Estamos en el verano de 2018. Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander (séptimo banco del mundo, segundo de la zona euro), ha acordado la contratación de Andrea Orcel como consejero delegado de la entidad. Orcel es un alto ejecutivo que trabaja para el banco suizo UBS y que durante quince años fue asesor de la máxima confianza de Emilio Botín (fallecido el 10 de septiembre de 2014).

Orcel (nacido en Roma en 1963) era un hombre que lo tenía todo. Una educación esmerada, un puesto en la cúspide de uno de los bancos más rentables del mundo (presidente de la unidad de banca de inversión de UBS y su máximo responsable en Reino Unido), y un salario de los que quitan el hipo: 12.180.000 francos suizos al año (unos 15,5 millones de euros). Elegante, con un punto dandy, habla varios idiomas, entre ellos el español, y pasa por ser uno de los genios de la banca de inversión a nivel mundial. Un amo del universo o un Ronaldo de las finanzas, como ustedes prefieran.

Ana Patricia Botin está preocupada. Desde que asumió el cargo de presidenta ejecutiva del Santander, justo tras la muerte de su padre, la acción del banco no ha hecho más que caer y, en esas fechas, la entidad valía en bolsa casi la mitad de lo que valía cuatro años antes.

La presidenta del primer banco español piensa en Orcel para sacar a la entidad de su letargo. El 25 de julio de 2018 Ana Patricia Botín se reunió con Orcel en el Hotel Loews Regency de Park Avenue (Nueva York). Y fue durante la cena, mano a mano, cuando le propuso ser consejero delegado del Santander, es decir, máximo ejecutivo del banco... después de ella, claro.

Eran días de vino y rosas. "Ana, gracias por tu confianza". "Lo que más me importa es la energía y el entusiasmo", le contesta la presidenta.

La maquinaria se pone en marcha. Incluidas reuniones con la Comisión de Nombramientos del Santander (presidida por Bruce Carnegie Brown y de la que forman parte Guillermo de la Dehesa, Sol Daurella, Carlos Fernández y Jaime Pérez Renovales), órgano clave del banco para la contratación de los miembros de su alta dirección.

La negociación no es fácil. Estamos hablando de un supercontrato y tanto Ana Patricia Botín como Orcel saben que es un asunto delicado. El 18 de septiembre, la presidenta del Santander le remite un mensaje en el que reconoce: "Son cifras complicadas para dar en público".

Pero, finalmente, se llega a un acuerdo. Orcel cobrará 10 millones brutos al año (5,3 millones ligados a objetivos). Además, recibirá un bonus de incorporación -una especie de prima de fichaje- de 17 millones de euros. Esos dos conceptos casi no han representado problemas. La cuestión espinosa se refiere a la asunción de los llamados "costes de compensación". Orcel ha acumulado en UBS una retribución diferida, una especie de plan de pensiones, de más de 55 millones de euros. Naturalmente, al marcharse a otra compañía, sobre todo si puede ser considerada "competidora", pierde ese derecho. Tanto Botín como Orcel tratan de convencer a UBS de que ambas entidades pueden seguir trabajando juntas -UBS dando servicios a Santander como cliente- para que el ejecutivo no pierda sus derechos. En previsión de que eso no sea así, el acuerdo entre Santander y Orcel contempla: "En caso de que su empresa actual le abone sólo parcialmente los incentivos a largo plazo, o un monto inferior al que habría percibido de haber permanecido en esa empresa, nosotros abonaremos una compensación (buyout) de, como máximo, 35 millones de euros brutos". Esa cantidad se abonaría en siete años y en acciones del Banco Santander.

El 24 de septiembre Orcel recibió la carta de su contrato -incluyendo la citada cláusula-, firmada por el secretario general del banco, Pérez Renovales. Orcel, por su parte, la firma en la sede del Banco de Madrid, en presencia del propio Renovales y del jefe de recursos humanos, Roberto di Bernardini, un día después, el 25 de septiembre.

Orcel quería convertirse en el Gladiator del Santander, para despertarlo de su letargo y multiplicar por tres su valor en bolsa

Ese mismo día, el Santander comunica la contratación de Orcel a la CNMV: "Nombrar a D. Andrea Orcel como nuevo consejero delegado de Banco Santander en sustitución del Sr. Álvarez, y ocupando la vacante de D. Juan Miguel Villar Mir, quien abandonará el consejo de Banco Santander tras presentar su renuncia una vez vencido su mandato".

También ese día, el banco emite una nota de prensa: "Andrea Orcel, nuevo consejero delegado de Santander desde principios de 2019".

Hasta su incorporación plena en el mes de enero (Orcel estaba obligado a un periodo de no competencia, gardening leave, que concluiría en enero de 2019), Orcel comienza a preparar el terreno de cara a su aterrizaje. Mantiene reuniones con ejecutivos del banco, organiza la llegada a Madrid de su familia, las medidas de seguridad que requerirá por parte del banco, etc.

Orcel está como una moto. Ha asumido que, en efecto, se ocupará de la gestión ordinaria del negocio con las máximas funciones ejecutivas.

