Correos es algo más que una empresa. En primer lugar, porque se trata de una empresa pública, la Sociedad Estatal de Correos y Telégrafos, lo que hace que se le someta a un continuo escrutinio sobre sus nombramientos, campañas, acciones y resultados. Un escrutinio que es más o menos intenso dependiendo de quién está en el Gobierno.

Pero lo que hace de Correos una empresa especial es que cumple una función social cada vez más reconocida. Más allá de su labor estrictamente empresarial, que consiste en repartir cartas y paquetes y vender sellos, Correos, por su capilaridad territorial, gracias a sus 2.400 oficinas informatizadas, llega a todos los barrios y a casi todos los municipios del territorio nacional. Y ello le permite realizar una función que ninguna otra institución podría hacer. Por ejemplo, con la desaparición de buena parte de la red comercial de las Cajas de Ahorro en el entorno rural, se han apresurado en cubrir este hueco ofreciendo algunos servicios financieros, como envío de dinero, domiciliación de recibos, tarjetas de prepago, recarga de móviles, pago de boletos premiados de la ONCE, venta de entradas para espectáculos y eventos, etc…

Correos y su función social

También se ha convertido en una escuela de formación del uso de las nuevas tecnologías para muchos habitantes del mundo rural sin acceso a las mismas. Y todo ello, más allá de su estrategia empresarial, contribuye a la cohesión territorial y a frenar el indeseable proceso de despoblación de muchos territorios, la “España vaciada”. Durante el estado de alarma hemos leído que Correos ha hecho un esfuerzo extra para paliar los efectos del confinamiento en zonas rurales aisladas. Además de los servicios financieros mencionados, han ayudado en la gestión de los trámites administrativos, en el reparto de medicinas y alimentos e incluso en el reparto de las tareas escolares para los alumnos sin acceso a la enseñanza online.

También Correos cumple una función de comunicación social. Siempre he pedido, y aprovecho este artículo para reiterarlo, que Correos debería apostar por una renovación de su flota de reparto urbano, hacia las furgonetas eléctricas. Ello tendría un efecto demostración sobre el conjunto de las empresas de distribución comercial de nuestro país.

El escándalo montado por algunos grupos conservadores sobre estas furgonetas y buzones multicolores ha sido un gran regalo para Correos

Paradójicamente, el estado de alarma ha venido acotado por dos celebraciones sociales que siempre levantan polémica: el 8-M, una semana antes del inicio del confinamiento, y el Orgullo LGTBI, el 28-J, una semana después de su finalización. Con motivo de esta segunda fecha, Correos ha emitido un sello conmemorativo. Y, como parte de su estrategia comercial, ha pintado con la bandera arcoíris una serie de furgonetas, (desconozco cuantas, aunque yo no he visto ninguna por las calles) y algunos buzones en lugares emblemáticos.

Dado que este año no se podrá celebrar la fiesta del Orgullo LGTBI en las calles de Madrid, un evento de tanto impacto social y turístico internacional como, pongamos por caso, los Sanfermines o las Fallas, Correos ha decidido tirar una vez más de esta función de “demostración” para hacer un guiño no sólo al colectivo, sino a toda esa población de Madrid y del resto de España que suele disfrutar de estos festejos. El escándalo montado por algunos grupos conservadores sobre estas furgonetas y buzones multicolores ha sido un gran regalo para Correos. Estoy seguro de que habrán vendido muchos más sellos de los previstos y, sin conocer los costes de esta campaña, probablemente ha conseguido marcar dos goles, uno social, Orgullosos de Correos, y otro económico-empresarial. ¡Enhorabuena!