El rezo de la tarde, el salat, cubre el ruido de las olas que desaparecen frente al faro de Punta Europa. Desde el mar, lo primero que distinguen los barcos que cruzan el estrecho de Gibraltar es el minarete de la mezquita de El Guardián. Mide setenta metros de altura, más del triple que el faro construido al borde del acantilado.
Punta Europa es un lugar escarpado en el extremo sur de Gibraltar, en el fin de la península ibérica. Aquí, en un escaso kilómetro cuadrado, caben las contradicciones de un continente entero. Aquí resisten las últimas glorias de un fracasado Imperio Británico y la tolerancia religiosa se confunde con la indiferencia. Todo frente a un Mediterráneo que ha visto (y sigue viendo) enfrentamientos y muerte.
Católicos, musulmanes y judíos conviven en Gibraltar
Para el diario británico The Guardian, Gibraltar es un “paraíso multicultural”. Una tierra gobernada durante siglos por una élite anglicana, donde los católicos siguen representando el 70% de la población. Judíos, musulmanes e hindúes son minorías con sólidas tradiciones en esta tierra.
Desde Casemate Square, punto neurálgico del turismo gibraltareño, a Punta Europa hay sólo un autobús cada hora. Las vistas no sobrecogen. Tras una cortina de barcos varados en alta mar se distinguen Ceuta y África. Tres buques de la naviera Hanjin llevan meses meses fondeados a la espera de un armador que vuelva a poner de nuevo en marcha sus motores.
La penetración saudí en Gibraltar
El Guardián que se menciona, en árabe e inglés, en el blanco mármol de la fachada de la mezquita de Punta Europa, es el título oficial del soberano de Arabia Saudí. Bajo sus dominios están la Meca y Medina, las ciudades más sagradas del Islam.
El 8 agosto de 1997, a la inauguración de este templo, acudió el mismo rey Fahd, entonces monarca absoluto de Arabia Saudí. Anciano y enfermo, quiso igualmente presenciar la apertura de la mezquita que había financiado con cinco millones de libras. La obra se llevó a cabo en apenas dos años. A la ceremonia, entre medidas de seguridad sin precedentes en Gibraltar, acudieron los más altos dignatarios de la teocracia saudí. El evento fue retransmitido en directo por televisión en todo Oriente Medio.
Los años noventa fueron muy importantes para la expansión de la influencia saudí en Europa. El 11 de agosto del mismo año, tres días después de la inauguración de Gibraltar, el Príncipe Abdel al-Aziz presenció cómo se ponía la primera piedra de la mezquita de Málaga. En septiembre se abría la actual sede francesa de la Liga Mundial Musulmana, en una mezquita cerca de París, y en 1994 se habían terminado los trabajos de la Gran Mezquita de Roma -por entonces, la más grande del mundo y sólo un metro más baja que la cúpula de San Pedro-.
Actualmente, en Gibraltar viven unos 1.500 musulmanes, el 4% de la población. La mezquita se encuentra a poca distancia del Campus Universitario, construido en 2015 sobre la antigua escuela militar del ejército británico. Es la sede del Instituto para los Estudios del Mediterráneo, un centro dedicado a la investigación sobre las tres religiones abrahámicas.
La última iglesia de la Europa cristiana
Arrinconada entre el campus y una hilera de chalets está el Santuario de Nuestra Señora de Europa. Se encuentra a menos de cinco minutos de la mezquita, pero sin indicaciones es imposible no perderse en este dédalo de callejuelas. Para llegar hay que cruzar el patio de la Universidad.
Esta pequeña iglesia se construyó en el lugar donde hasta el siglo XIV se encontraba una mezquita almohade. Los cristianos convirtieron el minarete en un faro para facilitar la navegación de los marineros que cruzaban el estrecho. Con la llegada de los británicos el campanario fue abatido y el edificio se convirtió en almacén. Fue en 1961 cuando el edificio fue devuelto a la Iglesia Católica.