Sus objetivos son ambiciosos: triplicar el valor de la acción del Santander. Y, para ello, piensa que hay que hacer cambios, en profundidad.

En una conversación mantenida con Ana Patricia Botín durante esos días, todavía de vino y rosas, Orcel le confiesa: "Yo tengo que ser para ti una especie de Gladiator". El ejecutivo romano ya se imaginaba espada en mano cortando cabezas al servicio de su emperador, en este caso, emperatriz. Pero todos sabemos como acabó la película.

Una de las primeras cabezas que debía rodar era la del consejero delegado del grupo en España, Rami Aboukhair. Por supuesto, tanto José Antonio Álvarez, consejero delegado del grupo a nivel global, -puesto para el que había sido fichado Orcel- y Rodrigo Echenique, un histórico del banco, estaban ya en la puerta de salida.

El ambiente comienza a enrarecerse. Orcel quiere mandar y Ana Patricia Botín no quiere perder las riendas del banco.

Más allá del problema de su remuneración, la irrupción del ejecutivo italiano suponía para Ana Patricia Botín tener que compartir el poder

El 20 de diciembre de 2018 Orcel remitió a la presidenta una carta con las medidas que pensaba poner en marcha a partir de enero "para desarrollar el trabajo para el cual me has fichado".

Entonces, Ana Patricia se pone en guardia y piensa que hay que frenar lo que se le viene encima. Ese mismo día le contesta a Orcel: "Andrea. Conviene pararnos a ver dónde estamos y para ello debemos vernos y tener una conversación tranquila y franca... en persona. El martes 8 de enero en Madrid?"

Pero las cosas se precipitan. El día 7 de enero, Botín hace venir urgentemente a Orcel a Madrid. De sopetón, le comunica que su contrato queda sin efecto, que la decisión ha sido ya comunicada a los principales ejecutivos del banco (Álvarez, Echenique y Pérez Renovales) y también al Banco Central Europeo. Y que, por tanto, "no hay marcha atrás".

Una semana después, el consejo del Santander acuerda dejar sin efecto el contrato con Orcel. La decisión se comunica como hecho relevante a la CNMV y a la prensa mediante una nota.

Han pasado poco más de tres meses desde la firma del acuerdo y Orcel ha pasado de ser uno de los ejecutivos más poderosos de la banca global a estar despedido.

La causa de la ruptura, esgrimida en el hecho relevante, es la siguiente: "Imposibilidad de que los costes de compensar a éste por sus remuneraciones pasadas excediesen los tenidos en cuenta al acordar el nombramiento". La redacción de este párrafo no es lo mejor que ha salido de la factoría jurídica del Santander (al que asesora el prestigioso despacho de Uría). Pero, en plata, lo que significa es que el banco no estaba dispuesto a asumir los 35 millones de coste diferidos por el fichaje de Orcel.

El banco intenta llegar a un acuerdo, quiere evitar una guerra con Orcel. La noticia ha caído como una bomba en el sector financiero y hay que impedir por todos los medios que el incendio se propague y tenga consecuencias no deseadas. Sobre todo, el asunto no debe llegar a los tribunales.

Orcel no sale de su asombro. No puede creer lo que le ha sucedido. Afirma que tanto Ana Patricia Botín como la comisión de retribuciones estaban al tanto de su retribución diferida y, de hecho, la habían aceptado en el contrato firmado el 25 de septiembre.

El 15 de enero Orcel le remite un correo a Pérez Renovales en el que éste le acusa: "Me habéis destrozado mi carrera, mi reputación e infligido un daño económico muy elevado".

Ese mismo día, Ana Patricia Botín le reconoce a Orcel: "Yo sé que esta es una situación horrible, lo sé, vale?"

El día 24 de enero, la presidenta del Santander es más explícita: "I sympathize 100% porque yo he estado en casa también después de que un día me dijeron vete a casa, vale? O sea que I know what it is... I've been in your shoes and I've spent 12 months porque me dieron mucho menos dinero de lo que te va a dar a ti UBS o de lo que pueda yo, me dieron una porquería porque I was me, vale?"

Estaba pensando Ana Patricia en su traumática salida del BSCH, cuando, para mantener la paz con José María Amusátegui, Emilio Botín tuvo que sacrificar a su propia hija. I know what it is.

La presidenta del Santander le ofrece a Orcel hacerle presidente de alguna sociedad cotizada, ayudarle en sus negocios de inversión,... pagarle dinero.

Pero Orcel se siente humillado y decidió demandar al primer banco de España. Un banco que, según un ex presidente del gobierno, "a veces manda más que el gobierno".

Seguramente, la causa de la abrupta ruptura sea la suma de muchas pequeñas causas. Probablemente, la elevada suma de su fichaje sea una de ellas, pero no la fundamental. 35 millones en siete años y en acciones del banco es algo perfectamente asumible por el Santander, aunque para el común de los mortales sea un sueño inalcanzable. Seguramente, la figura de Orcel puso nerviosos a muchos ejecutivos del banco, que vieron peligrar su poltrona. La propia presidenta se iba a ver obligada a compartir decisiones estratégicas que tal vez no desea compartir. Orcel era, además, alguien muy cercano a su padre, un hombre de don Emilio. Vale?