Acarició la idea de aspirar a todo en el PP y hace apenas tres días su edificio político se desmoronó en torno a ella acosada por los casos de corrupción de personas de su máxima confianza. La detención y encarcelamiento del que fuera su mano derecha durante dos décadas, Ignacio González, le obligó a dar un paso atrás que intentó retrasar lo más posible, esto es, su tercera y definitiva dimisión, incluido el abandono, ahora sí total, de la vida política.
Su continuidad se tornó imposible una vez se conoció la decisión del de la Audiencia Nacional juez Eloy Velasco de decretar la prisión sin fianza de González. Ya no podía aferrarse al argumento de que necesitaba tener más información antes de plantearse esa decisión, como dijo a la Cope el jueves por la mañana, y Génova así se lo hizo saber después de hacerle llegar por vía interpuesta que lo que mejor que podía hacer por ella misma y por el partido era apartarse de la política definitivamente. Atrás quedaba el sueño de volver a aspirar a la alcaldía de Madrid en las elecciones locales de mayo de 2019.
Su proceso de apartamiento, sin embargo, había comenzado mucho antes, aunque Génova nunca se atrevió a presentarle cara en campo abierto. Su sucesora al frente de la presidencia del partido en Madrid, Cristina Cifuentes, tenía órdenes de intentar eliminar los signos de "aguirrismo" que aún quedaban en la organización territorial para entrar definitivamente en una nueva etapa. Pero la portavoz popular en el ayuntamiento de Madrid, Esperanza Aguirre, se resistía a ser borrada del mapa político y mediático. "A algunos se les olvida que esta señora, con Francisco Granados ya en la cárcel, ganó las elecciones locales de mayo de 2015", recordaba uno de sus colaboradores, de sus fieles, que aún tiene, aunque la lista vaya mermando conforme llegan nuevos tiempos a la dirección regional.
Su nombre volvió a salir a la palestra hace unas semanas tras conocerse que el juez Velasco había impulsado la pieza separada que, en el marco de la Operación Púnica, investiga si hubo financiación ilegal del PP de Madrid. También cuando se puso fecha a su declaración, como testigo, por el "caso Gürtel", el jueves pasado. Ella viene recordando que si dimitió en febrero de 2016 de presidenta de los populares madrileños fue porque no ejerció la labor in vigilando que le correspondía como líder del partido. Precisamente ella, cuyo lema es que "se puede delegar todo menos la supervisión"; precisamente ella, que se atribuye el haber destapado el caso Gürtel en Madrid; precisamente ella, que se considera la principal víctima de la corrupción.
Le obsesiona dejar claro que, a pesar de los casos de corrupción de su entorno, ella es una política honesta
Excesiva, muy supersticiosa, caótica dentro de un orden (el suyo), con sentido del humor e inteligencia emocional, sincera hasta llegar muchas veces a la insolencia, en su entorno admiten que genera filias y fobias, sin tintes intermedios, sin gama de grises, aunque maneje situaciones aparentemente esquizofrénicas con bastante habilidad. Así, protagonizó sonoros enfrentamientos con Alberto Ruiz-Gallardón, al que llegó a bloquear el salto a la política nacional en las elecciones generales de 2008. Pero eso no impide que, en lo personal, sienta aprecio por él y queden una vez al mes junto al socialista Joaquín Leguina, también ex presidente de la Comunidad, para comer.
"La mano que mece la cuna"
De todos era conocida su mala sintonía con Javier Arenas, actual vicesecretario de Política Autonómica y Local del PP, al que atribuye ser la "mano que mece la cuna" en el entorno de Mariano Rajoy. Pero todavía hoy le agradece que cuando el famoso "tamayazo" le sugiriera que diera a conocer su declaración de bienes para demostrar que no sólo no se había enriquecido con la política sino que ésta, poco menos, le había costado dinero. Porque si hay una cosa que la obsesiona es dejar claro que, pese a los casos de corrupción que le han pasado cerca, muy cerca, su comportamiento no ha dejado de ser ejemplar, que es una política honesta.
