Entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado existe una certeza absoluta: el mayor de los Mossos d'Esquadra, Josep Lluís Trapero, no amparará la celebración de un referéndum ilegal el 1 de octubre en Cataluña. Entre los altos mandos policiales contactados por este medio no hay dudas de que el actual líder de la policía autonómica acatará las decisiones judiciales que el Tribunal Constitucional pueda tomar para impedir la consulta. Y aseguran, quienes han tratado con él, que no obedecerá órdenes dictadas por la Generalitat que contradigan a la Constitución.

Trapero se ha convertido desde los ataques que dejaron 16 muertos en Barcelona y Cambrils el pasado 17 de agosto en protagonista diario de la actualidad política. Lo fue en un inicio por la gestión inmediata de los atentados, liderando una operación que consiguió desarticular a la célula completa de Ripoll en menos de cinco días en un proceso acompañado por una celebrada política de comunicación. Tras el aluvión de elogios, no obstante, el jefe de los Mossos también ha tenido que poner la cara públicamente ante las dudas sobre los indicios que podían haber llevado a la prevención del atentado, como la explosión en la casa de Alcanar, y los avisos presuntamente ignorados de la inteligencia norteamericana sobre una acción terrorista en Las Ramblas.

Contra su voluntad, el foco está sobre él. De trato áspero, círculo de confianza reducido y relación difícil con los periodistas, Trapero no se siente cómodo en el rol de icono del independentismo al que ha sido elevado tras enfrentarse públicamente al director de El Periódico, Enric Hernández, por las informaciones sobre el presunto aviso de la CIA a los Mossos, y tras negarse a comparecer únicamente en castellano durante una rueda de prensa. "Si me preguntan en catalán, respondo en catalán; si me preguntan en castellano, respondo en castellano", contestó durante una comparecencia posterior a los atentados ante el enfado de un periodista holandés, que terminó por abandonar la sala ante la sorpresa de Trapero, que le despidió con una sorna bilingüe que se ha hecho célebre: "Bueno, pues molt bé, pues adiós".

Ante un ultimátum y una presión extrema de la Generalitat, fuentes policiales aseguran que Trapero podría plantearse dimitir

Celoso de su vida privada, ideología incluida, quienes han tratado con él durante sus 26 años de profesión subrayan que jamás pondría su visión política por delante de su tarea profesional. Y esa no es otra que acatar las órdenes de un juez y respetar la legalidad vigente. Como mucho, ante un ultimátum de la Generalitat y una presión extrema, lo que haría es "dimitir", aseguran fuentes policiales del más alto nivel.

"La ciudadanía entiende que la policía no tiene que tener ningún papel en esto", defendió Trapero públicamente tras su nombramiento como mayor, el pasado mes de abril. Entonces, cuestionado por el rol que la policía autonómica jugaría en la posible convocatoria de un referéndum, se limitó a decir que "sería un fracaso" que llegaran a tener alguno. En la misma línea que los grandes sindicatos mayoritarios, el líder de los Mossos siempre ha reclamado que se deje a estos al margen de debates que no les corresponden, y que las cuestiones políticas se resuelvan en el ámbito político y no en el policial.

Jefes independentistas

La visión de la Generalitat, sin embargo, no es tan idílica, como quedó patente el 17 de julio con la dimisión forzada del ex director de la policía catalana, Albert Batlle, por sus discrepancias políticas con el Govern. Se produjo poco después de la llegada a la consejería de Interior de Joaquim Forn, que sustituyó en el cargo a Jordi Jané. En su carta de despedida a los mandos del cuerpo, Batlle aseguraba estar "convencido de que en los momentos actuales que vive el país la policía seguirá perseverando en la defensa y bienestar de nuestros conciudadanos y lo hará, como siempre, con un escrupuloso respeto y sujeción a la ley".

A Batlle le sustituyó en el cargo Pere Soler, en un nombramiento de intención inocultable. Lenguaraz y con perfiles activos en las redes sociales, Soler se ha mostrado infinidad de veces a favor de la independencia y beligerante con todas las opciones políticas distintas al soberanismo. "Votaremos el 1 de octubre, no lo podrán evitar", escribió el 4 de julio tras asistir en el Teatro Nacional de Cataluña a la presentación de la ley del referéndum, todavía pendiente de trámite en el Parlament. Meses antes, el 23 de octubre, había registrado otro mensaje aún más duro: "Espero que nos vayamos ya porque me dais pena todos los españoles".

Jerárquicamente, tanto Soler como Forn están por encima de Trapero, aunque el primero haya permanecido absolutamente invisible durante la investigación de los atentados de Barcelona y Cambrils. Operativamente, sin embargo, el mayor no tiene recelos en contradecir a sus superiores si se salen del guión de la legalidad. En un perfil publicado en el diario El Mundo sobre el policía, uno de los responsables de su ascenso confesaba las razones de su promoción: "Si un día tiene que arrestarme en el despacho oficial, sé que lo haría".

'Legalidad hay una, y es la que diga un juez'

Entre los Mossos de base cunde la misma inquietud por la utilización política del cuerpo, y la misma certeza de que la policía autonómica terminará situándose del lado de la ley. "Esto es un tema estrictamente político, pero no me cabe en la cabeza que un policía ni siquiera se plantee desobedecer una decisión judicial", asegura un agente que prefiere conservar el anonimato. "Que alguien venga y diga que aquí hay una legalidad nueva que está por encima de la anterior...pues oiga, no. Legalidad hay una, y es la que diga el juez", abunda este mismo miembro de los Mossos.

