indiferencia. En realidad no éramos libres para actuar o decir lo que pensábamos”, rememora. De sus años de instituto recuerda que las movilizaciones y la presión eran habituales. “Lo ‘guay’ era ir a las manifestaciones, quien no lo hacía se quedaba fuera, pero sólo había movilización cuando moría un etarra o detenían a uno de ellos. Cuando ETA asesinaba a un empresario, a un policía o a un político no se movilizaba nadie”.

María señala que siempre echó de menos un posicionamiento más claro por parte de sus profesores. “Nunca vi un posicionamiento claro en contra de la violencia y siempre se apelaba a la libertad de expresión para dejar actuar a los simpatizantes de la izquierda abertzale”, denuncia.

Carteles en recuerdo de presos etarras, colocados esta semana en un instituto de Hernani.

Carteles en recuerdo de presos etarras, colocados esta semana en un instituto de Hernani. EL INDEPENDIENTE

En su caso, María sumaba su necesidad de integrarse. Su familia procedía de fuera de Euskadi y eso hacía aún más difícil las cosas. “Recuerdo que de niña mi obsesión era integrarme a toda costa, que no me diferenciara del resto. Por eso mi empeño en aprender euskera, por integrarme en las costumbres y la cultura vasca, etc.”, recuerda. Ahora lo ve con otros ojos y con la tranquilidad de que aquella Euskadi quedó atrás, “son cuestiones de las que nunca antes había hablado, me seguía resistiendo, y ahora me alegro que se puedan contar sin tener miedo, que pueda relatárselo a mi hijo para que sepa lo que sucedió y que todo aquello no vuelva a suceder”.

El sindicato Ikasle Abertzaleak gozó mucho tiempo de capacidad de movilización entre una parte importante del alumnado

La memoria de Xabier Agirre guarda episodios similares. Cuando repasa su pasado educativo destaca el cambio que supuso su paso a la Universidad. A comienzos de los 90 la Universidad del País Vasco (UPV) vivía algunos de los episodios de mayor convulsión y control del entorno radical. El sindicato Ikasle Abertzaleak se había hecho fuerte y gozaba de capacidad de movilización entre una parte importante del alumnado. Los incidentes se sucedían, las protestas con altercados se repetían demasiado y la decoración de reivindicaciones, pintadas de apoyo a ETA y de amenazas a profesores que se habían levantado en contra de la indiferencia general empezaban a ser frecuentes.

“Recuerdo que las llamadas a las huelgas, por el motivo que fuera, eran habituales. A menudo interrumpían la clase para recordar que al día siguiente había que hacer huelga. Los profesores, para evitar males mayores, solían dejarles”. No olvida algunos de los episodios más violentos, “como un día que entró la Ertzaintza al campus y la cafetería de la facultad quedó destrozada”. No fue lo único que vio hecho añicos, el rectorado de la UPV es probablemente el rectorado que más veces ha tenido que ser recompuesto del ataque de la violencia juvenil.

Xabier subraya de manera especial cómo la situación se fue tensando cuando Gesto por la Paz comenzó a convocar concentraciones silenciosas después de cada atentado de ETA. “Muchos comenzaron a hacer contramanifestaciones”. O el momento en el que en las paredes del campus comenzaron a aparecer carteles con imágenes de los profesores constitucionalistas que habían osado levantar su voz contra la dictadura del miedo en la universidad. Docentes escoltados, avisos de bomba o incluso bombas que fallaron en el último instante culminaron los peores episodios del pasado universitario vivido por varias generaciones de jóvenes vascos.

Un respaldo sin músculo

Aún hoy algunos de estos episodios se repiten. Los últimos incidentes son de este mismo año en la UPV. Ahora el motivo que agita a los jóvenes estudiantes de la izquierda abertzale ya no es ETA. Las protestas contra la LOMCE, como ‘invasión’ de España en la autonomía vasca, son el argumento para agitar y reavivar su control en centros escolares y campus universitarios. En abril, marzo y mayo de este año Ikasle Abertzaleak volvió a liderar protestas que derivaron en graves incidentes, destrozos y detenciones.