Comparte con José María Aznar su mutua aversión a Cristóbal Montoro, aunque las relaciones entre ambos han tenido altibajos
Sus relaciones con José María Aznar y con Mariano Rajoy dan para sendos libros. Es Aznar uno de los políticos que más le han impresionado, según propia declaración, pero el trato con él ha tenido altibajos. Fue el impulso de Aznar el que le faltó para dar, en 2008, el paso para disputar a Rajoy el liderazgo del partido en el fatídico congreso de Valencia, aunque dispusiera de respaldos mediáticos que la empujaban a ello y el apoyo incondicional del ahora encarcelado Ignacio González Posteriormente, Aznar vivió con profundo desagrado el proceso de defenestración de su esposa, Ana Botella, para apartarla de la candidatura madrileña, vacante que se apresuró a ocupar Aguirre. Sí hay una cosa que les une: su mutua aversión hacia el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, al que responsabilizan de haber filtrado datos de sus declaraciones de IRPF, en el caso de la primera, o de sus inspecciones fiscales, en el caso del segundo.
Con Rajoy la relación es lo más parecido a un campo de minas. De caracteres absolutamente antitéticos, el gallego ha sido siempre para la madrileña un "tibio" que ha hecho dejación de la defensa de los principios del partido, un indolente, al que sí reconoce, en cambio, su lucha contra la crisis económica. Algo es algo. En su libro Yo no me callo exigía rearmar el partido para ganar la batalla de las ideas frente a la "autocomplacencia" del jefe del Ejecutivo.
Capacidad de resiliencia
La reserva con Rajoy no sólo era mental sino que llegó a ser física. Pese a tener los dos despacho en el mismo edificio del número 13 de la calle Génova, ella en la primera planta, él en la séptima, parecían estar en galaxias distantes. Aguirre sólo traspasaba las fronteras del primer piso en las ejecutivas nacionales o Juntas Directivas. Rajoy sólo bajaba a "territorio hostil" para encaramarse al famoso balcón de las noches electorales, balcón al que se accede desde el que será a partir del día 19 el despacho de Cristina Cifuentes. Pero a diferencia de todos los críticos a Rajoy, Aguirre se ha resistido a sucumbir. Si del presidente del Gobierno se destaca su resiliencia, la ex presidenta de la Comunidad de Madrid no le va a la zaga.
Admira de Trump que sea políticamente incorrecto pero no su política proteccionista
La aparición de Podemos, partido que se ha convertido en su Némesis, la resucitó políticamente para permitirle enarbolar la bandera de las ideas frente a los que venían a destruir el sistema y asaltar los cielos. Fue la inyección que necesitaba para justificar su vuelta a una primera línea política de la que, realmente, nunca se fue. Ni su cáncer de mama, ni sus nietos, ni el incidente de la Gran Vía con huida incluida, ni siquiera la constatación de haberse convertido en un persona "no grata" para Rajoy, que aún así echó mano de ella para frenar el descalabro electoral, la apartaron del camino. "Vive, come, duerme pensando en política. No tiene horarios", dicen de ella sus colaboradores. Y eso incluye fines de semana, vacaciones y hasta madrugadas. Ahora tendrá que cambiar de hábitos.
Es de las pocas que se atreve a admitir públicamente que admira de Donald Trump que haya hecho saltar las costuras de lo políticamente correcto aunque no comparte su giro económico proteccionista, algo incompatible con su declarado espíritu liberal, thatcheriano, pero que exige de lealtades sin fisuras entre los que la rodean. Algunos de esos fieles fueron Francisco Granados, Alberto López Viejo, Ignacio González, Benjamín Martín Vasco, Alfonso Bosch Tejedor, Arturo González o Lucía Figar, todos ellos con sombras de sospecha sobre su gestión más o menos graves -la palma se la llevan Granados y González.
Conservaba influencia entre diputados autonómicos, alcaldes de la Comunidad y presidentes de distrito
Ella sólo admitía dos "ranas", Granados y López Viejo, a los que acusaba de haberla engañado. Aduce en su defensa de ex jefa de todos ellos que todavía no hay ni una sola condena y que ninguno permanece ya en el partido, salvo González al que este semana el PP suspendió cautelarmente de militancia y va camino de ser la tercera "rana" del charco en que se convirtió la vida política en Madrid.
Los días 18 y 19 se celebró el XVI congreso del PP de Madrid. Aunque ya dejó la dirección regional hace algo más de un año, el triunfo de Cifuentes puso fin a 12 años de aguirrismo en las estructuras territoriales del partido. Conservaba Aguirre, sin embargo, cierto ascendente entre no pocos diputados autonómicos, a fin de cuentas, ella los puso en las listas; alcaldes de la Comunidad y presidentes de juntas de distrito. Su sucesora irá desmontando, con precisión de orfebre, la fuerte huella de la que ha sido una de las más importantes "baronesas" de la política española.
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