Los principales sindicatos del cuerpo policial autonómico también se muestran unánimes en su posición pública sobre el referéndum. "Que se nos deje al margen del conflicto político", reclama Valentín Anadón, portavoz de la Federación de Profesionales de la Seguridad Pública de Cataluña (FEPOL), el sindicato mayoritario dentro de los Mossos d'Esquadra. FEPOL agrupa entre todas las escalas a entre un 60 y 65% de los agentes del cuerpo y se ha mantenido constantemente al margen de la polémica política, reclamando la independencia de los agentes y el respeto a la ley.

Los sindicatos mayoritarios de los Mossos han reiterado que cumplirán las leyes y piden responsabilidad al Govern

El porcentaje restante se reparte entre otras organizaciones como el Sindicato de Policías de Cataluña (SPC), el Sindicato Mossos d'Esquadra (SME) o la Unión Sindical de la Policía Autonómica de Cataluña (USPAC). Todos ellos han hecho referencia en algún momento a la lealtad de los Mossos a la legalidad vigente y a las decisiones judiciales, y ninguno ha mantenido una posición abiertamente independentista. Si bien el sobernanismo es francamente minoritario entre la representación sindical del cuerpo, la Asamblea Nacional (ANC) sí cuenta con una organización sectorial llamada Mossos por la Independencia que asegura no tener miedo "fuera de nuestro trabajo" de expresar sus opiniones políticas.

La relación de Trapero con los sindicatos del cuerpo, sin embargo, no ha sido especialmente buena durante los últimos tiempos. Y tuvo su punto álgido en diciembre de 2016, cuando todavía ejercía como comisario jefe de los Mossos d'Esquadra. Entonces, tanto USPAC como SPC como el Colectivo Autónomo de Trabajadores (CAT) de los Mossos reclamaron su dimisión tras acusarle de dejar en libertad al individuo que atropelló a un agente que tuvo que ser hospitalizado. El líder policial, tras negarse a reunirse con los sindicatos para no participar de "un circo", tuvo que explicar que ni había asumido personalmente la instrucción del caso ni la decisión se correspondía, como aseguraban los sindicatos, a las conexiones del detenido.

La fiesta con Puigdemont y Laporta en Cadaqués

Trapero, criado en Santa Coloma e hijo de un taxista de Valladolid, ya había estado en el centro de la polémica antes. Concretamente en agosto de 2016, tras la publicación de unas imágenes en las que aparecía de fiesta, en la casa de la periodista Pilar Rahola en Cadaqués, junto al presidente de la Generalitat Carles Puigdemont y el ex presidente del Fútbol Club Barcelona Joan Laporta. En las fotografías y vídeos filtrados del encuentro, Trapero aparecía vestido con camisa de flores y sombrero de paja, interpretando a la guitarra Palabras de amor, de Joan Manuel Serrat.

Una faceta musical que el mayor no duda en exhibir también en las cenas de gala del cuerpo, aunque la aparición de esas imágenes en concreto le molestó especialmente. Por primera vez vio su vida privada expuesta, en un material que sirvió de gasolina para la crítica sindical.

"El cuerpo de los Mossos d'Esquadra es de todos los ciudadanos y debemos alejarlo de cualquier partidismo, de cualquier opción política en concreto. O los Mossos d'Esquadra son patrimonio de todos o no son patrimonio de nadie", expresó Valentín Anadón, de FEPOL, que aunque aseguró que era "perfectamente legítimo" que el comisario jefe del cuerpo se reuniera con sus amigos, las imágenes generaban preocupación por las dudas que podían surgir a la hora de separar su trabajo de sus amistades.

Precisamente eso fue lo que alteró a Trapero, celoso en su quehacer diario, aunque para marcar distancias ha seguido desde entonces echando mano de la guitarra cada vez que ha podido. Lo hace, y lo admite públicamente, para reforzar su autoridad, un rasgo que le adjudican los que han tratado con él de manera unánime. Es un policía duro, recto, dicen que "mandón" y áspero cuando se trata de defender ideas y decisiones.

Para los críticos, no obstante, los adjetivos son otros. En una nota hecha pública el pasado 7 de julio por CAT, dirigida a la Generalitat y titulada Hartos del comportamiento del mayor del cuerpo de los Mossos d'Esquadra, el sindicato se refería a Trapero como a una persona que "no acepta la crítica, que se piense diferente y que se le lleve la contraria". Continuaba el texto asegurando que su mandato "se caracteriza por tener un estilo personalista, impositivo y supervisor", y terminaba ensañándose con su "carácter personal", que describía como "prepotente, chulesco y desconfiado".

A Trapero no le hacen daño las palabras, ni ha hecho nunca un especial esfuerzo por limar asperezas con los sindicatos, que incluso han recurrido su nombramiento en los tribunales por considerarlo adjudicado a dedo.

El mayor no hace amigos y lo demostró esta semana, cuando atacó directamente en rueda de prensa al director de El Periódico, Enric Hernández. "La dirección de ese diario, desde el día del atentado, se preocupa por desprestigiar a los Mossos y buscar una gran exclusiva", dijo, antes de deslizar que "hubiera sido positivo que Enric Hernández estuviera en esta rueda de prensa para resolver sus dudas".

Seguramente no imaginaba fraguar esa enemistad siete años antes, el 17 de junio de 2010, pocos meses después de que el propio Hernández asumiera la dirección del rotativo, cuando El Periódico fue precisamente el medio que escogió Trapero para homenajear a la sanidad pública que cuidó de su padre, fallecido días antes, con una emotiva carta al director que entonces firmó como José Luis.