Los desgastados muros del Santuario no comparten nada del esplendor de la vecina mezquita. Las paredes esperan una reforma que evite ulteriores desprendimientos. “No tenemos suficiente dinero”, explica Charles Azzopardi, párroco del lugar. “La manutención anual cuesta demasiado. Hacemos un plan de restauración cada veinte años y nos sale más barato”, explica.
Nuestra Señora de Europa fue mezquita antes de convertirse en santuario
La diócesis de Gibraltar estaría dispuesta a adquirir los edificios adosados a la iglesia y que todavía pertenecen al ejército británico. Sin embargo, el precio -dos millones de libras- imposibilita la compra. A pesar de su valor simbólico, es frecuentado, sobre todo, por peregrinos locales. De este pequeño santuario se encariñó el Papa conservador Benedicto XVI, quien le otorgó la Rosa de Oro. Una condecoración instituida en la edad media y que se concede cada año en Cuaresma.
El Santuario y la mezquita viven codo con codo, pero separadas. Sólo hubo un momento en común cuando el Santuario invitó a la comunidad musulmana y judía a unirse en una oración para la paz frente al faro de Punta Europa.
Historias de guerras y negocios
Basta con abrir la guía telefónica para descubrir que la mayoría de apellidos vienen de Malta, Italia o Portugal. Aquí el vaivén de sangre, gentes y religiones ha sido una constante, como las guerras. Los túneles construidos para resistir al Gran Asedio (1979 - 1782) recorren el peñón y durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania Nazi y la Italia fascista intentan nuevamente tomar sin éxito Gibraltar por mar y por aire.
A su dedicación militar y comercial se ha unido su vocación turística -en el puerto cada día amarran los cruceros que surcan el Mediterráneo-. No obstante, es su fiscalidad y el contrabando los que lo colocan en el foco de la noticia con frecuencia. Gibraltar no es un paraíso fiscal, a pesar de que su fiscalidad lo haya convertido en un lugar privilegiado para los negocios. Y para el contrabando, como lleva años denunciando España. Ahora las tabaqueras parecen determinadas a poner el sello Gib para marcar las cajas destinadas al mercado interno del Peñón.
La primera comunidad judía libre
Los mayoría de los turistas que desembarcan en Gibraltar se dirigen de compras a Main Street o suben al peñón para visitar la reserva natural del Peñón. Las joyerías de Main Street tienen ofertas especiales para el crucero del día. Un señor con la kipá sale de una tienda. En la vitrina, entre collares y pendientes hay cruces y estrellas de David. En la paralela Irish Town Road se encuentra la pequeña Sinagoga.
Los judíos de Gibraltar fueron los primeros en volver después de 1492
En los siete kilómetros cuadrados que mide todo Gibraltar hay cuatro sinagogas para una comunidad de menos de mil personas. “Muchas familias judías de Gibraltar tienen sus orígenes en Rabat o Tetuán”, dice Levi Attias, portavoz de la comunidad local. “Llegaron en 1704 con las tropas británicas. Eran mercantes de frutas y alimentos, descendientes de la comunidad expulsada por los Reyes Católicos en 1492”, añade. En 1728 construyeron la Gran Sinagoga, la primera sinagoga de la península ibérica en doscientos años. “Nos saludamos todos con shalom shabbat”, dice Attias.
Al tener una administración independiente de Londres, Gibraltar no ha participado en las elecciones del pasado 8 de junio, pero aunque falten dos años, la sombra del Brexit se asoma sobre la delgada línea que separa la colonia británica de la Línea de la Frontera. Antes de que se abriera la Verja, para ir de Gibraltar a Algeciras -media hora en coche- había que coger un barco a Tetuán y, de ahí, otro a Algeciras. Ahora, en pocos minutos, los españoles cruzan la frontera para ir a trabajar por la mañana. Por la noche, los gibraltareños se acercan a la Línea para ir de copas, donde los precios son más competitivos. Sobre ambos, día y noche, vigila la mirada firme de un hombre en bicicleta. El monumento levantado justo antes de la frontera para recordar el sacrificio de los trabajadores españoles en Gibraltar.
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