Pero las cosas han cambiado. Este mundo ya no recaba el respaldo de tiempo atrás. Ni Euskadi es la de antes, ni los jóvenes han crecido en una sociedad con la violencia tan presente. Los escolares y universitarios vascos apenas han conocido a ETA y sus vivencias se asemejan más a la normalidad que a la agitación. Asusta recordar que en 1986 la juventud vasca mostraba un respaldo importante a ETA y sus crímenes.

Uno de los últimos estudios con ETA aún en activo fijaba su apoyo entre los jóvenes en un 14,8%

Un estudio de la universidad de Deusto, liderado por el catedrático de Sociología, Javier Elzo, revelaba que por aquel entonces el 36% de los jóvenes de entre 15 a 29 años justificaba “en ciertas circunstancias” a ETA. El apoyo fue descendiendo al 27% cuatro años después y al 16% en 2009 -según una encuesta de Aztiker para la Diputación de Gipuzkoa-. Uno de los últimos datos con ETA aún activa los aportó el Ararteko, la defensoría del pueblo vasco, quien en un informe de 2010 fijó en el 14,8% el apoyo de los jóvenes.

Actualmente el respaldo ha descendido de modo significativo. Pese a que aún hoy se pueden dar actos como los del pasado martes en el Instituto de Hernani y que la fuerza de las juventudes de la izquierda abertzale es significativa, su capacidad de influencia en las nuevas generaciones ha descendido. Ni sus concentraciones en protesta por determinadas detenciones, ni sus convocatorias de huelga o de movilizaciones tiene ya tanto predicamento. A la distancia temporal respecto al último atentado de ETA, año 2010, se suma la labor educativa que se ha ido intensificando en los últimos años en el sistema docente vasco.

Víctimas convertidas en educadoras

Comenzó en tiempos de Juan José Ibarretxe, se profundizó durante el Gobierno del lehendakari Patxi López y se ha ampliado y reenfocado durante la pasada legislatura con Iñigo Urkullu. En 2006 el plan de Paz y Convivencia impulsado por el Gobierno vasco comenzó a poner los cimientos para dar pasos en el ámbito educativo. La siguiente legislatura el PSE dio un paso novedoso al incorporar los testimonios de víctimas de ETA y los GAL en las aulas como la mejor garantía de blindar contra la intolerancia a los jóvenes.

En 2012, en esa lista de testimonios el PNV incorporó a las víctimas de abusos policiales, con la protesta de PP y UPyD por considerar que se “equiparaban violencias”. Un programa que para finales de 2014 ya había permitido que casi una treintena de centros escolares se incorporaran al programa ‘Adi Adian’ y por el cual 2.200 escolares escucharon en primera persona el testimonio de 13 víctimas de ETA, cuatro de los GAL y dos de abusos policiales.

Sólo 30 centros reclaman actualmente el servicio de las 'víctimas educadoras'

La resistencia inicial de los centros escolares a escuchar a las víctimas en sus aulas fue evidente. Las denominadas “víctimas educadoras” tan sólo fueron reclamadas por ocho colegios en 2011. Por ahora, apenas una treintena los solicitan, si bien lo sucedido en Euskadi y el impacto de la violencia y las víctimas es ya materia de estudio en el modelo educativo vasco y las resistencias a abordar esta cuestión empiezan a desaparecer. Los testimonios de las víctimas se escuchan en 4º de la ESO y en el Bachillerato y se da la opción de hacerlo en directo o bien a través de material audiovisual, escrito o incluso mediante representaciones teatrales.

El Plan de Paz en vigor también contempla medidas como un fondo de formación para el profesorado en el campo de la cultura de la convivencia. En este punto aboga por facilitar a los docentes formación en materia de derechos humanos y solidaridad con las víctimas y la resolución pacífica de los conflictos. Este plan se fija como objetivo promover una “cultura de paz y convivencia”, en especial entre las futuras generaciones, como antídoto de “dogmatismos, el fatalismo, el maniqueísmo y el sectarismo”.